Sobre un caballito de madera, borracho de nostalgia y de tequila, ante la expectante audiencia de un pútrido cabaret muy sospechoso, un mariachi no canta porque no se ha afiliado a la orquesta de las consideraciones, un mariachi no baila porque no tiene necesidad de trazar el gesto insignificante o el movimiento decisivo de los ataques, un mariachi no habla porque es manso y no llora la destilación de aire que le separa, solemnemente, de sí mismo. El mariachi cuenta una historia, la suya… una historia de mariachis: No queremos contar las ventanas de tu casa. No queremos comprender tu parábola. No queremos oler tu agua de colonia. No queremos oír a tus flatulencias componer marchas militares. No queremos complacerte. No queremos sorprenderte. No queremos discutir con tu entendimiento. No somos libres, pero gritamos ¡libertad!
Cada espectador es un intrigante si trata de explicar una sola palabra de lo que ve… porque nuestra cabeza es redonda para que el pensamiento pueda cambiar de dirección.