La CNTC estrena La fortaleza, con texto y dirección de Lucía Carballal. Se trata de un espectáculo que forma parte de los Diálogos contemporáneos, ciclo cuyo objetivo fundamental es poner en valor la capacidad de nuestros clásicos para influir en la creación contemporánea, y a su vez poder brindar la posibilidad de que autores de la actualidad iluminen los aspectos menos conocidos de estas grandes obras. Se trata de piezas originales que dialogan desde la contemporaneidad con nuestro legado clásico, en este caso con El castillo de Lindabridis, de Calderón de la Barca, obra dirigida por Ana Zamora y actualmente representándose en la sala principal del Teatro de la Comedia.
La fortaleza gira en torno a la herencia: todo aquello -material o inmaterial- que recibimos de nuestros padres, también el patrimonio cultural que, como sociedad, heredamos de las generaciones que nos precedieron. ¿Qué hacer con todo ese pasado? ¿Qué nos mueve a preservarlo? ¿Podemos confesar que, a veces, no sabemos qué hacer con él? ¿Cuánto debemos dejar atrás para poder avanzar? Quizá cada persona, cada época, se define por el lugar que le otorga a sus ruinas.
Si bien el motor de la obra de Calderón es el afán de una princesa por heredar el reino paterno, La fortaleza aborda el anhelo de una hija por ocupar un lugar en la vida de su padre, arquitecto de éxito ya desaparecido con el que convivió poco y al que ya solo puede acceder a través de los edificios que construyó.
Poniendo el foco en la figura del padre, la autora y directora Lucía Carballal establece un nexo entre su propia biografía y El castillo de Lindabridis. «Nunca pensé que mi padre, su ausencia y su arquitectura me darían la llave para acceder a Calderón, o que Calderón me daría la llave para acceder a mi padre al que no pude conocer demasiado», añade Lucía Carballal.
Pero La fortaleza también es una obra sobre el legado, que toma como disparadero El castillo de Lindabridis para abordar la figura del padre, estableciendo una analogía entre el concepto de padre y el concepto de patrimonio cultural. Para la autora «La relación con el material no era tanto con el texto de Calderón sino con lo clásico y que este interrogante me iba a conectar con los espectadores, porque todo el mundo tiene más o menos una relación compleja con ese molde o esa herencia que todos hemos recibido de las generaciones anteriores o de nuestros maestros y que, de alguna manera, ya no sabemos muy bien cómo articular para convertirlo en algo personal o privado o importante para nosotros».
La obra está narrada por tres actrices que ofrecen tres perspectivas, tres intentos de construir a un padre y al mismo tiempo escapar de él, tres maneras de mirar al pasado desde la contemporaneidad, tres diferentes puntos de vista que corresponden a diferentes etapas de la vida, porque con el transcurrir de los años cada vez que miramos al pasado lo hacemos de forma diferente.
Protagonizan la pieza las intérpretes Eva Rufo y Mamen Camacho y Natalia Huarte, actrices que han formado parte de la primera, segunda y tercera promoción de la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico. Actrices versadas en el arte de la prosodia del verso clásico al haber dado vida a muchos personajes del Siglo de Oro puesto que, entre las tres, suman más de una veintena de montajes producidos por la CNTC. La elección de estas actrices añade un elemento más a la dramaturgia del montaje ya que representan la continuidad de la herencia del patrimonio teatral clásico.
Sobre la elección del elenco Lucía añade «pensando en qué pinta podía tener esta obra llegué a la conclusión de que eran tres monólogos, tres aproximaciones distintas a esta historia, pensé que tenía sentido llamar a tres actrices, que habían estado muy vinculadas a la CNTC y que se sucedieron en el rol de actriz principal en diferentes montajes, y pensé que esa trayectoria y ese juego de relevos también podía tener un papel en la obra: la idea de que son actrices que se han ocupado profesionalmente de relacionarse con ese legado, con esa herencia y que han hecho de ello su tarea durante muchos años y que también han tenido que gestionar el peso de ello y el dejar de dedicarse a ello, y encontraba paralelismos entre la propia historia y mi relación con el texto clásico».
EL EQUIPO ARTÍSTICO
Completan el equipo artístico Pablo Chaves Maza (AAPEE) responsable de la escenografía y del vestuario para el que rescata vestidos que han sido utilizados por las intérpretes del montaje en tres producciones anteriores de la CNTC en las que participaron: El Perro del Hortelano -versiones dirigidas por Eduardo Vasco en el 2010 y Helena Pimenta en el 2016-, y La moza del cántaro -dirigida por Eduardo Vasco en el 2011-. Pilar Valdelvira (AAI) firmando una iluminación que busca la esencia con tonos básicos, claros oscuros y dentro de un código muy teatral. El diseño de sonido, responsabilidad de Benigno Moreno, trabaja con tonos duros y con armonías muy esenciales en la búsqueda de la esencia y la abstracción enfatizando la propuesta escenográfica. Elvira Ruiz Zurita a cargo del trabajo de videoescena, y del que Lucía Carballal comenta «el trabajo de Elvira tiene dos partes, la parte documental que tiene que ver con la representación del trabajo arquitectónico y de su relación con el castillo, y por otra, una parte de la videoescena es una creación artística que interpreta los temas principales de la obra».
EL EQUIPO ESCÉNICO
El espacio escénico es muy conceptual, simula una sala de exposiciones de un museo de arte contemporáneo, con una escultura pendiendo del techo que representa una alegoría del castillo volador de Lindabridis, y relacionándola con los edificios -fortalezas- que, como arquitecto, construyó el padre de la autora. Una escenografía que nos habla del vínculo con el padre, de lo inalcanzable, de la relación entre lo terrenal y lo ideal.
«Todos los mecanismos que he encontrado para distanciarme y para encontrar sensaciones de ruptura los he intentado aprovechar, y el espacio es uno de ellos. La reflexión que hay de fondo era buscar una estética que fuese exactamente la contraria de la que, a priori, se asocia al teatro clásico, a una obra del Siglo de Oro. Una sala de arte contemporáneo en la que la pieza es casi indescifrable y necesitamos una cartela que nos explique cuál es el significado de la obra», explica Lucía Carballal.
La fortaleza es una obra honesta, profunda y muy personal, en la que Lucía Carballal se abre en canal para acercarse a su padre reflexionando sobre la herencia recibida, una obra con la que cierra un ciclo y que recupera el buen teatro como catarsis. Una obra que surge del interrogante de en qué punto puede encontrarse con un material ajeno a ella y difícil de mirar desde la perspectiva actual. «La admiración de autora hacia un autor consagrado del Siglo de Oro, no me servía para hacer una obra nueva que tenía que escribir y dirigir, sino que me tenía que conectar con algo más difícil, no sabía cómo relacionarme con el argumento. Me resultó más interesante hacer de eso el tema de la función» apostilla Lucía Carballal.