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Candela Peña y Pilar Castro contra el sistema

«O haces lo que te pide el sistema o él hace lo que quiere contigo»

Está claro que el Teatro Pavón no se va a andar con chiquitas en esta nueva andadura iniciada a finales del 2022. El Grupo Luchana ha apostado fuerte para que este espacio, que los Kamikaze convirtieron en lugar de peregrinaje teatral y que, tras su marcha, comenzó una etapa errática y de destino indeterminado, vuelva a recuperar su esplendor convirtiéndose nuevamente en una opción a tener en cuenta dentro de la cartelera madrileña.

Prueba de ello es la producción que en estos días ocupa su escenario: Contracciones. Un texto de Mike Bartlett que las actrices Candela Peña y Pilar Castro, bajo la dirección de Israel Solà (La Calòrica), han elegido como propuesta para reunirse nuevamente sobre las tablas. Una distopía que rezuma humor negro para criticar cómo el sistema somete, maneja y deshumaniza al trabajador.

Una tarde previa al estreno, nos sentamos con ambas actrices para charlar sobre el espectáculo y descubrir qué hay tras esta comedia de regusto amargo, además de conocer algo más sobre sus protagonistas y director.

Contracciones es la segunda ocasión en la que coincidís en una producción, la primera fue en el 2016 con Los vecinos de arriba, ¿cómo ha sido el reencuentro sobre el escenario?

Candela Peña: Han sido procesos completamente diferentes. Una de las cosas que me impulsó aquella vez fue que era la primera función de teatro que hacía, que estaba Pilar y que pensé que, al ser un director de cine, estaba más cercano a mí. Pero nada que ver con lo que estamos ahora. Esto sí que son palabras mayores, la cosa de estar las dos solas es muy fuerte, es un reto. Son dos horas nosotras solas dirigidas por Israel Solà, que es el director de La Calòrica.

Pilar Castro: Esta obra, aun siendo más pequeñita, entre comillas, creo que tiene una exigencia, como actrices, muy grande. Es como un partido de tenis en el que no se te puede caer nunca la pelota. A nuestro director le gusta también que tenga mucho ritmo y que no baje nunca y eso lo tienes que mantener para atrapar al espectador en el viaje.

 

¿Cómo nace la posibilidad de poner este proyecto en marcha?

C. P. : Esto surge porque estaba sin trabajo. Pilar acababa de hacer una serie y yo le decía que necesitaba trabajar. Le dije que me gustaría escribir una obra de teatro, ¡yo y mis ideas peliculeras! (Risas) y me dijo que mejor eligiéramos algo ya escrito. Me recordó que cuando ella trabajó en Cronología de las bestias me pasó un texto traducido por Jorge Kent, compañero suyo en la función, me lo leí en su día, pero ahí quedó y al proponerle esto, me dijo: “Candela, ¿te acuerdas lo que te pasé? Vuélvetelo a leer” y fue como si hubiera tenido una visión. Hablamos con Eva Paniagua, la productora, y nos dijo, “¿Cuándo queréis?” Y le dije: “Para ya, para el teatro que nos dé fecha más pronto”. Nos ofrecieron entrar en el teatro Pavón y, de repente, nos vimos ensayando.

 

¿Qué es lo que cuenta Contracciones?

C. P. : A mí me gusta hacer un paralelismo entre lo que cuenta la función y el momento que yo estaba viviendo. Cómo el sistema puede escupirte como la bola de pelo de un gato o te puede coger según le convenga y hasta dónde estás dispuesto a llegar por un plato de cocido. Yo creo que es una distopía laboral cruda, pero que tiene tintes de diversión. Es un viaje que tú inicias, te subes en un barco, empiezas a navegar y crees que vas a ir hacia un lugar y a lo mejor gira y te lleva a otro.

P. C. : Sí, también habla de cómo, al final, o haces lo que te pide el sistema o él hace lo que quiere contigo. Habla de cómo el sistema deshumaniza al trabajador, plantea lo que el trabajador está dispuesto a entregar y lo que el sistema es capaz de apretarte para que le des lo que él quiere de ti. O sea, es una relación un poco sadomasoquista.

 

Como comentáis, estáis las dos solas en escena con un texto de una gran intensidad, ¿cómo es el viaje para vosotras?

