Fotos: Alicia Albiña
¿Vuestra unión nace por azar, por amor al teatro o por amor a Mihura?
Roger Álvarez: La génesis está en que el autor, Fernando de las Heras, vino a ver el montaje que se hizo en 2019 en el CDN de Tres sombreros de copa, dirigido por Natalia Menéndez, en el que yo hacía precisamente de Don Rosario. Fernando y yo nos conocemos desde hace muchos años y el año pasado me sorprendió pasándome el texto de Los sombreros olvidados. Él es un gran autor, me gustó mucho su texto y poco a poco me animé a sacarla adelante. Así que empecé a buscar con la que llevarla a cabo y lo primero fue intentar encontrar un Dionisio y di con Javier (Arriero), que es el mejor Dionisio que podría haber encontrado y estoy encantado, porque está haciendo un papel sorprendente. Hemos resultado ser una suerte de Don Quijote y Sancho Panza (risas). Y Javier me trajo a Luis (Flor), al quien tampoco conocía, pero me ha descubierto también a una persona maravillosa, así que muy feliz de estar embarcado en este proyecto con ellos.
Podemos decir que ese día en que Fernando fue a verte como Don Rosario nació Los sombreros olvidados
Roger Álvarez: Pues sí, Fernando y yo nos conocemos desde hace muchos años, hemos trabajado juntos en otros proyectos. Ese día vino a ver la obra al María Guerrero como te digo y se le ocurrió la idea de hacer un spin-off de Tres sombreros de copa o una secuela pero centrándose en la vida de Dionisio y Don Rosario, dos de los personajes de la obra original de Mihura, preguntándose qué sería de sus vidas 20 años después. La verdad es que me sorprendió la idea y me gustó mucho esto que ha creado Fernando para que descubramos qué ha pasado con Dionisio en todo este tiempo, que le dejamos marchar a su boda con Margarita como quien iba al matadero.
¿Qué nos vamos a encontrar en este spin-off?
Javier Arriero: Pues vamos a ver qué ha pasado con sus vidas 20 años después como te comentaba Roger. Tampoco queremos descubrir todo el regalo de esta obra, porque creo que va a sorprender mucho.
Roger Álvarez: A grandes rasgos, nos situamos en 1952 y vemos a un Dionisio que ya no es aquel jovencito inexperto, Margarita ha muerto, así que es un hombre viudo que va en busca de aquella felicidad que conoció 20 años atrás en la habitación de hotel que regentaba Don Rosario y de aquella Paula que tanto le fascinó. Él va en esa búsqueda y se encuentra por casualidad con este Don Rosario que es un sobrino del Don Rosario original, pero que es un vivo reflejo de su tío. El hostal que dibujó Mihura ya no está en una ciudad del norte junto al mar, ahora estamos en el centro de Madrid.
Un poquito más de regalo dadnos…
Roger Álvarez: Pues nos vamos a encontrar con una función que tiene el aroma de Mihura, aunque evidentemente Mihura solo hay uno, pero que también tiene la huella de nuestro autor, Fernando, que le ha dado su toque personal y que nos sitúa en esa posguerra que se vivió en España y retrata muy bien también situaciones de aquella época a través de los ojos de este viudo, Dionisio, que nos hace de una forma muy personal mi compañero Javier, que lo dota de una gran humanidad. Además Javier tiene ese sello, para mi gusto, de los actores clásicos como Alfredo Landa, salvando las distancias, pero tiene esa humanidad, esa cercanía, esa vulnerabilidad que le va muy bien al personaje. Es un Dionisio sorprendente.
¿En qué sentido sorprendente?
Roger Álvarez: Bueno, ya lo veréis (risas).
Javier Arriero: Gracias por tus palabras, Roger. Yo pienso lo mismo de ti y gracias a ti, que eres el motor de esta obra, estamos embarcados en este proyecto tan maravilloso. Los tres estamos poniendo nuestra alma en este trabajo y ha sido gracias al entusiasmo que mostró Roger desde el principio y que nos ha contagiado. Yo estoy leyendo a Mihura todos los días de lo enganchado que estoy a esta historia.
