La fiesta es aún peor de lo que esperaban, así que tanto Leyre como Diana abandonan pronto el reencuentro de su antigua promoción del instituto, al que ni siquiera saben por qué han acudido. Hartas de la explosión de nostalgia noventera y decididas a continuar la noche en cualquier otro sitio, ambas encuentran en la necesidad de compartir taxi una excusa para alejarse, al menos durante unas horas, de una vida a la que a veces les cuesta regresar. Dispuestas a beberse -metafórica y literalmente- la madrugada, las dos se dejan llevar por la ciudad en busca de algún ‘deus ex machina’ que, a sus cuarenta y algo, les permita creer que el presente no está tan lejos del futuro idílico que les prometieron y que, cosas del éxito, se les sigue escapando.
Esta sí tenemos que bailarla es una ‘road-movie’ tragicómica y canalla en la que dos mujeres en sus cuarenta deciden huir de sus vidas durante una noche. Una comedia ácida llena de momentos que van de lo íntimo a lo explosivo, en la que sus dos protagonistas comparten madrugada a vueltas con sus dudas, su nostalgia tramposa y sus ganas de vivirlo -y bebérselo- todo
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