Fotos: Pablo Lorente
Lo más habitual es no hacer nada. Eso es lo que se espera de nosotros: acatar la sentencia del tribunal, lamentarse, gestionar la rabia y seguir hacia adelante. Pero hay ocasiones en que no podemos aguantar.
Nos hartamos de ser siempre los perdedores. Lo llaman crisis económica, colapso del sistema financiero, depresión…pero para nosotros es un robo. Un robo amparado por unas leyes que nos dejan desamparados.
¿Pero qué pasaría si actuáramos?
En todo secuestro hay una víctima -o varias- y un delincuente -o varios-. Lo difícil, en ciertas ocasiones, es distinguir quién es quién. Para la víctima normalmente está claro, pero no siempre lo está para el delincuente. Porque a veces el delincuente es la víctima. ¿Quién fue el primero en traspasar el límite de la honradez?¿Quién ha cometido el delito? ¿El secuestrador o el secuestrado? No es sencillo equilibrar la balanza de la justicia cuando son los sueños, el futuro y la dignidad de las personas los objetos del litigio.
Los secuestradores del lago Chiemsee aspira a ser un ‘divertimento’ con cierto poso amargo -podríamos llamarla comedia negra- porque, aunque la risa indigne y duela, reír es la única excusa de la vida. ¡La gran excusa de la vida!