Este mes hemos pedido al actor y director Mario Gas que nos ofreciera su mirada personal sobre Los secuestradores del lago Chiemsee que llega a Teatros del Canal -del 18 de febrero al 6 de marzo-.
Es una comedia negra firmada por Alberto Iglesias que cuenta con un reparto de grandes nombres como los de Gloria Muñoz, Helio Pedregal, Manuel Galiana, Vicky Peña, Juan Calot y el propio Iglesias; y nos ha querido regalar este relato lleno de agradecimiento, con un recuerdo especial para Ricardo Moya.
Los secuestradores del lago
Por Mario Gas
Cuando James Avory, 50 años, recibió el primer golpe en el estómago, casi no tuvo tiempo de entender lo que le estaba ocurriendo. Apenas un imperceptible movimiento de Roland le había tumbado sobre la alfombra persa y cuando quiso reaccionar, el mundo visible estaba huyendo a toda velocidad de su percepción. Perdió el conocimiento.
Cuando lo recobró, estaba atado a una silla: le habían dejado en ropa interior y descalzo y tapado la boca con cinta adhesiva. Un sabor a sangre le impregnaba las amígdalas y tenía la visión interceptada por un líquido negruzco solidificado que taponaba parte de su ojo izquierdo. Quiso gritar, pero no salió ningún sonido de su maltrecha garganta. Vomito bilis y la negrura volvió a adueñarse de sus sentidos.
En sueños, o tal vez no, supo que había llegado aquel momento que tanto había temido: la venganza. Pero liberado por la justicia y sobreseído su caso, nunca llegó a imaginar la contundencia de dicha venganza. Ahora tenia que conservar la mente fría y calculadora y encontrar la fisura que le condujera a la liberación. “Tranquilo, Jimmy, tranquilo… hay que pensar… y esperar”.
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Wilhem estaba feliz de pertenecer a ese pequeño núcleo amistoso quasi familiar que formaban él, Sieglinde, Iris, Gerhard y Roland. Eran ya casi cuarenta años de íntima amistad y para él, que era un lobo estepario, por no decir un perro verde, pero rabiosamente normal e incapaz al mismo tiempo de manejarse con las relaciones, había sido maná caído del cielo esa maravillosa relación. El lago Chiemsee, Mallorca, y Florida, aunque lo de Florida fue una pena, pero eso ya es harina de otro costal. Lo más importante para él era la admiración que profesaba a su queridísimo Roland, cinco años mayor que él, arquitecto -ahora ya jubilado- brillante y verdadero macho alfa -antes no se decía así, pero los tiempos cambian-; verdadero macho alfa del grupo. Atractivo, locuaz, con ideas firmes y sostenidas, nunca dudaba en adoptar las medidas más oportunas ante cualquier circunstancia. Sí, realmente lo admiraba. Era su guía y ponerse a discutir con él era dar la batalla por perdida de antemano. Siempre tenía la verdad a mano. Era por él y solo por él que se llevaba bien con Gerhard, aunque él se llevaba bien con todo el mundo. O casi. Y la verdad es que Gerhard era un hombre afable, divertido, de maneras suaves y discreto. Y muy solidario. Cirujano competente, parecía pedir poco para disfrutar e ilusionarse por todo y con todo. Era un compañero de viaje ideal y cuando hace años estuvieron en Iguazú, Gerhard era el guía perfecto y el animador perfecto, aunque Wilhelm, sospechaba que en el fondo no le caía bien a Gerhard pero, en cualquier caso, ese no era su problema; si no el de Gerhard.
Y luego estaban Iris y Sieglinde. Eso eran palabras mayores. Claro que para Wilhelm el vínculo indestructible era Roland, pero si no estuvieran ahí Iris y Sieglinde o Sieglinde e Iris, los factores no alteran el producto, igual la relación se hubiera ido deteriorando hacía tiempo. Porque tampoco era muy agradable darle siempre la razón a Roland. No, claro que no…
¿Cómo decirlo? Iris y Sieglinde eran tan diferentes y al mismo tiempo tan parecidas… eran el alma del grupo y siempre tan atentas y cariñosas con él. Bueno, tenía que confesarse a sí mismo que en varios momentos se había sentido atraído por una o por otra, sucesivamente. Pero nunca hubiera dado un paso adelante. Así estaba mejor. Él no servía para relaciones continuadas. Y la amistad estaba por encima de todo. Pero, eso sí, las adoraba y se dejaba mimar por ellas.
Sieglinde incluso se permitía -o así lo creía Wilhelm- coquetear con él. Sieglinde era una mujer decidida, cálida, serena, con la mente muy clara. Y muy enamorada de su marido. A Wilhelm no se le pasaba por la cabeza ver a Sieglinde con otro hombre, no, no. Ja, ja, noooo… era una mujer emprendedora y que sabía disfrutar de las cosas y mantenerlas en su sitio. Había estado muy prendado de ella, pero lo había alejado de su pensamiento… Iris era cirujana, como su marido Gerhard, neurocirujana para ser más exactos, sutil, seria, pero también con gran sentido del humor. Reflexiva. Sus razonamientos eran como el bisturí que esgrimía en sus operaciones. Delicada y muy amiga de sus amigos. Y también, como Sieglinde, suave y muy cariñosa con él… las dos eran encantadoras, inteligentes, atractivas, muy atractivas, o a él se lo parecía, y al mismo tiempo el sostén del grupo. Sí, eso era seguro.
Qué bien lo habían pasado todos esos años… en tantos lugares, en sus respectivas casas o juntos. Lo de Florida, lo de Florida no se lo merecían. No señor. Rotundamente no. Había cambiado sus vidas lo de Florida. Y había que hacer algo, sí. Roland tenía razón. Vaya si la tenía”.
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Alberto Iglesias es un excelente actor, un gran amigo, un prometedor director y a mi juicio un dramaturgo de los pies a la cabeza, como demuestran estos “Secuestradores”… Comedia negra y existencial, lúcida, crítica, cítrica, aguda y espléndidamente construida.
Quiero agradecer a Teatros del Canal y a Barco Pirata Producciones, que me hayan dado la oportunidad de reunir a esta espectacular compañía: Gloria Muñoz, Vicky Peña, Helio Pedregal, Manolo Galiana, Alberto Iglesias y Juan Calot. Gente a la que admiro y quiero. Un gran lujo para mí y creo que para cualquier director que se precie. Junto a ellos Laura Ortega, Sebastià Brosa, Antonio Belart, Paco Ariza, Orestes Gas y todo el equipo de producción de Barco Pirata (Nuria Moreno, Paco Flor y Fabian T. Ojeda) y a nuestro director técnico, Iñigo Benítez.
Quiero dedicar este espectáculo a Ricardo Moya, amigo del alma y actor estimadísimo, que iba a estar con nosotros y no ha podido ser. Ya vuela por otros ámbitos, aunque siempre anidará en nuestros corazones.
Va por ti, Ricardo.