Por Jose Padilla
Foto: Javier Naval
Un pasaje de la Anábasis de Jenofonte (385 a. C.) dice: “Amigos míos, esos que veis frente a nosotros son el último obstáculo que nos impide estar donde tanto hemos luchado por estar. Así que, si es posible, debemos comerles vivos”. La palabra anábasis se puede traducir del griego antiguo como incursión, también como la expedición al interior de un lugar e, incluso, como la progresión de una enfermedad.
El lunes 7 de octubre de 2019 Los Ángeles Lakers, el archiconocido equipo de baloncesto de la NBA, cruzaba el mundo en un vuelo transoceánico desde su ciudad hasta Shanghái, en el corazón de China. El propósito de esta visita era jugar dos partidos contra otro equipo NBA, los Brooklyn Nets, como parte de la pretemporada de ambos. Pero este partido no iba a ser otro cualquiera, lo que les esperaba a estos jugadores en el Lejano Oriente iba a ser un conflicto diplomático de proporciones planetarias cuya fase más crítica terminaría involucrando a las más altas esferas de los gobiernos chino y americano, adquiriendo tintes de los años de la Guerra Fría.
En ese mapa, un grupo de atletas de élite se encuentran en el corazón de un conflicto que les es ajeno para cumplir con sus millonarios contratos. La libertad de expresión, las tensiones políticas, las delaciones, las torturas, los arrestos injustificados, el nuevo orden mundial, puede valer lo que vale un contrato de la NBA en el imperio del sol conformando así un mosaico en el que será mejor no caer vivo. Corre.