¿Cuál es tu primer recuerdo relacionado con la música?
Podría decir que contigo (risas), pero si me remonto más en el tiempo, lo primero que recuerdo es tostarle las cintas a mi hermana de los grupos que a ella le gustaban. Y ya con 13 ó 14 años recuerdo estar pendiente de la radio para grabar la música que sonaba y así hacer cintas variadas, un Max Mix de lo más interesante en los que había de todo mezclado: Aerosmith, Nirvana, Guns n’ Roses… o de repente Radio Futura o Manolo Tena, lo que hubiera, y si se te iba el dedo incluso se escuchaba la voz del locutor al final de la canción (risas).
La de dinero que nos hemos dejado en cintas de cassette para grabar…
Ya ves. Todo eso se recuerda mucho porque en esa época era una escucha de música más activa. Había que estar muy concentrado para hacerte una cinta guay y eso implicaba pasarte muchas horas delante de la radio esperando a que sonaran esas canciones que te llamaban la atención. Es un recuerdo que se puede extrapolar a toda la gente de nuestra generación.
¿Y ese primer gran hito en tu vida relacionado con la música, cuando vislumbraste que podía haber un camino por ahí?
Eso ya me llegó en la Facultad de Periodismo. Ahí empecé a colaborar en una radio vecinal de mi barrio en Aluche, en un magazine de música… y empiezo a entrevistar a grupos como Sôber o Boikot, que eran grupos que me gustaban y me doy cuenta de que ese mundo me encanta y que puede haber un camino en los medios de comunicación. Después vinieron publicaciones que fundamos como El Embrujo, Club de Música o incluso la Revista Godot.
Sí, porque juntos iniciamos nuestra aventura editorial con El Embrujo…
Una revista chulísima que no supimos hacerla funcionar a nivel económico.
Luego dimos el salto al teatro con Godot…
Un gran medio de teatro que se ha consolidado en estos 14 años de aventura y yo tengo el orgullo de haberlo fundado junto a vosotros, y ser el primer maquetador de la misma.
Y luego ya tu aventura en solitario con Club de Música.
Como Godot era un medio de teatro casi en exclusiva, sentí que necesitaba seguir ligado a la música, por ello fundé ese periódico que era algo que me ilusionaba mucho y estoy muy contento con lo que viví con él.
¿Y qué fue primero en tu vida, la política o la música?
Yo creo que la política en mi caso. Nosotros nos destetamos en los años 90, una época con mucha tensión también, como ahora. Recuerdo salir a la calle tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco y empezar a interesarme por los movimientos sociales del momento, el miedo a los nazis que daban palizas en según qué zonas… así se va creando esa conciencia política a la que luego acompañó la música.
En mi caso fue al revés, fue en esa fiesta de Nochevieja del 96 contigo, que sonó una canción que me flipó y que no conocía, que era Vicio de Reincidentes. Tú después me dejaste la cinta, tostada de algún otro colega tuyo, y me abriste la puerta al rock español de los 90 y todo ese movimiento político-social que arrastraba.
Sí, fue justo esa época también para mí, lo que pasa que yo escuchaba música, todo lo que fuera, sin analizar mucho su contenido, pero ya había cosas de la actualidad que bullían en mí, sin relacionarlo con ningún movimiento musical. Pero luego ya sí, luego ya sucedió lo que dices, nos metimos de lleno en el rock estatal de los 90 y todo fue tomando forma: los gustos musicales asociados a una determinada línea de pensamiento.
¿Y en qué momento surge escribir este libro, Piedra contra tijera?
Hay varias señales en mi vida. Estábamos haciendo El Embrujo, empezamos después Godot, yo luego hice Club de Música… eran medios con los que vivíamos mucho el día a día de lo que está ocurriendo en agenda, con lo que significa levantar un proyecto absolutamente desde abajo y desde la independencia, independencia también de las escenas y los márgenes, con lo complicado que es eso. Por esa razón se me van quedando muchas cosas en el tintero y en conversaciones con otrxs compañerxs periodistas me animaban como a evolucionar, a ir un paso más allá de lo que venía haciendo hasta ahora. Dentro de la evolución normal, pues sí vi que me apetecía hacer una cosa que dejara un poco más de empaque para mí.
