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GODOT-887-02
GODOT-Festival-Otono-cartel
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Estreno: 2022-11-24
Última función: 2022-11-26
Duración: 120 mins.

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    Por Álvaro Vicente

     

    Hay dos artistas canadienses que admiro profundamente. Uno es Neil Young. El otro, claro, Robert Lepage. Uno anglófono. El otro francófono. Dos almas solitarias rodeadas de gente y siempre buscando dar salida a un torrente poético y político que les hierve dentro. Nada tiene que ver Neil Young con este montaje, pero si pienso en Lepage, me acuerdo de él. Y si pienso en Lepage -disculpen que hable tanto de mí- me acuerdo de mi primer Festival de Otoño, hace casi 20 años, cuando la edición de 2003 se inauguró en los Estudios El Álamo con las seis benditas horas de La trilogía de los dragones. Inolvidable. ¿Inolvidable? ¿De qué me acuerdo exactamente? ¿De una o dos escenas? ¿Del acceso de llanto que tuve en el primer intermedio? ¿De un puñado de sensaciones? El carácter eminentemente caprichoso de la memoria humana sí es uno de los temas principales de 887, la más autobiográfica de las obras de Lepage, escrita, dirigida e interpretada por él mismo.

    El creador quebequés y su compañía Ex Machina son nombres históricamente ligados a este festival y era de justicia justicia incluir en la edición número 40 una obra suya. 887 es el número de la Avenida Murray de Quebec en el que estaba el estrecho apartamento donde vivió Lepage de niño junto a sus tres hermanos, sus padres y su abuela enferma. Una familia de clase trabajadora que revive en este montaje gracias a la magia escénica que despliega Ex Machina como ninguna otra. Porque Lepage no es que utilice la tecnología, es que hace magia con ella y es capaz de seducirnos y conquistarnos, conmovernos y entusiasmarnos hasta ser como niños otra vez abriendo mucho la boca de asombro y sintiendo cosas nuevas que no acertamos a definir. Y todo con un nivel de sofisticación y pulcritud en la puesta en escena que pocos pueden igualar.

    887 es, pues, una incursión en el mundo de la memoria. De la memoria como mecanismo de supervivencia y de la memoria como herramienta artística, sobre todo en el caso de los actores. También hay una pregunta sobre cómo encuentra un recuerdo personal un eco en la memoria colectiva. Todos esos nombres de calles, de parques, de monumentos buscan fijar una idea en la memoria de lo que ya pasó. ¿Quién decide lo que debemos recordar y lo que no? ¿Por qué persiste en nuestra memoria la información trivial y otra información más útil se escapa? La cara oculta del recuerdo es el olvido, pero vivimos tiempos extraños, pues dejamos que se nos olviden muchas cosas porque hay un mecanismo planetario de almacenamiento digital que atesora montañas de datos, el petróleo del siglo XXI. Todas estas cuestiones se destilan en una narración en la que Lepage, a caballo entre el teatro y la conferencia, expone al espectador los tormentos de un actor que, para sobrevivir, debe recordar, primero el texto que nos está diciendo, y luego su pasado, la realidad histórica y social que hereda y habita.

    La obra arranca con un momento curioso, donde Lepage intenta recitar un poema en un evento público de Montreal, pero le cuesta dios y ayuda aprenderse aquellos versos. Es esa dificultad lo que le pone a rumiar pensamientos sobre la memoria y el envejecimiento. Y de ahí la importancia de lo que recordamos y cómo lo recordamos, individual y colectivamente. “A lo largo de la historia -relata el propio Lepage- el primer paso que da un régimen totalitario para asegurar la completa erradicación de una cultura es la quema de libros, a la que suele seguir el asesinato de cantautores, narradores y actores, que llevan dentro la memoria viva de las canciones, los poemas y las obras teatrales”. Pensar en la memoria es empezar a recordar también, es viajar inevitablemente a la infancia y al tiempo histórico en el que se nace, por lo que Lepage aterriza en los años de la crisis de identidad de Quebec, “como si los recuerdos más lejanos de los acontecimientos íntimos estuvieran incompletos sin el contexto social en el que tuvieron lugar. 887 es para mí, una vez más, un humilde intento de interesarme por la historia con h minúscula para entender mejor la historia con H mayúscula”.

     

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