Ilustrando tres plagas del siglo XX, Robert Lepage construyó en 1994 la pieza fundacional de su compañía canadiense Ex Machina, The Seven Streams of the River Ōta, una experiencia memorable que lo situó como uno de los directores esenciales contemporáneos. Sus siete horas de duración avanzan por la memoria histórica de la pasada centuria: de la bomba de Hiroshima a los campos de concentración, al sida, a través de historias íntimas de personajes anónimos. Décadas después de aquel estreno, Lepage ha rescatado esta proeza dramática encarnada por personajes que oponen la sensualidad o la risa a la adversidad: una hibakusha irradiada que sobrevive a sus heridas, una artista que descubre el camino del Medio donde no lo esperaba… o un joven bailarín que viaja para iniciarse al butoh.
“Es algo que he hecho mío. Hacer recordar a la gente, colocar algo en su memoria, que puedan experimentar a través de sus sentidos algo que no harían a través de los libros”, ha señalado Lepage sobre la condición de memoria que para él tiene su teatro. Memoria del mundo, como la que dejó en 2012 en el Festival de Otoño (la de la invasión estadounidense en Irak) con Playing Cards 1: Spades (Juego de cartas 1: Picas) y memoria propia, como la que contenía 887, el montaje que en 2022 llevó al espectador del Festival de Otoño a la infancia de Lepage y a sus relaciones familiares.
En esta revisión de The Seven Streams of the River Ōta no ha habido reescritura del montaje original, quizá un poco de limpieza, ha reconocido Lepage, como la que se les hace a los cuadros para que se distingan con mayor nitidez. Sus narraciones ordenadas en siete secuencias siguen siendo las mismas que abarcan 50 años de la historia mundial: la visita de un soldado fotógrafo a Hiroshima para documentar el horror de la explosión atómica y su encuentro con una niña ciega y su madre desfigurada, las experiencias de una niña de 11 años en el campo de concentración de Theresienstadt; la relación de amistad entre dos hombres habitantes en una pensión neoyorquina de la década de los 50; el contagio del sida de uno de ellos tiempo después en Ámsterdam, donde ha convocado a familiares y amigos; la representación teatral de un grupo quebequés en Osaka en 1970; la visita de un periodista a Hiroshima para realizar entrevistas con motivo del 25 aniversario de la bomba…
Esas historias íntimas discurren en una escenografía de cajas, abiertas frontalmente, que se transforman en diversos escenarios configurados como reminiscencias de la arquitectura japonesa, con sus puertas correderas, tabiques, bastidores. Sutilmente, en la sucesión de historias va definiéndose el paisaje de ideas de Lepage, la búsqueda de sentido, de la serenidad en medio de un mundo de muerte y horror.