El dramaturgo y director Josep Maria Miró regresa a la cartelera madrileña con una de sus obras más aplaudidas: El principio de Arquímedes. Un texto que ha sido traducido a más de 15 idiomas, ganador del Premio Born de Teatro 2011 y finalista al Premio Max al mejor texto teatral 2012.
Una historia que aborda y explora los prejuicios de nuestra sociedad y las graves consecuencias que pueden tener las malinterpretaciones y suposiciones que hacemos sobre hechos que presenciamos, que ahora podemos ver en el Teatro Quique San Francisco -del 22 de abril al 29 de mayo- con Alejandro Tous, Ana Belén Beas, Pablo Béjar y Guillermo López en un elenco dirigido por el propio Miró.
¿Reflexionar sobre lo que ves?
Por Josep Maria Miró
Foto de portada Moisés Fernández
El Principio de Arquímedes nos sitúa en el día en el que en un centro de natación los niños van a aprender a nadar sin soporte, sin ayuda. En este punto delicado para los niños en el que hay miedo,
miedo al agua y a estar solos y no tener ninguna ayuda, uno de ellos no quiere hacerlo. Ante la situación, el entrenador gestiona este miedo con un abrazo y un beso. A partir de este hecho arranca la historia.
Los padres de los niños alertados por este beso se preguntan por cuál es la naturaleza de ese gesto teniendo en cuenta que ha habido casos de abusos en centros próximos y es una realidad que está muy presente en las noticias y en los medios de comunicación. Se crea, por tanto, una especie de bola de nieve alrededor de este suceso.
La obra habla de los sistemas de educación, de los sistemas de control y de los sistemas de confianza, y hace referencia a un triángulo que es el de educadores, padres y niños. Se plantean cuestiones como la seguridad, el control, los prejuicios, el miedo y, sobre todo, la realidad de una sociedad en la que hay una línea muy delicada que impide diferenciar lo que es un gesto de ternura de un gesto de peligro.
Cuando escribí El Principio de Arquímedes buscaba un diálogo con el espectador sobre esta cuestión contemporánea de preocupación por encontrar un equilibrio entre los sistemas de seguridad y el afecto y signos afectivos, por ejemplo, en el ámbito de la educación. Creo que el público siente que tiene un papel activo en esta obra porque no es un texto que dé respuestas, sino que es una propuesta que busca que el espectador se posicione, y para ello tiene que estar presente y manifestarse. Reflexionar acerca de lo que piensa sobre lo que está viendo. Esto le proporciona una singularidad muy importante porque su papel resulta fundamental. Éste era, sin duda, uno de mis objetivos y es uno de los motivos por el que la obra ha sido recibida tan bien en tantos lugares.
Para mí, El principio de Arquímedes (2011) también supuso, al estrenarse en tantos países, poder llegar a un público muy diverso y que se abriera una puerta de entrada a que se leyeran y realizaran montajes en infinidad de sitios de otros de mis textos como La Travesía (2015), Nerium Park (2012), Umbrío (2014) o El cuerpo más bonito que se habrá encontrado nunca en este lugar (2020). Eso es precioso.
