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Carlos Mesa, el niño que quería serlo todo

“Hasta la persona que pueda parecer ‘perfecta’ tiene complejos”

 

Carlos Mesa está a punto de cumplir 23 años, pero ha escrito y dirigido Gordas como si llevase más de medio siglo en el teatro. La obra no solo habla de gordofobia, también nos pone como sociedad delante de un espejo y nos invita a reflexionar sobre las barreras que nos quedan por romper y a sentirnos identificados con los personajes que encarnan magníficamente Teresa López y Mara Jiménez.

Gordas está producida por Bendita Inocencia, compañía formada por Carlos Mesa, Teresa López e Isabel Verdú, se puede ver viernes y sábados de febrero y marzo en los Teatros Luchana, y el querer saber más sobre este proyecto, su proceso y su creación me hizo reunirme con Carlos en una terraza para tomar un café y charlar al sol.

 

Rompiendo con los estereotipos

 

 

Por Javier López

Foto de portada: Nat Enemede

 

¿Qué te llevó a escribir Gordas? ¿Cuál fue el germen principal?

Gordas viene de la necesidad de hacer cosas. Yo había escrito La noche del año y Teresa, que es parte de la compañía, entró como segundo elenco en la obra y entonces llegó un punto que dijimos: ¿por qué no hacemos nuestros propios proyectos? Además, Teresa y yo vivimos juntos, así que eso facilita todo mucho. Luego vino el pensar qué queríamos contar. Un día nos pusimos a hacer una lluvia de ideas, y nos dimos cuenta de que no nos estaba funcionando… Salían muchas cosas, pero a ninguna le encontrábamos sentido. Al día siguiente, mientras me estaba dando una ducha -que para mí son inspiradoras- lo tuve claro. Salí y le dije a Teresa: tengo un nombre: «Gordas«. Y ella: “¿Gordas?” Y yo: “sí, se va a llamar así”.

Además, Teresa tiene un movimiento muy chulo en redes respecto al ‘Body Positive, participa como periodista con la revista WeLoverSize, (que también colabora en la obra) y es un mensaje que lleva por bandera y yo después de convivir tanto con ella, he ido asumiendo su discurso casi como mío. A partir de ahí, ya decidimos que íbamos a hablar sobre el cuerpo y los estereotipos.

 

¿Y Mara Jiménez cómo llegó al proyecto?

Mara y Teresa se conocían por redes, pero nunca se habían visto en persona. Cuando teníamos ya el texto no pusimos a pensar quién podía ser la otra actriz y Teresa pensó en Mara, que había dado ya el bombazo con croquetamente en Internet, pero realmente su vocación y su sueño era ser actriz. Por entonces ella vivía en Murcia, pero le pasamos el texto, le encantó, y cuando empezamos a ensayar a partir de septiembre iba y venía a Madrid todas las semanas. Una locura.

 

¿Cuánto de autobiográfico hay en el texto por parte de Teresa y Mara? ¿Ha sido un proceso de creación conjunto?

Sí y no. No en el sentido de que no ha sido un trabajo de forma colectiva. Partíamos del texto escrito, pero sí es verdad que la mayoría de las situaciones las habían vivido muy de cerca. Sí que habíamos trabajado en qué podían aportar ellas como actrices gordas con su experiencia vital a sus personajes y luego, también, identificar qué situaciones de sus personajes han resultado parecidas a sus historias reales. Ha sido un ejercicio bonito.

 

Lo interesante de Gordas es ver a sus protagonistas haciendo y siendo diferentes cosas y que lo importante no sea su peso.

Claro, era plantarnos y decir: «somos gordas, pero mira todo lo que podemos hacer. No somos únicamente gordas que vamos a hacer de gordas con problemas de gordas. Literalmente, hacemos lo que nos dé la gana». Al final, sin pretenderlo, hemos jugado al despiste porque al principio parece la típica comedia que habla sobre personas gordas y va de eso, pero luego evoluciona y se ve que no.

 

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Teresa López y Mara Jiménez protagonistas de Gordas. Foto: Nat Enemede

 

El color rosa que predomina en la estética general da un sentido muy completo al proyecto, pero ¿qué aporta a la obra esas proyecciones de palabras entre escenas?

Era un poco necesidad técnica porque hay mucho cambio de escena y se necesitaba algo para que el público en esos segundos no le diese tiempo a desconectar… Y luego ayudan a contextualizar el de dónde venimos, a dónde vamos y de qué vamos a hablar. Además, estéticamente creo que aporta mucho y queda bien.

 

Esta obra supone una crítica social muy importante no solo por el mensaje principal sobre la gordofobia, también están sobre la mesa la fama, el machismo o los medios de comunicación.

Al final, es el tema troncal y sus ramificaciones. No creo que hablemos únicamente de la gordofobia, sino que hablamos del dictamen del cuerpo perfecto, de la fama y la ‘necesidad’ de tener ese cuerpo para alcanzar la fama. ¿Cómo te llega la fama? ¿Cómo ese cuerpo te condiciona en las relaciones de pareja? Es todo una tela de araña que va unido y tiene un sentido. Y tiene ese punto guay que te puedes sentir identificado independientemente de si eres gordo o no. Se puede extrapolar a cuerpos delgados porque el mensaje es el mismo. A veces, yo he sentido que no encajaba en determinados perfiles por ser demasiado delgado… Hasta la típica persona que pueda parecer ‘perfecta’ tiene complejos, y los complejos son una putada porque no son cosas reales. Pero ¿qué es la perfección? Porque si tú te paras a hablar con la gente, cada persona tiene su perfección.

