¿En qué contexto nace este festival hace veinte años?
Ellas Crean nace en el seno de la Presidencia del Gobierno en el año 2005 amparado por el Instituto de las Mujeres con una clara vocación de servicio público. Entonces había una falta de representación de mujeres en el mundo de la Cultura así que, en torno a la celebración del 8 de marzo -Día Internacional de las Mujeres-, articulamos una semana dedicada a mostrar el talento de las mujeres en todas las disciplinas. Desde siempre ha tenido ese carácter multidisciplinar, es decir, te puedes encontrar cine, música, danza, literatura, poesía, con un carácter reivindicativo, pero también de celebración. Nuestro país estaba en un momento político muy interesante. Quedaba mucho para que llegara el #MeToo (2017), pero en ese momento España se abre mucho a derechos civiles, con una Ley de Igualdad, con una Ley Contra la Violencia de Género y de ahí en adelante muchos países del mundo nos miran porque tenemos muchos avances y la Cultura al final es un reflejo de lo que sucede en la sociedad. El festival lo que buscaba era equilibrar esa presencia de mujeres. Me parecía interesante mostrar a las mujeres más jóvenes unos espejos donde mirarse y ver que podían ser directoras de orquesta, escribir poemas, dirigir obras de teatro…
¿Cuáles son las principales líneas de trabajo?
Trabajamos sobre dos líneas que creo que han sido una constante durante estos veinte años. Una es mostrar el talento y dar oportunidades a quienes menos las tienen. Cuando digo quienes menos las tienen, estoy hablando del mundo de la composición, del mundo de la danza… Y la otra línea de trabajo muy importante en todas las ediciones del festival es la memoria. Recuperar la memoria de aquellas mujeres que alfombraron el lugar por donde pasamos ahora las demás. Hemos traído a Emilia Pardo Bazán, Santa Teresa de Jesús, María Moliner… es decir, todas las pioneras. Y dar visibilidad a mujeres que estaban ahí y a las que no se conocía.
Y después de estos años de andadura, ¿se ha logrado equilibrar las cuotas?
Hay una obligación desde lo público en equilibrar esa balanza. Yo soy muy partidaria de las cuotas, muy partidaria en tanto se equilibre la balanza una vez que ya estemos en igualdad. Creo que todavía no está equilibrada la balanza, aunque se han dado muchísimos pasos positivos desde que empezamos. He visto que, por ejemplo, en el cine hay ahora una eclosión tremenda de mujeres realizadoras. Y todo esto ha sucedido porque hay unas políticas que han incentivado que esas mujeres estén ahí. Como observadora privilegiada, pienso que el mundo de la música es muy reacio a equilibrar esa balanza y hay mucho déficit todavía en los puestos de responsabilidad y esto también ocurre en el mundo de los museos. Hay un esfuerzo muy grande por nivelar esa presencia de mujeres. Estas dos décadas han servido para ver emerger el talento de una manera brutal. España es un país rico en cultura y en patrimonio artístico somos líderes mundiales, pero también, y esto de verdad hay que reivindicarlo y tenemos que creérnoslo, es que somos líderes en talento. He visto una eclosión tremenda de mujeres artistas de las que he sido testigo del desarrollo de sus carreras. Me vienen a la cabeza dos nombres como Rocío Molina y Rocío Márquez, mira dónde están ahora. Nos encontramos en un momento muy bueno. Tenemos muchísimas mujeres artistas con un enorme talento que lo único que necesitan son espacios y políticas activas.
¿Cuáles son los criterios para escoger la programación? ¿Te encargas tú sola o hay un equipo detrás dándote apoyo?
Somos un pequeño equipo que cuando acaba una edición lo que hacemos es empezar ya a mirar cosas, incluso propuestas que se nos han quedado sin poder programar. Además, no contamos con un presupuesto muy grande y realizar la búsqueda de espacios es complicado porque no disponemos de una sede. De ahí que programemos en los museos. Al final, el festival es muy artesano. Dependiendo del espacio que tengamos podemos hacer una cosa u otra. En este pequeño grupo vamos comentando lo que vemos, incluso propuestas que nos llegan por vídeo, aunque siempre preferimos ir a verlas.