También fue un momento en mi vida en el que tuve que parar por diversas razones personales, como que nació mi hijo mayor, mi mujer trabajaba fuera y yo pasaba más tiempo en casa y pensé que era un buen momento para abordar ese libro que me venía rondando. Pero claro, a medida que empecé a escribir, vi mis carencias y vi mi ansia de conocer, entonces ahí veo que ese aprendizaje que siempre hemos hecho de manera amateur, innata y autodidacta, si hubiera fuentes claras de las que poder beber sería más fácil y es donde veo el hueco de mi libro, en el sentido de creer que podía aportar algo a la gente.
¿A qué te refieres con ese aprendizaje?
El aprendizaje es tratar de ver la industria musical de una manera global. Dejar el día a día que está muy focalizado en el contexto del disco, de la gira o de la crónica, y pararse a pensar en cuáles son los movimientos o cambios que llevan a que ocurran las cosas que están pasando a nivel social, a nivel político, a nivel tecnológico… Era tratar de verlo desde otra perspectiva que en el día a día de un medio de comunicación como en los que yo trabajaba cuesta más. Y eso me alentó también un poco a rellenar muchos huecos que veía que estaban quedándose en el tintero, el vacío de información de al principio que no ha llegado a nuestros días y el sobreexceso de información que tenemos ahora, que se pierde muchísimo en la internet y las redes, pues pensaba que hacer una obra podía ayudarme a mí y podía aportar algo sobre mucha gente que se ha quedado en el olvido y que merecía ser rescatada.
¿Por qué elegiste ese compendio de 30 años entre el 1991 al 2021?
Empecé en 1991 porque es la última gran revolución del rock, no revolución entendida como cambio, porque hay cambios que son más de contracción o minoritarios, sino a nivel expansivo y a nivel de condicionar el resto de escenas. En 1991, a nivel internacional ocurren muchísimos cambios que afectan a la industria española. En Euskal Herria, en Andalucía, Madrid, Cataluña, Galicia… en todos los territorios ocurren muchos cambios que vienen muy relacionados. Pongo el 1991 como el gran seísmo internacional y luego centro el tiro en el 1996, porque en ese año todo ese polvo que se había levantado ya empieza a asentarse y ya se distribuye y se corrigen los caminos por los que va a ir el resto de la escena musical hasta la pandemia.
También es verdad que la primera idea era haber acabado el libro un poco antes, terminar en 2016, unos 25 años de rock español, pero hacer un libro que no seguía los caminos normales del resto de la literatura de música que hay en España, que está más centrada en hacer biografías o está más centrada en temáticas concretas, pues hizo que me costara mucho encontrar una editorial que lo quisiera publicar, porque querían algo más específico. Pero al final llegó la pandemia y todo como que se vino a redondear con el tema de las músicas urbanas, porque el trap estaba antes de la pandemia, pero lo que pasa ahora es que, por primera vez, hay una generación que vive y crece al margen del rock, porque incluso el bakalao en los 90, en su parte más hardcore, aunque fuera por oposición por un lado a La Movida y por otro a la radicalización del rock urbano, seguía mirando hacia el rock de alguna manera. Pero ahora eso no ocurre porque el trap ya va por otro lado, así que me pareció interesante también cerrar con eso.
¿Te ha costado mucho definir esos grandes ítems o movimiento o revoluciones que van formando el índice de tu libro?
Los grandes cambios no, esos los tenía muy claros. Lo que ya me ha costado más son los pequeños, establecer lo que era suficientemente importante como para generar un movimiento o donde ir rellenando los huecos para que todo tuviera sentido. El esqueleto era relativamente fácil, pero luego empalmar lo demás, eso sí que me costó mucho. Porque, por ejemplo, darme cuenta que hay una afrofeminidad en el soul hacia 2008, el repliegue del metal más alternativo a principios del 2000… esa serie de movimientos un poco más escondidos pues había que tener paciencia y algo de intuición para indagar ahí y darle la relevancia como temática que merecían. Ese tipo de cosas han sido un poco más complejas de establecer. Lo gordo de toda esta época como pudieron ser las crisis de los gobiernos de Felipe González, Aznar o Zapatero, o lo que ocurrió tras el 15M como que orientaban muy bien el libro.
