Agosto de 1964, Socuéllamos, Ciudad Real. En la víspera de su Primera Comunión, las cuatrillizas más famosas de España dan vueltas en sus camas. No pueden dormir pensando en el ansiado -y temido- momento de recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo. La inocencia de sus conversaciones deja al descubierto los estereotipos de la España franquista a las puertas del que debe ser ‘el día más feliz de sus vidas’. Sobre ellas se cierne la sombra de la mano severa de la religión, del miedo a pecar y del terror a decepcionar al resto (y a ellas mismas).
Veinte años más tarde, las cuatrillizas vuelven a encontrarse. Misma habitación, idéntico desvelo, aunque ahora ‘ese otro día más feliz de sus vidas’ es su boda. Los nervios, las dudas y las confesiones aparecen de nuevo bajo el embozo de las sábanas en un contexto político y social muy diferente: la España socialista y de la movida. Las hermanas tampoco son ya las mismas, aunque los clichés morales que aún sobreviven siguen adheridos a las costuras de sus camisones.
El día más feliz de nuestra vida es un compromiso con nuestro pasado reciente; un compromiso que tenemos con nuestras madres y con todas aquellas mujeres que no pudieron decidir más allá de lo preestablecido. Mirando hacia atrás con humor, con todo nuestro cariño… para ellas.