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Cloud Gate Dance Theatre en España

Cheng Tsung-lung: “Me fascina poder llevar la danza contemporánea a tanta gente”

El Ministerio de Cultura de Taiwán presenta a la legendaria compañía taiwanesa Cloud Gate Dance Theatre en la celebración de su 50 aniversario con una gira por Europa que traerá a Madrid la obra 13 Tongues, con funciones en los Teatros del Canal los días 6 y 7 de diciembre, y en el Auditorio de Santa Cruz de Tenerife los días 20 y 21 de diciembre.

13 Tongues es la primera creación para Cloud Gate de Cheng Tsung-lung -sucesor de Lin Hwai-min, fundador de la compañía-, que recrea en ella los recuerdos de su infancia en Taipéi conjugando tradición y modernidad en una pieza de danza caleidoscópica.

Este prestigioso coreógrafo nos cuenta cómo se siente al dirigir una de las compañías de danza más importantes de Asia y que sensaciones tiene al comenzar su gira por España.

 

13 Tongues. ©Liu Chen-hsiang

 

Empezaste a bailar a la edad de 8 años, ¿cómo y por qué te iniciaste en la danza?

Desde pequeño era terriblemente enérgico, hasta el punto de tener rasgos de una persona con hiperactividad. Mi madre me animó a ir a clases de danza confiando en que me ayudaría a transformar toda esa energía en belleza y no en caos.

 

¿Y en qué momento decides que bailar va a ser tu profesión? ¿Fue siempre el único camino o había otras alternativas?

En mi opinión, esto no es una profesión. Desde que comencé en el mundo de la danza, hasta el día de hoy, el movimiento siempre me ha mostrado su rostro más bello. Incluso cuando en la actualidad tengo que hacerme cargo de otros tantos asuntos que no tienen relación con la danza, siempre están relacionados con ella y mi motivación al hacerlos es la de contribuir a su difusión y transmitir la belleza que se esconde en los ritmos corporales y en las emociones del alma.

Sí que hubo un momento en el que me planteé volver junto a mi padre y hacerme cargo de la fábrica de calzado familiar, y también otro cuando quise abrir un cibercafé muy cool con videojuegos en alguna calle de Taipéi, pero, por algún motivo que no consigo explicarme, siempre he terminado regresando al mundo de la danza.

 

¿Cómo llegas a Cloud Gate Dance y qué sentiste al formar parte de una compañía tan prestigiosa?

Ha sido un proceso muy duro. El entrenamiento físico de Cloud Gate es muy distinto al que yo había practicado de niño porque incorpora movimientos del taichí, las artes marciales e incluso de meditación y caligrafía. Tiene una parte de práctica interior, de trabajo de consciencia, y otra de práctica exterior, de movimientos corporales fundamentales. Ha sido como dar el primer paso hacia un proceso de exploración constante.

 

Cloud Gate Dance Theatre en España en Madrid
Imagen de Cheng Tsung-lung. ©Lee Chia-yeh

¿Cómo fue ese momento en el que te encargan la dirección de Cloud Gate Dance? Imagino que fue un momento feliz para ti, ¿pero sentiste el vértigo de guiar a una de las compañías más prestigiosas de Asia?

Recuerdo que, cuando escuché por primera vez al maestro Lin Hwai-min mencionar que le gustaría que fuera yo quien le sustituyera como director artístico la sorpresa fue tal que me quedé paralizado unos segundos. Tras mucho meditarlo, acepté el reto. En aquel momento lo tenía tan claro como ahora: aceptar el puesto y sustituir al maestro Lin era una gran responsabilidad, pero también es cierto que en Cloud Gate hay una gran cantidad de compañeros y compañeras con experiencia y sabía que estarían dispuestos a apoyarme en mi objetivo de seguir haciendo avanzar a la compañía. Es precisamente este detalle el que conforma el mayor de mis retos: el de producir piezas nuevas. Tal y como dijo el maestro Lin, él no deseaba que Cloud Gate se convirtiera en un museo que únicamente reprodujese sus antiguas creaciones.

De puertas para adentro y en soledad, confieso que aún estoy asustado por la responsabilidad. Pero de puertas para afuera, cuando salgo en nombre de Cloud Gate, no hay miedo que me pare.

Por decirlo con pocas palabras, Cloud Gate pertenece a Taiwán, y no a mi como individuo. Yo me veo como un enorme destornillador encargado de ensamblar todas las piezas, deseoso de hacer que la compañía continúe su avance hacia el futuro.

 

En cada propuesta de la compañía imprimes tu sello personal, ¿pero tienes como referencia el trabajo de Lin Hwai-min? ¿Mantener su legado es uno de los objetivos con los que afrontas este trabajo?

