En un mundo en el que gobierna la parálisis y el miedo, la única forma de sobrevivir es salirse de uno y acogerse a la distancia que nos ofrece el humor. Hay que reírse como acto violento, como seña de rebeldía y, con esa lucha, combatirse hasta a uno mismo.
Quievra es Q de querulante, I de irreverente, E de estrambótico, V de vacío, R de revulsivo y A de ansiógeno; es el retroceso de un arma en la que todos apretamos el gatillo. Un mosaico de delirios que, a fuerza de costumbre, hemos acabado dando por cuerdos.
Quievra es la reivindicación de lo jocundo; un espectáculo que no se ríe de nadie, se ríe de todo. Incluso de sí mismo.