“El teatro refleja las miserias de la sociedad y muchas veces son vergonzosamente divertidas”
El teatro social, salpicado de comedia ácida y absurda, de Philip Ridley se sube por vez primera a un escenario español, al de Teatros del Canal del 2 al 20 de junio, gracias a la profunda admiración que la actriz, directora y productora Pilar Massa siente por el teatro británico contemporáneo.
Alimañas (Brillantes), está dirigida e interpreta por Massa, que comparte escenario junto a Ainhoa Santamaría e Ignacio Jiménez.
Es una comedia negra, repleta de giros, que promete remover nuestras conciencias en la butaca lanzándonos a la cara una cuestión: ¿Hasta dónde seríamos capaces de llegar para lograr nuestro bienestar personal?.
Carcajadas que explotan en la cara y escuecen
Ahora que el público teatral parece que demanda más comedia que otros géneros; con Alimañas (Brillantes) va encontrar comedia, pero no va a hacerle sentir precisamente cómodo en la butaca.
Es una comedia deliciosa, pero no se van a sentir cómodos porque va a surgirle la carcajada y la vergüenza a la vez con ese pensamiento de “¿de qué me estoy riendo?”. El teatro es un espejo maravilloso para reflejar todas las miserias de la sociedad que muchas veces son vergonzosamente divertidas. Precisamente por lo paradójicos que somos, por lo hipócritas. Eso lo hacen muy bien los autores británicos.
Es la primera vez que se monta un texto de Philip Ridley en nuestro país, ¿cómo llegas a este texto?
Es un tipo de teatro que me interesa, me gustan muchos los autores británicos contemporáneos, siempre estoy mirando para ver que han escrito o que han montado. Cuando monté Esa cara de Polly Stenham, Ignacio Jiménez interpretaba a mi hijo e hicimos amistad. Nos fuimos a Londres juntos, vimos la función, la compramos, pero le dije que era muy joven para hacerla porque se supone que es un tipo que tiene treinta y tantos años y está a punto de tener un bebé. Pero cuando comenzó la pandemia, dijimos: “¿Y si preparamos un dossier y vemos qué pasa?”, así que nos liamos la manta la cabeza. Así llega el texto, buscando autores británicos e historias que me gustaran, y esta cosa sentimental de haberle dicho a Nacho que teníamos que hacer algo juntos cuando fuera mayor.
Dices que te atraen los autores contemporáneos británicos, ¿qué es lo que te llama la atención de su teatro?
Me gusta porque son concisos, porque no tienen finales felices, escriben sin concesiones, cuentan lo que cuentan y luego no buscan la triquiñuela para llegar a un final feliz.
Philip Ridley hace una cosa maravillosa, lo cuenta desde un prisma completamente absurdo; parte de una premisa divertida y absurda y te mete en esa “ilógica de la lógica” y me parece todo un desafío para mí como artista.
Philip Ridley es un autor que crea un tipo de teatro denominado ‘in your face’, ¿qué quiere decir esto y en qué lo refleja a través de Alimañas (Brillantes)?
Quiere decir lo que literalmente traduciríamos, que es un teatro que te explota en la cara, es una cosa que ni te esperas. La función es muy sorprendente. Implica al espectador de una manera en la que no pretende que le guste y Philip Ridley no solo te implica porque estés sentado en la butaca, sino porque te toca; el público es un personaje muy importante en la función sin quien no se podría hacer la obra, se le utiliza como confesor. La confesión de un individuo ante una comunidad.
¿Qué temas se abordan desde Alimañas (Brillantes)?
Habla de la sociedad de consumo, del capitalismo, de lo profundo que cala en los seres humanos la religión católica; son una serie de cosas que me apetece mucho criticar. Es un tipo de teatro de denuncia desde un prisma que aquí no se hace nunca que es desde el humor negro, dificilísimo y divertidísimo, pero es teatro macabro y para mí es todo un reto hacer humor negro. Ridley tiene premios de cine en Sitges, con eso te lo digo todo.
Pone de manifiesto una realidad muy cruda, la sociedad de consumo y lo hace como algo que nos merecemos, la desigualdad tremenda que hay en diferentes aspectos de nuestras vidas. Y me gusta porque todo esto que te cuento tan seriecita, lo cuenta desde una premisa absurda, que es el tipo de teatro que hace, lo coloca en un punto absurdo que culmina en una lógica implacable, en una metáfora desgarradora sobre nuestra sociedad de consumo, del capitalismo, de la condición humana, de cómo nos justificamos a nosotros mismos por lo que hacemos.
En Alimañas (Brillantes), como dices, se abren unos cuantos debates a través del humor: La doble moral, el acceso a la vivienda, los límites entre lo colectivo y lo individual o sobre lo que estamos dispuestos a hacer por nuestro bienestar. ¿Cómo lo has trasladado al escenario?