Es inevitable que haya diferencias entre las piezas del maestro Lin y las mías porque el origen de nuestra experiencia es distinto y tuvo lugar en momentos históricos diferentes. Sin embargo, creo que ambos extraemos inspiración de nuestro entorno y somos honestos con nosotros mismos y nuestras creaciones, adaptándolas a los tiempos, reconectándolas con Taiwán y utilizándolas para entablar un diálogo con nuestros contemporáneos y nuestras contemporáneas.

Me sería imposible continuar con la estética del señor Lin, no podría, aunque lo intentase. Nuestro desarrollo y nuestra experiencia, nuestros entornos familiares, el ambiente de nuestras épocas, todo es distinto. Sí que es cierto que, tanto el Sr. Lin como yo, hemos vivido en el mismo contexto cultural y en las mismas tierras, pero, como ocurre con las plantas, sobre el mismo suelo crecen flores muy distintas.

 

Pero imagino que hay que adaptarse a los nuevos tiempos. ¿Cómo estás haciendo evolucionar el trabajo de Cloud Gate Dance para arrastrar a nuevos públicos?

Creo que es importante combinar los elementos tradicionales asiáticos con los avances en danza contemporánea. Mi convicción es que la danza debería ser compartida con mucha más gente, incorporarla en la vida de la sociedad y del público, esto tiene que ver con el espíritu de Cloud Gate, o, mejor dicho, esta idea ha estado durante muchos años en el centro de la creación de Cloud Gate, modificando poco a poco la visión que tenía de la danza. Si he conseguido mejorar hasta alcanzar la posición actual ha sido a través de la práctica constante, y es desde aquí desde donde puedo seguir creciendo.

Aunque he de decir que mi estilo de baile no es fijo, sino que varía a medida que pasa el tiempo, de acuerdo a los cambios en mi pensamiento y a las experiencias artísticas que recibo de colegas trabajando en otras disciplinas. La técnica básica la aprendí de Martha Graham y a través de la práctica en Cloud Gate. Estos son mis cimientos y el lugar desde el que quiero continuar desarrollándome, descomponiendo los conocimientos aprendidos y volviéndolos a ensamblar de forma novedosa.

Esta es una exploración que excede los tiempos de lo antiguo y lo nuevo, es sin duda fascinante participar de la construcción de los cimientos de una conexión invisible, derribar la rigidez de un tiempo mono direccional y enriquecer el cuerpo y el alma.

 

¿Qué papel tiene una compañía como Cloud Gate Dance dentro de la sociedad taiwanesa?

Me cuesta pensar en un coreógrafo, de cualquier lugar del mundo, que haya conseguido ganarse el respeto y el cariño del público de su tierra, incluso de quienes no tienen ningún interés por la danza, como lo ha hecho el maestro Lin Hwai-min. Bajo su dirección, Cloud Gate no sólo ha recorrido el mundo con sus giras, también ha hecho que la danza entre en las escuelas y en la educación para promover la formación de nuevos coreógrafos y afianzar aún más el papel del Teatro Cloud Gate como lugar de representación y desarrollo de otras artes.

Cuando veo las miles de personas que se congregan en las actividades exteriores que organiza Cloud Gate me pregunto fascinado cómo hemos conseguido llegar a atraer a tantísima gente a la danza contemporánea. El ambiente en estos eventos es increíble. Mi esperanza es la de ser capaz de mantener y hacer avanzar este espíritu para continuar enseñando la alegría de la danza en cada rincón de Taiwán, para que se baile en la ciudad y en el campo.

 

Tú llevas en la compañía desde 2006, así que viviste de lleno el terrible incendio que en 2008 destruyó vuestro lugar de trabajo, llevándose además toda la historia acumulada desde 1975. ¿Cómo vivió la compañía aquel dramático suceso y de dónde sacasteis las fuerzas para seguir creando?

Tanto mis colegas en el equipo de baile como yo, al igual que toda la sociedad taiwanesa, lo vivimos con sobresalto y tristeza. Sin embargo, en seguida me sirvió para marcarme nuevos objetivos; como una flor que asoma sobre el barro, la muerte de un ser sirve para dar el empuje de energía a otro que nace.

Aquel año, bajo la dirección del maestro Lin Hwai-Min, no se pospuso ninguna representación. Recibimos apoyo moral y económico de parte de empresas taiwanesas, ciudadanos y ciudadanas, y simpatizantes extranjeros. En poco tiempo estábamos inaugurando el nuevo complejo al otro lado del río; un nuevo Cloud Gate donde albergar espectáculos y representaciones.

Este esfuerzo colectivo me resultó profundamente inspirador.

 

Gracias a vuestro prestigio podéis girar por el mundo con vuestros espectáculos. ¿Cómo es esa sensación de poder bailar en lugares como Londres, Nueva York, Berlín…? ¿Hay mucha diferencia de cómo os recibe el público en cada país?