Entre una y otra edición, ¿podéis organizar actividades paralelas?
Eso sería un sueño, que el festival pudiera tener una continuidad. Hay una generosidad por parte de los artistas porque cuando decidimos programar hay veces que desconocemos el presupuesto con el que vamos a contar. Y, por otro lado, dependemos también de los cambios políticos. Al final es como estar en una cuerda floja constante. Echo de menos tener más tiempo para poder hacer más encargos y poder contextualizar más, porque luego todo se precipita. Es una locura.
Centrándonos en tu carrera, ¿cómo ha sido abrirte camino en el mundo de la Cultura?
La verdad es que estoy haciendo Cultura desde mis inicios en Comisiones Obreras. Ahí fueron mis primeras gestiones, dirigiendo la revista Trabajadora. Digamos que esos trabajos, sin saberlo, fueron el germen del Festival Ellas Crean.
También dirigí Conde Duque, allí me encontré trabajando en el mismo despacho con más personas porque no teníamos sitio, era como el camarote de los Hermanos Marx. Me pasó alguna vez que, al recibir una visita, se dirigieran antes a mis compañeros que a mí, pero es cierto que fueron pocas veces y no he tenido problemas en ese sentido. Creo que venía muy aprendida de mi trabajo en los sindicatos.
Tocando tantos palos a nivel profesional: directora de este festival, de Conde Duque, asesora de cultura del Ministerio, gestora cultural… ¿Dónde has sido más feliz desarrollándote laboralmente?
Pues he codirigido un corto en plena pandemia en mi pueblo. Un pueblo de la España vaciada de Ávila. Me he implicado ahora mismo en un festival chiquitito que se llama Lo Sagrado, en otro pueblo pequeñito de Ávila y de verdad que me está dando unas satisfacciones tremendas. Los proyectos más pequeñitos me están ilusionando mucho. Ellas Crean, es muy importante, por supuesto, pero ahora mismo me satisface mucho esas iniciativas. O, por ejemplo, trabajar con las mujeres de mi pueblo recuperando la memoria porque tenemos una vida casi enfocada a las ciudades. El mundo rural es una memoria que se nos va.
Como gestora cultural, ¿crees que hacen falta más en puestos de direcciones artísticas de teatro?
Tengo el privilegio de dar una pequeña clase en la escuela de verano de la Complutense desde hace 5 años aproximadamente para hablar del Festiva Ellas Crean y de gestión cultural. Los gestores culturales somos quienes conectamos al público con los artistas.
Creo que, al menos desde lo público, el gestor cultural debe tener la tendencia a pasar desapercibido. Digo desaparecer para permitir aflorar el talento y que los artistas puedan mostrar su trabajo con dignidad y que el público lo reciba. El público es sagrado y eso tiene que estar en un gestor cultural. Tiene que propiciar que al público le llegue el hecho cultural de una manera digna, que tenga toda la información y elementos, porque también hay un carácter de formación de la ciudadanía que no debemos olvidar desde lo público. La cultura no es solamente disfrute, alimento para el alma, sino que también hay conocimiento y el gestor tiene un papel muy importante. Es una figura muy necesaria pero no debe convertirse en protagonista. Hay gestores que tienden a ser artistas o tienen un alma de artista, pero lo que deben tener impregnado es que son servidores de lo público. Existe mucha tendencia a querer dejar la impronta. Un buen gestor no programa lo que le gusta, sino lo que es adecuado en el contexto en el que está la institución para la que trabaje. Además, debe estar pendiente de lo que está pasando, o sea, tiene que estar atento al pulso del público. Tienes que quedarte al final de la obra y pasearte para escuchar al público. No concibo la gestión sin estar.
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