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EL HUMOR NEGRO COMO ANALGÉSICO A LA ‘QIEVRA’

«El humor no es ofensivo, lo ofensivo es el tono en el que se puede plasmar ese humor o el filtro personal de cada uno a la hora de recibirlo”

A finales de septiembre se estrenó en Nave 73 la obra QIEVRA, dentro del marco de la VIª Edición de IMPARABLES. Hablamos con el equipo responsable de la propuesta que nació del posgrado del Estudio Juan Codina.

La insolencia es cautivadora

Fotos: Dani Jaén

 

Quiebra: “Rotura de una superficie de cierta dureza o rigidez” (RAE).

Lo más probable es que, al pensar en el término ‘quiebra’, venga a tu mente una imagen de un muro desgastado que comienza a hacerse añicos. Al menos, eso es lo que, de primeras, me imagino yo. Supongo que es más fácil relacionar un concepto tan negativo a algo material que llevárnoslo al terreno personal, porque, ¿qué pasa cuando los que nos quebramos somos nosotros? ¿es actualmente el término ‘quiebra’ un reflejo de la sociedad? ¿estamos perdiendo cada vez más humanidad?

A finales de septiembre se estrenó en Nave 73 la obra QIEVRA (30 de septiembre-2 de octubre), dentro del marco de la VIª Edición de IMPARABLES. Esta muestra de nuevos creadores acoge proyectos nacidos en distintas escuelas de artes escénicas y busca dar visibilidad a creaciones realmente sobresalientes que merecen poder llegar al gran público. Y es que las nuevas generaciones llegan pisando como verdaderas ‘motomamis’ con propuestas tan originales como arriesgadas, que cohesionan distintas disciplinas artísticas para lograr ‘quevrarnos’ por dentro. “QIEVRA ha sido un proceso y un espacio donde mostrar nuestros pensamientos de manera libre, sin miedo a ser juzgados o criticados. Es un espectáculo en el que creo que es imposible no verte reflejado y reírte de ti mismo”, explica Laura Aguado, una de las once intérpretes que forman el elenco.

 

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Un retoño con mucho carisma

No lo niego. A mí me va la marcha. Disfruto en la intensidad y busco todo aquello que me hace sentir escalofríos. Adoro sentir, pero sentir de verdad. La sensación de intercalar lágrimas de risa y dolor me parece orgásmica. Y es que, a la vida hemos venido a jugar, por eso admiro todo aquello que me mueve cosas por dentro, que me hace enfadarme con el mundo, plantearme cosas y mantiene activa mi mente. Todo ello lo logra el grupo de posgrado del Estudio Juan Codina con su hijo escénico que, si hubiese sido elegido genéticamente (como uno de los temas que tratan en él), podríamos decir que el grupo apuesta por dotarle de empatía, humor, descaro y mucho, mucho carisma. Vamos, que todas querríamos tirarle la caña a ese hijo en un futuro, porque consigue hacerte reír y te enseña cosas, sin ir de listo. “Nunca pretendimos imponer nuestro discurso ni aleccionar al espectador. Le mostramos lo que hay y que cada cual saque sus propias conclusiones”, afirma el actor Alberto Fraga.

Y es que, la insolencia de QIEVRA es cautivadora porque nos coloca de frente a la incomodidad, a todo aquello que, sabemos que existe, pero hemos decidido interiorizar de una forma inhumana para protegernos de esa ‘qievra’ interna a la que se nos expone. “De fondo, existe un trabajo relacionado con la figura del bufón. En la antigüedad, era el único que podía reírse en la mismísima cara del rey, destapar las verdades que nadie se atrevía a decir. Siempre estaba pisando esa fina línea en la que, si al rey se le antojaba, podía ser ejecutado. Para nosotros, en QIEVRA no existe verdadero humor sin cierta dosis de peligro”, explica Mario de la Iglesia. “Siempre hemos buscado un humor crítico y ácido, un espacio en el que poder reírnos de todo y de todos, pero sin llegar nunca a faltar el respeto”, añade su compañero Yerai Fernández.