No sé el porqué, pero allá donde vayamos recibimos siempre el cariño del público. Supongo que es otro de los aspectos fascinantes de la danza, que no entiende de diferencias idiomáticas o culturales y consigue acercarse al sentir común de la gente.

 

Cloud Gate Dance Theatre en España en Madrid
13 Tongues. ©Liu Chen-hsiang

 

Ahora llegáis a España. ¿Cómo afrontáis esta gira que os llevará por tres ciudades de aquí?

Estoy deseando conocer la reacción del público español. Esta es la primera vez que representamos una obra mía al completo y me encantaría que, como ya ha ocurrido en el pasado con Cloud Gate, tuviese una cálida acogida y sirviese para incentivar más intercambios y diálogos.

 

Nos vais a mostrar por primera vez vuestro trabajo 13 Tongues, ¿cómo y de dónde te nace la idea de esta creación?

En el proceso de creación de 13 Tongues he tratado de recuperar, a través de un narrador apodado ‘Trece Lenguas’ que recita la historia, mis recuerdos de infancia; las escenas y los sonidos de Wanhua, el barrio más antiguo de Taipéi. En esta pieza se pone en escena un mundo imaginario lleno de seres divinos que a día de hoy aún siento cercano, pues el colorido y el dinamismo de las ciudades de interior sigue siendo un elemento importante en nuestras vidas en la actualidad.

 

¿Cómo es la propuesta escénica que habéis elaborado? ¿Qué elementos destacan en 13 Tongues?

Esta pieza surge de las calles, de las vidas de la gente, de los aspectos esotéricos de la fe, del barullo y el jaleo, de los festines que tienen lugar al caer la noche. No creo que estas escenas pertenezcan a una geografía en exclusiva, allí donde haya gente y lugares en los que pueda fluir el deseo, la fuerza interna de las personas encontrará la forma de manifestarse, es probable que el carácter abstracto de la danza sirva para facilitar la conexión del público con esta consciencia, como si fuera un iceberg que permanecía escondido bajo el nivel del mar.

Los momentos de oscuridad en el escenario simbolizan las sombras de mis recuerdos. En un primer momento, cuando la memoria despierta, lo hace desde la oscuridad. Poco a poco, con cada situación que recordamos, el escenario va recuperando voces y ganando vitalidad, transmitiendo mayor colorido al público.

 

¿Cuándo creas una propuesta nueva lo haces a partir del cuerpo o desde la música? ¿O son dos elementos indisolubles que van creciendo a la vez?

Ambos son indispensables, la música contiene los ritmos del cuerpo, y los ritmos del cuerpo no pueden separarse de la música. Por ejemplo, en la vocalización de los gritos, las canciones tradicionales, o los mantras taoístas que los bailarines y las bailarinas efectúan sobre el escenario durante la representación de 13 Tongues se aúna danza y música, y sería imposible separar sus componentes.

 

Para aquellos que no hemos tenido la suerte de viajar a Taipéi, ¿qué nos puedes decir de tu ciudad a nivel cultural, de vida en la calle? ¿Qué nos podrías decir para que desde España la pudiéramos imaginar?

Taipéi es una ciudad en la que lo viejo y lo nuevo, el pasado y el presente se unen con una inmensa belleza. Aquí viven gentes de lugares y culturas muy distintas, puedes verlo en la arquitectura y los templos de la ciudad, e incluso saborearlo en la oferta gastronómica de los cientos de puestos de comida callejera que hay.

Además, la gente aquí es muy amigable. Yo diría que Taipéi es la ciudad más segura y con más rostros sonrientes del mundo.

 

 

¿Qué recuerdos tienes de tu trabajo vendiendo zapatillas en las calles de Taipéi? ¿Qué aprendiste de esos momentos?

Puse un puesto callejero de venta de calzado cerca de mi casa, en uno de los barrios más antiguos de Taipéi. Es una zona con muchos templos budistas y taoístas tradicionales y, al mismo tiempo, es también el barrio rojo y está lleno de puestos de comida, bares, y restaurantes. De pequeño, con la perspectiva de entonces, me parecía que era el testigo diario de una película no apta para menores; veía las rencillas y persecuciones entre bandas mafiosas, a las chicas de la calle, jovencitas y entradas en años, sonreír desde debajo de sus compactos maquillajes, a las gentes llevar a cabo los ritos tradicionales taoístas y las demás actividades religiosas populares, a los gigantes de los templos, a los hombres haciendo el baile del dragón y del león, las calles estaban llenas del ruido ensordecedor de los petardos y los instrumentos tradicionales, de mendigos y señores.

Es difícil decir qué es lo que aprendí, pero no me cabe duda que esos sabores y esas imágenes han dejado una fuerte huella en mi memoria y que a día de hoy aún puedo rememorarla y volver a sentirla.

 

¿Qué sientes cuando bailas?

Es una sensación indescriptible, sólo puedo animar a todo el mundo a que baile más a menudo.

 

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