C. P. : Hay trabajos que es fundamental tener a alguien de confianza. Y en este caso, Pilar es mi motor. Yo, la actriz que yo soy, este espectáculo no lo podría hacer con una actriz que me acaban de presentar. No hubiera podido porque no es un viaje entero. Va todo muy fragmentado. Además que trabajar con gente que admiras es muy enriquecedor, y no siempre nos sucede. Tú trabajas a veces con gente maravillosa que sabes que serán tus amigos y todo, pero no todo el mundo te modifica internamente, y a mí eso me pasa con Pilar. Y es guay. Aparte, yo hay momentos que pienso: “Confío en que Pilar esté donde tenemos que estar porque yo ahora mismo no sé dónde estoy” (Risas)

P. C. : Pues hay momentos que me pasa lo mismo que nos miramos con cara de auxilio para ver si nos damos una pista. (Risas) Hasta que no me he aprendido lo tuyo, no me he aprendido lo mío.

 

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Candela Peña y Pilar Castro protagonizan Contracciones. Foto de David González.

 

¿Cómo se enfrenta una actriz a un texto como este?

C. P. : Nos lo vamos a pasar de cine, esto lo hemos hecho con ese único objetivo, disfrutar y aparte con alguien que quieres y que admiras, que te gusta. Aunque está siendo todo un reto porque nosotras somos actrices que buscamos tener una coherencia dramática, un principio y un final, un arco, un proceso, un hacia dónde vamos. Son preguntas que para mí son muy importantes. Pero llegó un momento que Israel nos tuvo que sacudir y decirnos: “Dejad de haceros estas putas preguntas. Ven, hazlo, a ver qué pasa”, y me sirvió muchísimo.

P. C. : Claro, tú vas a lo que conoces, a lo que quieras que llegue. Como actrices es un trabajo muy bueno, da gusto hacerlo. Todos los días es un viaje y una oportunidad de enriquecernos con estos personajes, la función va a tener un largo recorrido y las funciones se van haciendo y se van madurando, van a ser dos personajes muy bonitos y muy potentes. A mí es lo que más me gusta en la vida. El teatro es lo de cada día, ejercer lo tuyo.

 

El texto de Mike Bartlett parece un bucle con pequeñas variaciones, ¿qué desafíos os ha supuesto como actrices?

P. C. : Que hay que respetar hasta la última coma del texto, tienes que ser muy precisa y saber el lugar donde estás porque es una función que parece que cuenta al principio lo mismo, pero no es igual. Y a la hora de actuarlo y estudiarlo pasa igual. Tiene unos finales de escena que parecen similares, pero son diferentes. Requiere un grado de concentración muy grande.

C. P. : Es como una fórmula química que como tú pongas un poquito más de algún ingrediente, la reventamos. Las escenas sueltas son microteatros en sí mismo. De hecho, fuimos muy inocentes, pensábamos que el texto era más fácil de lo que ahora nos hemos encontrado, dijimos: “Bueno, esto nos lo hacemos nosotros con la gorra. Esta montaña nos la subimos tú y yo”. Y cuando nos hemos visto a mitad de montaña, nos hemos mirado y hemos flipado porque nos hemos puesto a escalar con tacones en vez de con bambas. (Risas)

 

Es curioso que uno de los personajes, la empleada, tenga nombre y que, sin embargo, la jefa no. ¿Quiénes son estas dos mujeres?

P. C. : Yo soy La Jefa y me fascina que no tenga nombre. Simplemente es una jefa, una jefa que tiene que cumplir unas pautas que le dan.

 

Con lo cual, está tan sometida como la empleada…

C. P. : Así es, da igual donde nos coloquemos, y esto nos ha ayudado mucho. No estamos colocándonos en personajes concretos, sino que estamos dando voz a una parte del sistema y a una parte de los trabajadores. A mí me encantaría que se llamaran “Jefa” y “Trabajadora” directamente, que ninguno tenga una identidad porque son una representación desdibujada de las dos partes.

 

¿Por qué el título: Contracciones?

P. C. : Lo que menos nos gusta es el título, es que en inglés suena muy bien, es Contractions y quiere decir ’contraer’, hacerte más pequeño, pero todo el mundo lo asocia a las contracciones del parto.

