La Phármaco presenta Toná en espacios singulares y de gran valor arqueológico, como la ciudad romana de Bolonia Baelo Claudia o el Dolmen de Menga en Málaga.
La pieza podrá verse también en espacios monumentales como la Plaza Mayor de Palencia o el Palacio de la Magdalena de Santander.
Toná, que se estrenó en el último Festival de Otoño de Madrid, se acerca al tema de la memoria colectiva como resistencia.
En la obra los verdiales -folclore malagueño prerromano- sirven de base para reivindicar el imaginario popular como antídoto contra el individualismo.
Coreografiada e interpretada por Luz Arcas, la obra quiere ser un acto de insumisión hacia un sistema que destierra y niega la enfermedad y la vejez.
La Phármaco y su Toná
Por Redacción
Foto de portada: Virginia Rota
Luz Arcas, al frente de la compañía La Phármaco, emprende gira veraniega presentando Toná, su último espectáculo, en espacios singulares y de gran valor arqueológico en distintas ciudades españolas. El 23 de julio la pieza podrá verse en la Plaza Mayor de Palencia, un entorno monumental que data del S.XVII en el que se encuentra la neoclásica Casa Consistorial y el monumento a Berruguete de Victorio Macho. El 9 de agosto la compañía llega a FETAL, el Festival de Teatro Alternativo de Urones de Castroponce (Valladolid), conocido por programar sus espectáculos en espacios como una iglesia, una vieja panera o las antiguas escuelas del municipio. La siguiente parada será el 11 de agosto en el Palacio de la Magdalena de Santander, Bien de Interés Cultural desde 1982. El 18 de agosto Toná podrá verse en la ciudad romana de Baelo Claudia en Bolonia, conjunto arqueológico situado a 22 km de la ciudad de Tarifa. La gira estival se cierra el 28 de agosto en el Dolmen de Menga, un impresionante monumento megalítico situado en Antequera (Málaga).
Toná, que se estrenó con gran éxito en el último Festival de Otoño de Madrid, recupera el folclore y la memoria colectiva como antídoto contra un sistema que destierra y niega la enfermedad, la vejez y la muerte. Se trata de la última pieza de Luz Arcas (Finalista Mejor Intérprete de Danza en Premios Max 2017, Premio el Ojo Crítico de Danza 2015) que surge, en palabras de la bailarina y coreógrafa de «los viajes a Málaga para visitar a mi padre, bastante enfermo. En su casa, donde me crie, me reencontré con referencias, iconos y símbolos que tenía casi olvidados. Recordé anécdotas y miedos, reconectando con el folclore de mi infancia. Quería bailar un sentimiento que es propio de ese folclore: la muerte como celebración de la vida, la fiesta y la catarsis individual y colectiva».
Otras dos mujeres malagueñas han acompañado a Luz Arcas en el proceso creativo: la violinista y compositora Luz Prado y la fotógrafa Virginia Rota. La pieza recoge referencias como la procesión por el mar de la Virgen del Carmen, o la alusión a Trinidad Huertas, La Cuenca, una bailaora del siglo XIX que se hizo famosa con un número en el que representaba a una torera en plena faena y que le dio el sobrenombre de La Valiente. Toná recoge también los símbolos, las supersticiones, los prejuicios, el paganismo y los mitos. Dice Arcas: «La memoria colectiva y los imaginarios populares son cruciales porque nos acogen y nos salvan del individualismo invitándonos a elaborar un relato compartido. Como todo lo relacionado con el pueblo, esta memoria cultural está llena de problemas, sin duda, pero volver a ella para ensuciarla, renombrarla, y así, vitalizarla, es un acto de libertad frente al totalitarismo cultural o cualquier intención neoliberal de imponer o capturar un sentido. (…) Toná nace ligada orgánicamente a la memoria colectiva y los imaginarios populares, con toda su conflictividad. Una poesía que transmite la carne, el pulso vital, llenos de rabia y de alegría, también de prejuicios y supersticiones. Un dolor antiguo y fértil que nos construye lentamente, desde la infancia».
Tras obras como Bekristen, en la que se mostraba la violencia radical del neoliberalismo como sistema colonizador y Una gran emoción política, sobre la figura de María Teresa León, la guerra civil y la memoria, Luz Arcas continúa cincelando en Toná su particular lenguaje escénico, un baile político a través de, en sus propias palabras, «un cuerpo reconciliado con sus fuerzas vitales, entretejido de enfermedad, vejez, muerte, y que se relaciona descaradamente con los símbolos, para ensuciarlos, pisotearlos, renombrarlos, mientras grita: son nuestros, nos pertenecen».
Toná, con música en directo interpretada por Luz Prado y Lola Dolores, es una obra de Luz Arcas/La Phármaco, coproducirá por el Festival de Otoño de Madrid.
«La vergüenza es el sentimiento que salvará a la Humanidad» dice el protagonista de Solaris. No será el amor, sino la vergüenza.
Un dolor que es antiguo y fértil: la carne, los cuerpos. La identidad es el misterio que se esconde en cada cuerpo y que surge de la reconciliación íntima con la vergüenza.
Busco en los cuerpos el baile, no la danza sino el baile, su folclore, su herida: cuando la dignidad humana nos convoca y se atreve a pisotear el suelo con la potencia de la vergüenza. La rabia más hermosa, la herida más abierta. Luz Arcas