¿Y se puede dibujar toda esa escena del rock patrio a partir de ciertos grupos que son totémicos?
Sí, yo creo que sí se puede, aunque siempre hay lugar para el debate y cada persona tendrá sus grandes referencias como el marco de todo, pero por ejemplo, brilla la figura de Fermín Muguruza y su grupo, Negu Gorriak, como gran motor de la parte del rock más radical, o Rosendo en lo que ha sido el rock urbano. En esta pata del banco podemos citar también a grupos como Extremoduro o Reincidentes en un momento determinado. Y aunque las letras de Reincidentes han influido más que las de Rosendo, o Extremoduro ha sido más exitoso, Rosendo ha sido el artista que más ha influido a que otros artistas monten una banda. Ni Antonio Vega, ni Alaska, ni Miguel Ríos… da igual a quién pongas, nadie ha tenido tanta influencia en sus coetáneos como él. Por citarte más, yo creo que Cristina Rosenvinge se erige como la matriarca del indie en el 2008, de una manera reverencial junto a Tulsa y Anni B Sweet. Al mismo nivel que Vetusta Morla, que abrió una senda muy importante en esa nueva ola. Y luego hay muchos artistas que son muy interesantes, no solo por lo grandes que fueran, sino por lo que repercutieron en otrxs, como por ejemplo Quique González o Dover.
¿Cómo lleva un padre de dos cuasiadolescentes que ya no escuchen rock?
Buenos, los míos sí escuchan. Aunque no he sido muy talibán con lo que había que escuchar les he puesto rock, claro, pero les he dado libertad para que escuchen lo que quieran, como debe ser. A mí lo que me gusta del rock es que siempre está en movimiento. No estamos haciendo la copia de Chuck Berry ni estamos imitando a Janis Joplin todo el tiempo, y el heavy metal de Judas Priest muta en el thrash de Metallica. O sea, todo está en movimiento y eso es lo importante. Ahora me interesan muchos grupos jóvenes como por ejemplo Biznaga o Hinds, porque están aportando discursos propios que me parecen interesantes, aunque a priori me pudieran ser ajenos por edad.
Y sobre la frase de que es la primera generación que vive al margen del rock, por un lado me parece bien en la medida de que están utilizando un discurso propio y, por otro lado, me parece una pena, porque están siendo víctimas de una época en la que la importancia del algoritmo, de las redes sociales y las plataformas de streaming está siendo más salvaje que nunca y eso les está quitando mucha cultura popular y de conocimiento, les están robando, y eso es un drama, independientemente que luego te guste la música rock u otra. El problema es que toda una tradición de muchísimas décadas está desapareciendo porque la están robando unos algoritmos de multinacionales para que el dinero fluya siempre hacia los mismos, extrayéndose del tejido local. Y eso sí lo están viviendo en esta generación de jóvenes y lo van a sufrir, aunque vuelvan a reclamarlo de aquí a nada. Los medios de comunicación de masas y las administraciones públicas deberían ser más activas en esa recuperación.
¿La música es el retrato de una época?
Siempre.
¿Y qué dice la música de esta época?
La música, en relación a su época, tiende a hacer dos cosas: comprometerse o evadirse. El trap o el rollo urbano también es un estilo que vive mucho de la imagen porque ha nacido en una época donde la imagen es muy importante. Tiene puntos muy divertidos porque es muy rápido, habla en un código generacional nuevo y actual, y tiene también una parte de evasión importante, así que en líneas globales, no es un estilo especialmente comprometido con las polémicas de su tiempo. Me da la sensación que en una época de crisis brutal en la que estamos viviendo y de crisis, sobre todo, de recursos, estamos entrando en una época en la que vamos a gestionar la carestía y por eso estamos viviendo un incremento armamentístico tanto en Estados Unidos como en Europa en los últimos tiempos porque hay que defender la escasez de recursos que hay en el mundo, pues este estilo de música está en riesgo de convertirse en ‘La orquesta del Titanic’, un barco que se hunde y mientras está hundiéndose toda este gente no hace más que hablar de ‘burpees’, del rollo bling-bling o de ‘Lambos’ (Lamborghinis). Y sin embargo la realidad es otra completamente diferente. Es decir, está habiendo un genocidio en Palestina, que no sólo representa el hundimiento moral de Israel, sino el hundimiento moral de nuestra sociedad que lo está permitiendo. Estamos viviendo la guerra de Ucrania enquistada, en la que Europa, nuestra Europa, lo único que ha aportado ha sido más guerra, que no ha trabajado nada para la paz, por lo de los recursos que te comentaba… y ‘La orquesta del Titanic’ está diciendo: “mira, si esto se tiene que hundir, que yo sea el último que me hunda y mientras tanto voy a disfrutar”.