C. P. : Es que no podíamos poner ‘Constreñir’, es muy poco comercial, pero luego también pones otras cosas que nos habíamos planteado que sonaban como al paralelo de Barcelona, ‘Tal como están las cosas’, y otros eran como super obvios como ‘Opresión’, donde ya cuentas mucho y no podemos quitarle a la gente que también se sorprenda. Mucha gente va a entrar y va a disfrutar por un momento una comedia con tintes extraños, pero bueno, es un lugar divertido.

 

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Escena de Contracciones de Mike Bartlett. Foto David González.

 

Ahora que lo comentas, en algunos momentos la función parece una comedia, pero en otros adquiere unos tintes oscuros, surrealistas e incluso trágicos, ¿en qué género la ubicaríais vosotras?

P. C. : Depende de la reacción del público. Otras veces sabes que estás haciendo una comedia, o estás haciendo un drama. Pero con esta no sabemos, lo va a decidir el otro personaje de la función que es el público.

C. P. : Jorge Kent dice que es una comedia negra con tintes de humor. Y es que hay veces que las situaciones son tan fuertes que la gente yo creo que también se reirá de nervios.

 

Contáis nada más y nada menos que con Israel Solà como director, responsable de los espectáculos de La Calòrica. ¿Cómo os decantasteis por él?

C. P. : Tenemos una suerte inmensa con el equipo que hemos formado y, sobre todo, el director. Pilar y yo teníamos claro que no queríamos que fuera ningún director que nos conociera, que ninguna hubiera trabajado con él, o sea, que fuéramos aire fresco para él porque nosotras ya estamos muy impregnadas de nosotras mismas. Nos conocemos mucho. Pilar y yo somos familia, entonces era alguien que viniera de fuera y, sobre todo, que nos trajera una propuesta interesante, un reto, y la verdad es que nos ha venido Dios a ver con Israel Solà.

P. C. : Es un tío muy listo, con una gran sabiduría del teatro y con una técnica que hace que los resultados sean excelentes. Es un muy inteligente. Trabaja mucho las bases del teatro, que muchas veces otras personas no te las dan y, sin esas bases, ya puedes contar lo que te dé la gana que nunca funcionará y eso él lo tiene clarísimo. Busca que suceda, que esté vivo y a mí es lo que me gusta, ir al teatro, y comprobar que está vivo. Y, sobre todo, que es un gran director de teatro, le sale teatro por todos los poros.

C. P. : ¡Y le gusta mucho Lina Morgan! Esto es muy bonito de decir. Él de pequeño veía mucho los espectáculos de Lina Morgan en VHS. Esto hay que decirlo, porque es muy guay decir que te gusta, yo que sé, el Nederlands Dans Theater, pero aquí durante un tiempo hemos visto este otro teatro y hay que defenderlo. Él nos ha confesado que lo veía muchísimo y que le hizo comprender una globalidad y un ritmo muy importante que ha aplicado a sus espectáculos.

 

Me encanta este dato porque esos son nuestros orígenes, desde donde hemos ido descubriendo otras formas de hacer teatro, y muchas veces nos lo callamos.  

C. P. : Claro. A Pilar, por su padre, le encanta la zarzuela. Y yo, por ejemplo, soy la niña del bar del cine y he visto a Rossellini y soy fan de Cassavetes. Pero yo me he zampado todo Esteso y Pajares. Me he zampado ese cine del destape seudo calentorrete, que tú decías, “¿esto que es?”. Pero eso forma parte de mi imaginario y me ayuda a ser actriz. Y es necesario decirlo, no hay que defenestrar cosas que han sido tan maravillosas y divertidas y que suman en tu creatividad.

 

¿En algún momento vosotras de alguna manera os habéis visto en la posición de estos personajes?

C. P. : A ver, es una distopía y es estirar y retorcerlo, pero creo que las dos en los dos. De una o de otra manera y a diferentes niveles. El sistema siempre tiene alguien más arriba y nunca se responsabiliza. Hemos tenido que aceptar muchas cosas porque no podemos cambiar el sistema. Otra cosa es que lo podamos sacudir con textos como este, con las ganas de querer contar esto para que la gente sea consciente. Yo he aprendido mucho con esta función y con este texto. Fíjate que yo soy una persona que parece que digo lo que pienso y tal, pero soy una persona también con mucha capacidad de sometimiento y de acatar lo que se me diga.

