Por Javier de Pascual / @JavierdePascual

Foto: La Llamada (Teatro Lara)

 

Voy a poner un muy mal ejemplo muy ilustrativo. El otro día estaba paseando (online, claro) por la cartelería de espectáculos ajenos. Uno de ellos (no sé muy bien qué tipo de espectáculo era) empezaba a hacer esta cosa tan publicitaria de citar críticas ajenas. Lo que me llamó la atención es que las críticas que citaba no eran de ningún medio generalista, sino de blogs muy del sector, muy que leemos los de siempre y nadie más. Tampoco recuerdo muy bien qué blogs eran, concretamente. Como dije, muy mal ejemplo.

Llevo escribiendo esta columna durante un año y, salvo nuestro amado dueño y editor y a la gente a la que le he metido una Revista Godot (o Godoff) en el esófago y un par de tweets, no he recibido feedback de personas que no sean del sector. Esto me ha lanzado en una espiral de cuestionar para qué y para quién escribimos en la que, en realidad, llevo metido desde hace bastante tiempo.

Tengo poca fé en el teatro de este país porque está totalmente desconectado de su público. Lo repito tanto que parece que es lo único que digo. Y uno de los mayores indicadores (junto al tipo de público que tenemos) es el periodismo y la publicidad. Cuando el periodismo y la publicidad están enmarcados en un contexto tan de nicho que si no te dedicas medianamente a esto no eres capaz de reconocer a quién cojones citan en un cartel publicitario está claro que tenemos un problema.

Otra comunidad de nicho a la que pertenezco es a la de Eurorack, un revival de la síntesis analógica que ha derivado en un movimiento por recuperar la organicidad a la hora de controlar un sintetizador, de no usar un portátil sino tus propias manos tocando knobs. Pero es que hasta como nicho está mejor planteado que el nuestro: tienes a YouTubers especializados generando nuevo público constantemente, tienes a gente conocida avalando y difundiendo la práctica, y tienes un flujo constante de ferias en las que abrir público e ir haciendo conexiones.

Todo el mundo sabe que el teatro comercial depende de caras conocidas, pero conforme el consumo televisivo va disminuyendo quedan pocos clavos ardiendo a los que asirse. Una estrategia comercial muy potente que conozco ha sido la de La Llamada, revitalizando con caras conocidas de realities un espectáculo al que normalmente le quedaría poco fuelle. Y sí, puedes criticarlo todo lo que quieras, pero en España el público es el que tenemos (y todos somos conscientes de ello).

El otro gran ejemplo, como decía, es el periodismo. Sinceramente, por muy buena literatura que tengan, leo cualquier crítica teatral de un periódico convencional y me duermo encima. Leo críticas especializadas y me duermo encima. Nadie se preocupa, como en tantos otros sectores ha ocurrido, por que al público le interese nuestra opinión. Solo nos interesa que le guste a las personas que han pagado o nos han invitado o pueden darnos acceso a otras cosas. Porque lo que hacemos en gran medida no es periodismo de nicho, es publicidad de nicho.

Llegará un momento en el que la vela se consuma. O no. Seguiremos dándonos palmaditas en la espalda mutuamente hasta que nos demos cuenta de que no hay nueva gente a la que convencer y lo único que queden sean nuestras canas… y citas a blogs.