Foto: Nacho Noriega
Después de que la extrema derecha llegue al poder, una compañía de teatro reflexiona sobre cómo proceder. Algunos deciden irse, otros se quedan. Kurt Köpler decide conducir la pelea desde adentro. La belleza es el arma del artista. ¿Pero cuánto tiempo puedes seguir así? ¿Dónde termina la estrategia y dónde comienza el compromiso fatal?
Kurt Köpler no es un cínico arribista como Hendrik Höfgen, el protagonista del Mefisto de Mann. En manos de Lanoye es mucho más complejo, mucho más trágico: un actor (el ‘gran actor’ por excelencia) que pacta con los tiranos convencido de que milita en la causa del Bien. Cree, ingenuamente, que podrá mantener su libertad artística y «atacar el sistema desde dentro», y luego, cuando las cosas empiezan a venir mal dadas, piensa que así podrá salvar vidas.
La obra de Lanoye transcurre en 1936, en Centroeuropa, cuando la ascensión de Hitler. En un importante teatro público, se produce un relevo significativo. Su director decide exiliarse por razones políticas y quien ocupa la vacante es otro profesional de la escena, convencido de que podrá enfrentarse al nuevo régimen con un teatro comprometido.