 

¿Sí? Entonces, ¿esa imagen pública es un muro protector?

C. P. : No, esa imagen también se la ha inventado mucho la prensa. Eso forma parte también de lo que cuenta la función. O sea, en este sistema, alguien que dice lo que piensa es igual a un problema. Lo que pasa es que sí, que intento decir lo que pienso, pero porque me han educado así. Mi madre era una niña entre catorce hermanos y me decía que a ella no le habían dejado hablar en casa. Sin embargo, mi madre me ha dado espacio siempre para hablar. Entonces, si a mí en mi casa se me ha dado espacio para hablar, el mundo no me va a quitar la capacidad que me han dado mis progenitores. Si eso le molesta al mundo, lo siento. Si es verdad que hay veces que digo las cosas mal o en el momento que no viene a cuento, pero las gentes no somos lo que parecemos, a la gente le gusta mucho ponerte etiquetas y a mí la matrícula me la pillan cambiada bastantes veces.

 

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Candela Peña y Pilar Castro en Contracciones dirigida por Israel Solà. Foto David González.

 

¿Qué os gustaría que se llevara el público?

P. C. : A mí me encantaría que el espectador se pegara el viaje que nosotras intentamos que se peguen. Y sería sanador que la gente que vea cómo se dibuja el sistema o una parte del sistema, que vea la distorsión del sistema y de un trabajador y que, aunque empatices con un lado y con otro, te vayas con la sensación de que ambos lados son posturas erróneas.

C. P. : Yo creo que se van a llevar una gran experiencia, es una función corta y con mucho ritmo y que cuando salgas y estés sentado cenando, vas a poder hablar con tu gente de la función y plantearles las preguntas del espectáculo. Para nosotras es muy maravilla que sea cortita porque, aparte del mundo actriz, tenemos que conciliarlo con la vida, somos madres de niños que hay que llevar por la mañana al colegio, que eso a la gente igual no le interesa, pero tenemos que hacerlo. Esta fantasía de ser actores, estar con un vaso de cóctel en la cubierta de un velero, no. A las siete de la mañana hay que estar pendiente del uniforme, de las bambas, de que no hay cereales…

 

¿Lo de las alfombras rojas es un mito?

C. P. : Nosotras somos el paradigma del triunfo de la mujer normal. Pilar y yo hablamos mucho más de nuestras mierdas cotidianas, de mi madre, el hospital, la sala de espera, «¿tú que le pones al curry?»… Por eso también necesitamos hacer este espectáculo que nos una desde otro sitio.

 

¿Cómo veis la situación actual de las Artes Escénicas?

C. P. : Son tiempos muy convulsos en cuanto a lo creativo. Creo que hay cierta castración en algunos proyectos, es difícil levantar proyectos creativos que se salgan del canon. Y a Madrid nos viene pesando lo grande, igual que con las plataformas, los grandes musicales que vienen hechos de otros sitios, vamos como a plantillas, a tiro hecho, esto hace que también el público se acomode, pero a la gente que le gustan espectáculos más concretos, más de autor, pues lo tiene un pelín más complicado. Y si el teatro sufre, la danza ya no te quiero ni contar. Hay muy poco espacio para la danza.

P. C. : Bueno, no creo que estemos en un momento glorioso de las artes escénicas. Este año le ha tocado al cine un mejor momento. La época del COVID para el teatro ha sido muy difícil, ahora está remontando otra vez. Creo que tenemos muy buenos espectáculos y hay muy buenos actores. Pero, sobre todo, lo que no se puede hacer es politizar las artes, censurarlas. No sé si todo el mundo está contando lo que quiere contar o en los espacios que le gustaría estar.

 

¿Qué haya grandes nombres en las carteleras ayuda a que el público regrese a los teatros?

C. P. : Hay que acostumbrar al público a que no vaya solo a ver nombres, hay espectáculos extraordinarios que a lo mejor no sabes quiénes son y te encuentras allí unas “ferias de abril” maravillosas. Hay que dejarse sorprender. Por ejemplo, en La Calòrica no hay ni un actor conocido, pero toda esa gente me dan a mí tres patadas. Es gente con un talento brutal. Que esté alguien conocido no es sinónimo de que ese espectáculo esté bien.

 

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