 

Establecer límites, encontrar el equilibrio

Hablando con ellos, les pregunto sobre esta forma tan contundente y ruidosa de entrar en el mundillo. Y es que, a pesar de las risas, estas son agridulces, pues la obra trata con cero tabúes conceptos tan potentes como narcisismo, insaciabilidad, inconformismo, alienación o promiscuidad. Y me pregunto, ¿no les da miedo la reacción del público? “Miedo siempre se tiene, lo importante es cómo manejarlo. En la obra siempre buscábamos el conflicto respecto al debate público que hay en la actualidad y no dudábamos en meter el dedo en la llaga” me comenta Yerai. “Encontrar el equilibrio sobre una denuncia social, que no deja de ser una autocrítica, y un respeto y disfrute de poder reírnos de ello, sin que el público fuera en exceso golpeado, creo que fue nuestra mayor disidencia”.

 

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Pienso en la de discusiones que habrá llevado delimitar ese tope, en cómo se consigue lograr esa bofetada de realidad sin ofender a una sociedad que sigue censurando actos creativos y ensalza la libertad de expresión con verborreica ‘bulimia verbal’ mientras acosa a todo aquel que no piensa igual escondiéndose tras una pantalla. “Creo que la base está en las creencias de cada uno. El humor no es ofensivo, lo ofensivo es el tono en el que se puede plasmar ese humor o el filtro personal de cada uno a la hora de recibirlo”, defiende la actriz Mía Blázquez. Escuchándola hablar, pienso en la importancia de entender y dar cabida al humor en un día a día que nos agobia y oprime. “No creo que conservara ni un ápice de salud mental si no hubiera podido apoyarme en el humor como canal a la resiliencia”, afirma.

Además del humor, llama la atención el gran trabajo de elenco, voz y danza que hay detrás y que se pone de manifiesto tanto en escena como en la parte audiovisual de la obra y para la que los jóvenes artistas han contado con la ayuda de John Cámara, en la parte más corporal, y la mirada de Ana Pascual y Ángel Ruiz.

 

Formación como intérpretes y creadores

Les pregunto sobre el papel que desempeña la formación en la profesión del actor. “Es imprescindible, ya que nuestro instrumento de trabajo es nuestro cuerpo. Sería impensable que en cualquier profesión, antes de ponerte a trabajar, no adquirieras unas nociones básicas sobre cómo utilizar el instrumento con el que trabajas”, afirma Alberto.

Además, en su formación actoral se insiste en involucrarles en todo el proceso creativo, formándoles no solo como actores, sino también como creadores. Así, la acertada decisión de escenografía y vestuario ha sido pensada también de manera colectiva, contando con la ayuda de Alma Mendoza. “La ‘qievra’ también se aprecia en la ropa: en las zonas claras, donde se ve carne, y en las oscuras, donde se tapa”, me explican.

Por último, les pregunto sobre cómo ha sido ese ‘salir al mundo’ y si pueden dar algún consejo a aquellos artistas que, como ellos, están comenzando su andadura y se hacen mil preguntas sobre cómo vender sus proyectos. “Somos conscientes de que mover la obra es una tarea ardua que en ocasiones al intérprete le parece ajena, pero no lo es. Si no te lo dan, hay que ir a buscarlo, por eso nuestro consejo es que no se cansen, que compartan con el grupo el ‘peso’ de la producción teatral”.

Puede que el objetivo de este joven elenco formado por Alberto Fraga, Aleix Esqueret, Eduardo Gallo, Eva Carrera, Iker Urgoiti, Javi Díaz, Laura Aguado, Laura Soler, Mario de la Iglesia, Mía Blázquez, Yerai Fernández y dirigido por Juan Codina con la ayuda de Eva Carrera y Ana Caso no buscase hacer un teatro pedagógico, pero, a mí, me han enseñado muchas cosas. Mi corazón se ha ‘quevrado’ tras reflexionar sobre temas como la pobreza, los suicidios, las fallas de la sanidad pública, la ‘titulitis’ o la superficialidad, sí, pero también han logrado ‘coserlo’ a base de risas, riesgo y libertad.

Apostemos por este tipo de teatro, por los nuevos creadores y por hacer de la risa el mejor analgésico contra el odio.

 

 

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