En un pueblo minero del altiplano andino, un hecho horrible ha tenido lugar. Sonia reclama a Franklin, el responsable sindical de la mina, el cuerpo de su hijo y asegura que lo mataron para realizar el rito de la wajtacha: el servicio de sacrificio al Tío de la mina, una especie de deidad entre diabólica y protectora que los mineros veneran.
Franklin no quiere creer semejante horror e intenta convencer a Sonia para que desista en la búsqueda del cadáver, pero, después de las reclamaciones de la mujer, admite desenterrar al niño y darle sepultura en terreno sagrado.
A partir de ese momento se desencadena un constante número de accidentes, así como el encuentro de una veta de mineral riquísima que enriquece a todos los mineros.
A todos excepto al propio Franklin, cuyo sentido de la realidad y la justicia lo obligan a quedarse en la mina, a quedarse junto al Tío.