¿Y a qué apela Los sombreros olvidados?
Javier Arriero: Lo que queremos transmitir al público con Los sombreros olvidados es cómo la ilusión es el motor de muchas cosas en la vida. Esta obra dibuja muy bien cómo somos como seres humanos, cómo la vida nos va pasando por encima muchas veces y que tan solo la ilusión por algo o alguien hace que seas capaz de apreciar y valorar los momentos y de seguir adelante. También es una obra que apela en cierto sentido a la nostalgia.
Roger Álvarez: La ilusión es la gran clave de la obra, sí, la ilusión es algo fundamental para vivir. Los objetivos son lo que te hacen ir para adelante como decía Javier y en esta obra vemos como estos dos personajes se ilusionan y tratan de construir un futuro. También es una historia de amistad, de soledades, de pérdida, de encuentros y de reencuentros.
Javier Arriero: Pero todo esto desde una perspectiva de comedia, porque la obra es una comedia, no lo olvidemos.
¿Ha cambiado mucho Dionisio en estos 20 años?
Roger Álvarez: A Dionisio le conocimos como alguien pusilánime en Tres sombreros de copa. Mihura retrató muy bien esa lucha entre los deseos individuales y las convenciones sociales en la obra original. Dionisio hizo lo que debía en su momento, que era casarse con Margarita porque era lo que todos esperaban que hiciera. Ahora vemos a un Dionisio viudo que se pregunta lo que quiere hacer de verdad en su vida.
Javier Arriero: Mihura reflejó muy bien ese pensamiento propio de la época sobre el estoicismo, hacer lo que había que hacer, aguantar lo que tocara aguantar y avenirse a las convenciones sociales, algo que le pasaba a hombres como Dionisio y también a la mayoría de mujeres, por supuesto. Siempre hay una fantasía de tener otra vida distinta a la que te ha tocado y ahora Dionisio tiene la oportunidad de luchar por ella. Hemos respetado mucho al Dionisio original, sigue siendo un hombre normal y convencional, que es su esencia, pero ahora tiene una nueva oportunidad de encontrar un camino distinto al que le marcaron.
Roger Álvarez: Aquí veremos a un Dionisio que lucha por encontrar ese camino y veremos cómo se sobrepone a la adversidad y como crece y lucha por sus objetivos. El personaje en la obra tiene un arco de evolución muy bonito.
¿Y cuál es la ilusión de Don Rosario?
Roger Álvarez: El objetivo de mi personaje es no estar solo.
Luis Flor: A toda costa, además (risas).
Roger Álvarez: Don Rosario está más solo que la una, el pobre. Este Rosario es tan cariñoso y tan exageradamente afectivo como lo era su tío, pero es que además es más entrometido que él y más manipulador. Y todo lo hace con el objetivo de no estar solo.
Javier Arriero: Por eso es muy quijotesco todo como hemos dicho, porque yo me dejo embaucar y me meto en el mundo de Don Rosario. Quiero destacar el trabajo de Roger, porque hace algo fascinante con este Don Rosario.
Como ya hiciste en el montaje de 2019…
Roger Álvarez: Muchas gracias. Yo este personaje ya lo conocía de ese espectáculo que montamos en el CDN, pero ahora voy más allá, porque es el sobrino. Partimos del mundo de Mihura y de la esencia original del personaje, pero ahora vamos más allá, nos movemos por derroteros diferentes, hay cosas muy de Hitchcock, porque a Mihura le gustaba el género policiaco y el misterio y ahora Luis nos ha potenciado eso para lograr darle a la obra una capa de suspense cómico que creemos puede ser muy interesante.
Pues Luis, háblanos de tu trabajo en esta obra.
