8 de marzo. Qué celebramos y qué reclamamos

 

 

CELEBRAR

 

Hay que celebrar, el 8 de marzo y siempre. Cada día tenemos que celebrar. Si no hay motivo aparente, con mayor motivo. Pero el 8 de marzo tenemos que celebrarnos. Celebrar que somos cada vez más y estamos mejor preparadas para el trabajo y para la vida. Celebrar que no estamos solas y que hemos conseguido cotas de libertad y reconocimiento que muchas apenas lograron soñar. Celebrar es reconocer a partes iguales lo conseguido y lo que falta por recorrer. Y hemos de celebrar, con todo y con todos, este contexto social que nos ha correspondido en suerte al nacer: no lo elegimos, no es ideal ni mucho menos perfecto; pero es el que nos ha permitido ser lo que somos y al que hemos de devolver cuanto nos ha dado, acrecentado y mejorado.

 

DENUNCIAR/RECLAMAR

 

Hay que seguir denunciando toda injusticia y toda desigualdad de oportunidades por razón exclusiva de género u opción sexual. Hay que perseguir con fiereza y eficacia el mal uso, el abuso o la perversión de los instrumentos con que nos hemos dotado para conseguir una igualdad real. Hay que romper con los estereotipos seculares masculinos y femeninos que nacieron para perpetuar el patriarcado. Hay que consolidar las familias que se forman y se mantienen por los afectos, no por las apariencias o las formas, las modas, la mera consanguineidad o la clásica conveniencia. Hay que renegar de los personajes femeninos o masculinos de cartón piedra que repiten esquemas y tratamientos sociales o morales desfasados. Hay que castigar con severidad todo abuso o acoso sexual, aunque sin olvidar que el juego de la seducción siempre ha existido y forma parte de nuestro desarrollo personal y social, al margen de nuestro estado civil.

 

 

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