¿Pero no te da la sensación de que hace demasiado tiempo de eso? Porque el indie también iba un poco por ahí…
Yo creo que hay de todo, porque por ejemplo, en el 2014 Vetusta Morla saca una canción, Golpe maestro, que habla de las consecuencias de la gran crisis de 2008 y sobre los movimientos surgidos a partir del 15M, Cristina Rosenvinge endurece también su contenido a nivel político, Zahara…
Y Nacho Vegas también siempre ha tenido esa línea crítica en sus letras, pero en general el indie es un movimiento puramente hedonista también, yo creo…
Lo que ocurre es que en estas tensiones sociales hay movimientos que van o de arriba hacia abajo o al revés, de abajo hacia arriba. Y en esta época hay momentos más de desborde de abajo arriba, por lo que supuso el 15 M. Entre 2008 y 2012 hay un ciclo muy libertario de artistas a nivel de contenido y sobre todo a nivel sonoro, que se necesitaba porque todo el ‘sonido Miami’, la invasión latinoamericana de gente como Paulina Rubio y Alejandro Sanz había eliminado de raíz todo el resto de culturas musicales que había en el país, y también estaba Operación Triunfo que sirvió para poner ya la puntilla a muchísimos artistas. A partir de 2008, a nivel sonoro, hay gente que, como la industria pasa de ellos, hacen lo que les da la gana y empiezan a hacer música de todas las épocas, de todos los estilos y empiezan a hacer buscar sus variedades, es cuando ese movimiento indie toma fuerza.
¿Qué pasa que poco después? El Sistema, el oficialismo, las grandes empresas o las grandes administraciones ven que pueden reconducirlo, porque había un sonido fácil o la gente reclamaba la parte más hedonista, pues quizá se apoderaron de ese movimiento para descafeinarlo. De ahí la gran burbuja de los Festivales, que pasaron de ser un evento cultural a ser un evento turístico y para Instagram, que hizo que la escena indie tomara ese cariz de mero disfrute y no contestatario, pero sí que hay grupos dentro del indie que estaban muy comprometidos, pero se tuvieron que adecuar un poco a su realidad, a la realidad que demandaba el público.
¿La bandera del rock, como elemento político, la están cogiendo las mujeres?
La están cogiendo, sí. Si yo tuviera que destacar un elemento político en los últimos tiempos, sobre todo a raíz de la última gran ola feminista, la de 2018, han sido el de las mujeres. ¿Que el rock sigue siendo machista? Sin duda, la sociedad es machista y las Artes lo siguen siendo, pero el contenido político que están aportando grupos como Shego, Las Odio, Hinds… creo que está siendo muy interesante, porque no están consintiendo cosas que hasta hace 5 ó 6 años eran normales, en las que ellas sufrían determinadas situaciones y tenían que callarlo muchas veces en silencio. Y ahora se están rebelando y están plasmando su realidad en las canciones, y por eso ha surgido tanto contenido alrededor de las mujeres, porque han estado mucho tiempo calladas y ahora les toca el turno a ellas de hablar y de cantar.
Cuando ves el cartel del Viña Rock 2024, sigues viendo casi los mismos nombres que en 1998. ¿Qué opinión te merece eso?