Luis Flor: Yo tengo que decir que soy debutante como director, dirigí hace tiempo un monólogo, pero algo de entidad esta es la primera vez que lo llevo a cabo. Sí que soy dramaturgo y actor, pero le debo a Roger esta oportunidad y estoy muy agradecido por todo, porque está siendo muy fácil trabajar con ellos, son dos actores muy completos, que cantan, tocan instrumentos y que interpretan de forma maravillosa, además… lo hacen todo y eso me permite un juego y unas posibilidades tremendas.
Además, en esta obra hemos hecho un ejercicio de carpintería del teatro de siempre, está todo cuidado y mimado al milímetro.
¿Habías visto otros montajes de Tres sombreros de copa? ¿Por dónde les has hecho transitar ahora a ellos dos?
Luis Flor: He visto muchos Mihuras antes, sí, pero el trabajo ha sido muy intuitivo porque ellos dos ya tienen un aroma Mihuriano de base. Cuando ves que hay una materia prima muy buena el trabajo del director yo creo que debe ser no molestar ni entrometerse demasiado. Hay que tratar de limpiar y limar ciertas cosas, pero sin fastidiarla, porque ellos dos ya dan muchas cosas.
¿Esta obra es un homenaje a Mihura o una reivindicación?
Luis Flor: Pues un poco de ambas cosas la verdad, y ambas muy necesarias. Yo admiro mucho a Mihura y a Jardiel y el teatro de esa época y siempre hay que volver a ellos porque nos enseñan muchas cosas.
Javier Arriero: Sí, es un teatro que hay que reivindicar.
Roger Álvarez: Pero no nos olvidemos que Los sombreros olvidados es una obra original, está el aroma de Mihura, está el amor a Mihura, pero no es un Mihura.
En 1952 la gente que fue a ver la obra original mayoritariamente fue la gente joven…
Roger Álvarez: Esa fue la sorpresa, que de repente la gente joven fue la que acudió a ver la obra y alucinó con ella. Luego, la llevaron a un teatro comercial y no funcionó, porque la gente no la entendía. Así que estábamos ante algo rompedor.
Vuestro reto es mayúsculo, tener que llevar también a la gente joven a ver este montaje.
Javier Arriero: así es, pero eso es lo bonito también, todo un reto. Hay que volver a los clásicos que es el origen de todo, hay que reconocer el valor de Mihura y con esta obra también pretendemos un poco eso, poner en valor su forma de hacer teatro.
Luis Flor: Ese teatro artesano, como he dicho antes, sin olvidarnos que Tres sombreros de copa es una de las comedias más importantes de nuestra historia.
Roger Álvarez: Es una de las obras más emblemáticas, sino la más, porque tiene esa mezcla de melancolía y humor tan característica de Mihura y ese aliento poético es el que le ha hecho pervivir más en el tiempo. Sí que es verdad que esta obra es un homenaje y una reivindicación como hemos dicho antes, pero yo creo que Mihura sigue de actualidad, que nunca se ha ido y que cada cierto tiempo aparecen propuestas sobre sus textos.
¿Y cómo es la puesta en escena?
Roger Álvarez: Luis ha querido reforzar mucho la melomanía de mi personaje. Su tío, el original, ya era melómano y le encantaba tocar la trompeta y aquí hemos ido incluso un poco más allá. Luis ha querido llevar un poco más allá esa parte musical y la música tiene mucha importancia en la obra, tanto la que escuchamos por la radio como la que tocamos nosotros mismos.
Luis Flor: Es una puesta en escena muy teatral, llena de mucho juego y de música, de poesía, de sorpresas. Es una obra en la que cada poco tiempo salta una cosa que no te esperas.
Tiene que ser un trabajo muy dinámico por lo que contáis.
Luis Flor: sí, es muy dinámica y muy trabajada. Roger y Javier están sometidos a un gran desgaste durante toda la función porque no paran.
