Fotos: Carlos Luque
En una casa de campo idílica, corrompida por la inevitable práctica humana y familiar, tres personajes se conocen gracias a las virtudes de salir al fresco. Eusebio, un escritor que busca refugio, regresa después de veinte años a la que fue la casa de campo de sus abuelos. Allí se encuentra con Matilde, una cocinera, y con Manolo, un albañil de la región. Eusebio, ante la imposibilidad de usar la casa para lo que desea, ya sea por culpa de su familia o de los alquileres vacacionales, proyecta construir una cabaña en la que volver a sentir la inspiración.
Pablo Rosal, autor y director de A la fresca, propone una sugerente fábula sobre el encuentro de tres desconocidos a través de la conversación. Una conversación que, si permanecemos atentos, es capaz de crear comunidad. Una comunidad de tres, proporcionada y en miniatura, capaz de acogernos a todos nosotros. Esta obra efervescente, que se sostiene en la pequeñez de la charla y las palabras, está construida como un rosario de metáforas que multiplican sus significados al colisionar con nuestro cerebro. Rosal construye un artefacto único cargado de poesía. Un relato tierno donde el universo funciona y sigue siendo dulce. Donde todavía conversamos con el vecino. Donde se celebra eso tan corriente de sentarnos al fresco para no hacer nada.
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