Es un tipo de teatro muy complicado porque busca el humor de una manera muy inteligente y rebuscada. Está absurdamente contado, pero no como Pinter o Ionesco, parte de una premisa real, cotidiana, una pareja que va a tener un niño al que un programa de revalorización de vivienda les ofrece una casa; una cosa completamente normal, pero después pega un giro descarnado, desmesurado, llevado al límite. Ahí está el reto para los actores. La función está llena de sorpresas, cuando piensas que ya sabes de qué va, pega un giro que no te esperas. La he concebido en un espacio vacío, hexagonal, para que sea frío, casi matemático.
Todos estos temas acaban confluyendo en una pregunta: “¿Qué harías tú?”. Una pregunta que puede que muchos no nos atrevamos a responderse con sinceridad ni a nosotros mismos, ¿no?
Ahora ensayando me he dado cuenta que también habla sobre esa cosa de aparentar, nos va la vida en aparentar. Hay un momento en el que uno de los personajes dice: “Pero no te das cuenta que nuestros vecinos van a tener cosas mejores? ¿no quieres que tu hijo no lo pueda tener?”. No sabemos lo que haríamos porque la vida nos coloca en sitios inesperados; la vida es surrealista. Nunca sabes qué te va a pasar cuando la vida te pone al límite, no al límite en el que se encuentra Alimañas, pero creo que es una metáfora increíble. Es maravilloso porque no tiene ningún tipo de concesión con la moralina.
¿Cómo es la adaptación que ha hecho Manuel Benito? ¿En qué aspectos habéis querido incidir? ¿varía en cuanto al original?
Estoy encantada como pocas veces, se enamoró de la función desde el primer momento. Él hizo una primera traducción que ya se leía muy bien, era muy fiel al estilo preciso y matemático de Philip Ridley, con un tipo de lenguaje muy difícil de interpretar y de afrontar; es conciso, matemático, frases cortísimas. Insisto a los actores que no hay morcilla que quepa porque tenemos que conseguir una unidad de estilo. Este tipo de teatro es como un cuchillo.
El autor nos envió una especie de guía que, si la sigues, sucede un poco como con el verso, que si lo dices bien se entiende todo, pero si haces tu propia interpretación ya es otra cosa. Es una especie de partitura que si la sigues a rajatabla te da el tono ella sola. Durante la pandemia, entre los dos, a través de Zoom, fuimos afinando y viendo cómo hacer para que las frases sonaran tan cortas y contundentes como si las estuviéramos diciendo en inglés. La función en ese sentido chuta maravillosamente. Incluso estamos pensando en proyectos nuevos en los que trabajar.
Pilar, eres una actriz que ha evolucionado a directora, ¿cómo llegaste a la dirección?
Soy directora de casualidad, soy artista y al final tocas diferentes palos. Fui a Londres y vi una obra que se llamaba Aquellas colinas azules de Dennis Potter que estaba en el National Theatre de Londres. En ese momento estaba casada con un actor y decidimos montarla. Se me dio medio bien, tuve muy buenas críticas. Estrenamos en el Lara. ¡Con esa obra debutaron con nosotros Jorge Calvo y Ana Otero! Después me llamaron para hacer otras cosas. A partir de entonces unas cosas han salido mejor que otras. No sabes ni cómo saldrá ni lo que te va a gustar.
Como directora te has movido en todo tipo de propuestas, ¿qué es lo que debe tener un espectáculo para que decidas ponerte al frente?
El texto. Tiene que tener un buen texto. Por ejemplo, cuando monté El notario, sentí que estaba en la edad de contar esa amargura de esa mujer de cincuenta y tantos, en esa sociedad opresora de un pueblo. Ahora es el momento perfecto para Alimañas. Soy muy fiel a la unidad de estilo y pienso que hay que ser muy fiel a los autores y a las historias que quieres contar, y contarlo lo más sinceramente posible, en el sentido de la profesionalidad, de ser honesto.
¿Cómo percibes el horizonte en el terreno de las artes escénicas en nuestro país?
Veo un futuro esperanzador. Creo que la comunión entre el escenario y el patio de butacas es algo tan extraordinario, tan exclusivo, que creo que no puede acabarse. Ni Netflix ni la tele podrá con esto. Hay mucho talento y la gente quiere contar historias. Veo a la gente joven cómo se une para sacar adelante proyectos, con ganas de crecer, con mucha ilusión por hacer teatro. Tenemos que seguir yendo a los teatros a sentarnos, a pagar en taquilla y esperar a que nos cuenten historias en ese mismo día y solo para ti. Eso es tan único… No es mejor ni peor, ¡es único!.