Roger Álvarez: Dentro de los lujos que tenemos en este espectáculo hemos contado con la colaboración especial de Loles León, Millán Salcedo, Marta Fernández Muro y David Hernández que nos ayudan en determinados momentos. Son personajes reconocibles con el que queremos integrar más al público, lo que denota el cuidado y el mimo que hemos puesto en este trabajo y que ojalá lo puedan apreciar.
¿En escena cómo es esa interacción con ellos?
Roger Álvarez: De alguna forma se materializan. Está su voz a través de unas conversaciones telefónicas y esas voces nos ayudan a desarrollar la trama desarrollada por Fernando de las Heras.
Mihura desarrolló un lenguaje bastante rupturista en su época (no olvidemos que escribió la obra en 1932). Vosotros situáis la obra en 1952. ¿Qué tipo de lenguaje vemos, algo más contemporáneo o adaptado a aquella época?
Luis Flor: No, ha respetado el código de la época. Lo hemos respetado en todos los sentidos, a nivel de lenguaje, de estilismo… el hecho de que las conversaciones telefónicas sean tan importantes en la obra es porque en aquel momento todo el mundo se relacionaba así, era la vía de comunicación más inmediata y un elemento fundamental en la sociedad de entonces. Carpintería teatral.
Roger Álvarez: Estamos poniendo tanto esfuerzo y tanto cariño que es un riesgo importante llevar a cabo este montaje. Mira que yo he hecho cosas complicadas a lo largo de mi carrera, pero aquí me siento que hago funambulismo en cada escena. Hemos tenido que ensayar como unos atletas para poder llevarla a cabo.
Javier Arriero: No paramos durante toda la obra. Hay mucho riesgo, hay trabajo de interpretación, musical, hay algo de clown también porque hay un trabajo de manipulación de objetos, como con los sombreros…
Los objetos eran muy importantes en la obra original de Mihura, a los que dotó de un simbolismo especial, igual que los nombres de los personajes. ¿En vuestra propuesta ocurre igual?
Luis Flor: En esta obra, al igual que ya hemos dicho de la música, el atrezzo es otro intérprete más. Todos los objetos tienen su significado, hemos elaborado una coreografía con todo lo que está dentro de la obra. Está todo muy medido y no hay lugar para la improvisación, a nivel de movimientos me refiero. Llevamos trabajando desde abril para que todo salga como tiene que salir, tal y como lo hemos coreografiado. Luego está la emoción y el trabajo personal de ellos dos, su organicidad, que en cada función será distinto, pero la puesta en escena está pensada al milímetro, de forma muy precisa para que todo funcione.
Javier Arriero: Por eso hemos tenido que trabajar mucho la parte física y los movimientos, para poder llegar a cada cosa en su justo momento como un reloj, para que funcione todo a la perfección como dice Luis. Y luego ya el trabajo de meter la emoción dentro de toda la aparatosidad.
Luis Flor: Por eso hablamos de magia y de ilusión al referirnos a esta obra, porque lo que subyace en el texto es luchar por las ilusiones de la vida, pero es que además, todo en la obra es como una ilusión óptica para que el espectador disfrute con esa magia sin que se vea todo el trabajo y el esfuerzo que hay detrás, que todo fluya como si fuera natural.
La obra original tiene un poso triste y melancólico al final. ¿Vosotros mantenéis ese tono o aportáis un rayo de luz?
Luis Flor: Pues es una comedia y la hemos trabajado como tal, pero también hay ese poso triste y momentos de mucha intensidad.
Javier Arriero: Dionisio se desnuda más, se muestra más que en el original y eso nos hace pasar por momentos complicados.
Luis Flor: Pero también hay momentos muy cómicos y muy divertidos y es verdad que al final queda un mensaje esperanzador y bonito.
Roger Álvarez: En el fondo es una obra ilusionante, la ilusión es uno de los elementos fundamentales que mueven el texto y a los personajes. Es esperanzadora, pero te muestra las dos caras de la moneda.