 

CAMARERA: Ah, vais despacio con el café

NOSOTROS: Sí, estamos poniéndonos al día.

CAMARERA: A mí también me pasa cuando quedo con mis amigas, no os preocupéis.

 

“Tenemos que empezar por escuchar a la gente”

 

Carlos, ¿quién crees que debería ser el público potencial de esta obra?

Poco a poco está evolucionando y nos está sorprendiendo, pero ahora mismo son mujeres gordas, sobre todo porque es el público que mueven las actrices… y es muy valioso porque luego llegan mensajes muy bonitos tanto por redes como en la salida del teatro. La gente sale muy tocada porque nos dicen que les hemos curado las heridas, y eso me sorprendió mucho el día del estreno porque nunca creí que fuéramos a hacer algo tan heavy. También creo que es muy necesario que gente fuera de ese círculo venga a ver la obra, porque este mensaje sirve también para pensar y reconstruirse. Al menos, para que la gente pueda hacer un click y derribar un ladrillo dentro del muro. Además, viene muchísima gente de fuera de Madrid e incluso, fuera de España. El otro día, venía una hija con su madre desde Mallorca, y al terminar se acercaron a Teresa y a Mara y la chica les dijo: “A mi madre no le ha gustado, pero a mí me ha encantado”. Me pareció muy valioso que dijera eso porque tenía mucho sentido.

 

Carlos Mesa, el niño que quería serlo todo en Madrid
Escena de Gordas con Teresa López y Mara Jiménez. Foto: Nat Enemede.

 

No le gustó la obra, pero quizá ya le dio que pensar….

Claro. En ese “a mi madre no le ha gustado” había mucho… La relación con su madre, y sus complejos y la relación que pueda tener con su madre sobre el estar gorda…  Al final, hablamos sobre el peso sin tapujos y de primeras, puede resultar chocante. Ya el título es impactante… Gordas. Es como una declaración de intenciones. Una de las cosas que he aprendido con la obra, a nivel personal, es a perder el miedo a la palabra gordo y gorda. No está mal decirlo.

 

¿Os planteáis poder representarla en institutos?

En un primer momento no lo teníamos pensado, porque creo que es una obra que puede tener cosas un poco fuertes, habría que adaptarla… pero mucha gente ya nos lo ha dicho y es un mensaje muy necesario. Así que no lo descartamos, estaría muy guay poder hacerlo. Además, es un público muy valioso porque con catorce o quince años estás en un punto donde el físico es muy importante y quieres encajar en los estándares de belleza.

 

También por los profesores…

Totalmente, y no solo por los profesores de educación física donde se puede tener más en cuenta el físico, también por el resto de profesores que no saben gestionar ciertos comentarios que puedan darse en clase, porque quizá no tengan ni las herramientas ni la mentalidad.

 

¿Cómo se debería educar a la gente en esto?

No soy educador ni pedagogo y tampoco era mi intención con la obra. Yo quería exponer lo que pasa y que cada uno saque sus conclusiones, pero creo que habría que empezar por escuchar a la gente, sus mensajes y sus historias… no oír, escuchar. Además, con el ritmo de vida que llevamos, que estamos constantemente rodeados de estímulos, ¿en qué momento te paras tú para analizarte? No hay tiempo y al final no se procesa nada.

 

¿Cómo está siendo trabajar en los Teatros Luchana?

En los Luchana es la primera vez que nos metemos con la producción directamente y estoy muy sorprendido por el buen trato. Siento que nos han arropado muy bien todo el equipo. Desde la dirección nos han dado muchas facilidades y la relación con ellos es muy buena, hemos sentido mucho apoyo. Belén, por ejemplo, la jefa de sala, es como nuestra mami. Es muy guay estar a gusto en el teatro.

 

La Noche del año ha sido todo un éxito y Gordas va por el mismo camino. ¿Cuál será la siguiente? ¿Algún tema que te inquiete y te interese contar?

No lo sé. Algo hemos hablado y ahora que tenemos nuestra compañía y que podemos dedicarnos a lo que queremos es el momento de sacar proyectos y aprovecharlo al máximo, pero no tenemos ninguna prisa porque Gordas está funcionando muy bien y esperemos que siga así algún tiempo más, así que no vamos con presión de tener que sacar todavía nada, pero sí que tenemos algunos temas y algunas ideas…

 

Carlos Mesa, el niño que quería serlo todo en Madrid
Foto de Nat Enemede.

 

No me vas a decir cuáles, ¿verdad?

No. Eso me lo llevo yo pa’ mi casa (risas)

 

Oye, Carlos ¿si no te hubieras dedicado a las Artes Escénicas qué hubieras querido ser?

Yo de pequeño quería serlo todo. Era un niño que a sus padres les ha dado mucho por culo. Si iba a la peluquería, el día siguiente quería ser peluquero. Así con todo. Cada día quería ser una cosa distinta. Así que cuando crecí pensé entonces que lo mío era ser actor.

 

Y te formaste en interpretación.

Sí, aunque ahora me dedico a escribir y dirigir. Si no trabajase de esto, probablemente sería una persona mucho más triste porque sé y siento que esto es lo mío.

 

Y a ese niño inquieto que quería serlo todo, ¿qué le dirías ahora si pudieras volver atrás?

“Tranquilidad, Carlos, que vamos bien”.

 

¿Y a otro niño cualquiera que se quiera dedicar al teatro?

Como normalmente te dicen que es muy difícil, yo le diría que sí se puede.

 

Y justo, como si la camarera hubiera advertido el final de la conversación, volvió a acercarse a nuestra mesa a ver si ya habíamos terminado el café.

 

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