Hemos tenido la suerte de haber vivido unas dilatadas trayectorias de muchos de lo grandes grupos de rock de nuestro país y eso ha podido fagocitar a otros grupos o ha imposibilitado que surgieran otras escenas. Desde 2008 pocos grupos de rock han logrado destacar, podemos citar a Desakato o Berri Txarrak, ambos ya desaparecidos… Las grandes y exitosas carreras de Rosendo, Reincidentes, Los Suaves, Extremoduro, Marea… han ejercido de tapón y eso ha hecho que la escena rock se haya estancado, esa es la verdad, pero ¿cómo se refresca la escena? Mirando lo que se hace fuera, y no sólo me refiero del país, sino de tu propio ecosistema.
El título del libro es Piedra contra tijera. ¿De dónde viene?
Pues viene porque en España siempre la mayor de las censuras ha venido del ostracismo en los medios de comunicación de masas. La falta de respeto que tenemos hacia nuestra propia cultura es sonrojante. Lo denostado que ha estado siempre el cine español, las faltas de respeto constantes hacia los artistas llamándolos subvencionados… Deberíamos aprender más de los franceses, de cómo defienden su industria, o de lo que hacen en Euskal Herria, que es algo de lo que hablo en el libro, que es un espejo donde mirarse porque pueden estar haciendo giras todo el año sin salir del territorio, es una maravilla el trabajo local que hacen y cómo cuidan de su tierra. En líneas generales, creo que los medios de comunicación de masas no están cumpliendo con su labor cultural. Y claro, la Cultura, puede servirte como un simple entretenimiento y distracción, o te puede servir como espíritu crítico y respuesta contra el poder, algo que no suele interesar al sistema y de ahí nace el título, de esas tijeras que cortan, censuran y callan, y de esa piedra lanzada por el rock para acabar con la censura. Para el sistema es preferible que aquí todo el mundo esté tranquilamente entretenido sobre cuántos puntos le dan a España en Eurovisión, que en vez de escuchar a la gente joven hablando de los problemas inherentes a su realidad, como que no se pueden independizar o que tenemos una guerra en Europa.
Vivimos tiempos de una homogeneización bastante sorprendente y ¿peligrosa?
Está claro, el pensamiento único siempre es negativo y peligroso, y con el libro trato de ofrecer otra visión del mundo, de las distintas y heterogéneas escenas para que la gente tenga más opciones donde elegir. El libro trata de investigar sobre distintos caminos, proponer sendas colectivas de avance. Yo no soy un visionario ni he venido a hacer un estudio sociológico sesudo, simplemente he venido a aportar una cosa que yo creo que faltaba, como es una visión política del contenido musical en una dirección o en otra, o una visión social de cómo todo ha ido evolucionando en estos 30 años.
¿Cuántos grupos mencionas en el libro?
Creo que cerca de 2500.
La lectura del libro invita a conocer historias muy bonitas de gente que dejado su impronta en estos 30 años.
Sí, era un poco la idea también, al menos mencionar nombres de grupos, productores, periodistas… que han trabajado para hacer del rock algo grande. No puedo detenerme mucho en ellos, o al menos no todo lo que quisiera, pero sí que he querido rescatarlos para que la gente, si le interesa algún tema en concreto, siga buscando, siga abriendo esas sendas que te decía antes. Y creo que es un buen momento para hacerlo, porque hay otros compañeros y compañeras que también están aportando cosas muy interesantes. Creo que es un buen momento para revisar nuestra escena musical hasta la pandemia, que es un poco ese punto de inflexión. Por ejemplo, Nando Cruz acaba de sacar un libro de festivales imprescindible; Monty Peiró acaba de sacar también El diablo vino a mí, un libro sobre lo que supone tocar en una banda siendo mujer; yo estoy aportando este libro donde le doy un contenido político y social al rock de los últimos 30 años… no sé, creo que es una labor importante de reconocimiento y legado para el futuro lo que estamos haciendo.
Y no podíamos terminar sin dejarte la pregunta de: ¿El rock ha muerto?
No, ni va a morir jamás. No han muerto ni el blues ni el jazz, ni va a morir el rock que tiene un contenido político que muchos otros estilos no tienen. El rock siempre va a existir porque recoge la tradición, porque aporta cosas nuevas y en los choques generacionales y sonoros volverá a aparecer. No quiero decir que sea mayoritario, porque especialmente nunca lo ha sido, pero sí volverá a producir desborde, sin duda.