En el dossier explicativo el autor hablaba de esta época en la que estamos rodeados de fake news, de manipulación a todos los niveles… Fernando termina su exposición en el dossier con una frase: ¿Cuál es la miseria social, moral y sentimental aquí y ahora? ¿Cuál es para vosotros esa miseria actual?
Roger Álvarez: El teatro del absurdo nació en una época de guerras para intentar explicar una realidad difícil de comprender. Curiosamente ahora estamos en una época parecida, lo más cerca que hemos visto un conflicto bélico, se están proyectando unas sombras que no sabemos hasta dónde llegarán y el mundo del absurdo y la comedia hacen su papel como intérpretes de lo que pasa alrededor.
Luis Flor: Para mí, esa miseria es el odio que nos rodea, toda esa toxicidad que hay alrededor de los seres humanos. Y esta obra habla de todo lo contrario, de abrazarnos los unos con los otros, de darnos más cariño, de tratarnos con más respeto, con más amor… y es ahí donde está ese mensaje de esperanza que decíamos antes. Ahora enseguida se insulta, enseguida se desprecia y todo eso nos va envenenando. Ese odio enquistado y latente que la gente vomita es el mal de nuestros días. Esta obra es un canto al amor y al cariño, pretende reivindicar que nos tenemos que querer más.
Javier Arriero: La obra también habla de la autenticidad de cada uno, algo que se pierde mucho en estas vidas perfectas y retransmitidas por RRSS. La gente es muy manipulable también. Se supone que deberíamos haber aprendido ya algo como sociedad, pero no, volvemos a cometer los mismos errores de siempre. Por eso hay que mirar de vez en cuando hacia atrás y volver a nuestra esencia, la de amarse y respetarse, la de ayudarnos los unos a los otros.
Para evitar esa manipulación, ¿la verdad la encontramos en el teatro entonces?
Luis Flor: El teatro nos hace reflexionar, pero de ahí a que el teatro cambie algo tengo mis dudas… me encantaría que fuese así, pero me da que ahora mismo no, que la gente sale de ver la obra y difícilmente se propone cambiar cosas.
Roger Álvarez: La verdad tiene muchas caras también, es caleidoscópica. Y cada obra de teatro te ofrece una imagen de la verdad, pero no la verdad completa, que será una suma de todas las verdades que se construyen. Fernando de las Heras ha partido de una verdad, que es la que nosotros mostramos. Luego, cada persona que venga, que saque sus conclusiones y ya veremos si eso le cambia de alguna manera.
Y a nivel personal, ¿cuál ha sido vuestra gran lucha por alcanzar la felicidad?
Luis Flor: Yo creo que estoy en camino de alcanzarla, nunca se consigue del todo.
Roger Álvarez: La felicidad es estar contento contigo mismo, vivir el momento, este momento, no pensar en lo que me deparará el futuro, es algo que me da felicidad. La felicidad es cada pequeña cosa que haces a lo largo del día y que va sumando, no creo que sea algo tan alejado o tan etéreo. Y por supuesto en tener objetivos y poder trabajar para alcanzarlos, como levantar un proyecto como este.
Javier Arriero: Yo ahora mismo soy feliz haciendo esta obra (risas). Y en general, yo me quedaría con la felicidad que me proporciona el escenario. Cuando estoy arriba y siento que todo fluye es que no puedo ser más feliz. Es pura magia y por eso me siento tan bien con Los sombreros olvidados, porque apela a esa ilusión. Es como ser un niño siempre abriendo un regalo por Navidad. Y creo que también me hace feliz cuidar a los demás, que la gente que quiero esté bien es algo que me hace enormemente feliz.
Luis Flor: Y ahora que dices eso, esta función conecta mucho con el niño que llevamos dentro, con esas ilusiones puras que son las que tienes en el mundo de la infancia. Si pierdes esa ilusión no se puede ser feliz. Esta obra también es un viaje al País de Nunca Jamás.