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Invocación: Escuela bolera, danza estilizada y homenaje a Mario Maya

“Me gusta escuchar”

 

El Ballet Nacional de España estrena en el Teatro de la Zarzuela de la mano de su director, Rubén Olmo, Invocación, un programa compuesto por coreografías de Antonio Najarro y el propio Olmo y un homenaje a Mario Maya. La producción estará en cartel del 10 al 22 de diciembre y hemos querido hablar con Olmo sobre esta cita y sobre la institución que dirige.

 

Danza y corazón

 

Por Mercedes L. Caballero. Unblogdedanza

Fotos: Jesús Robisco

 

En septiembre de 2019, el bailarín y coreógrafo Rubén Olmo fue nombrado director del Ballet Nacional de España (BNE), entidad pública del INAEM-Ministerio de Cultura y Deporte y, sobre todo, colectivo emblema de la danza española y la danza hecha en nuestro país. En aquel entonces, en rueda de prensa, Olmo avanzó algunas de las líneas de trabajo que tenía pensado abordar. Por ejemplo, darle un carácter continuista a la agrupación, tras los ocho años de dirección de Antonio Najarro. También, abordar la danza española en todas sus formas, la escuela bolera, el flamenco… Dos años después, el programa que se verá en el Teatro de la Zarzuela del 10 al 22 de diciembre, viene a certificar aquellos designios. “Fue el primer diseño que hice al frente del BNE”, cuenta a esta publicación Rubén Olmo. “Creado para que la gente conozca la danza española en su abanico más amplio y para que con él se pudiera ver bailar a toda la compañía”. Se trata de Invocación, un programa dibujado por varias coreografías, estrenado en 2020 en el Festival de Jerez, por el que parece filtrarse coherencia y escucha. Danza estilizada, flamenco y escuela bolera, representada en los trabajos Invocación Bolera y Jauleña, de Rubén Olmo; Eterna Iberia, de Antonio Najarro, y De lo Flamenco. Homenaje a Mario Maya.

A Maya se le rinde en la velada, especial tributo. “El maestro Mario no tenía repertorio en el BNE y le hubiera gustado tenerlo antes de irse. De hecho, se quedó con la ilusión de dirigir la compañía, incluso se lo propusieron, pero ya estaba malito y no pudo ser”. De lo Flamenco ha contado con la asesoría de Mariana Ovalle, viuda del bailaor, que ha conducido a Rubén Olmo por toda una experiencia. “Tuve acceso a los escritos de Mario y descubrí que tenía todo un programa diseñado para el BNE. Yo no lo sabía cuando llamé a Mariana y ella se emocionó. Fue como decir ‘tenía que ser así’”.

 

 

 

¿Y se encomendó a algo o a alguien en el proceso? Suena a justicia poética y flamenca y a mucha responsabilidad, también.

Yo estuve en el estreno de esa obra en el Teatro de la Maestranza de Sevilla, con la Compañía Andaluza de Danza, y fue muy impactante. Tenía muy claro el estilo de Mario Maya, el vestuario que quería… y también he contado con los repetidores de ese momento: Rafaela Carrasco, Manuel Betanzos e Isabel Bayón. También con Manolo Marín, que firma una coreografía dentro del tributo. Y después hay dos trabajos nuevos: Romance del emplazado, que la firma Rafaela Carrasco, basándose en la que Maya le montó a Israel Galván, pero adaptada para el primer bailarín del BNE, y Taranto, con coreografía de Isabel Bayón.

 

También se verá Eterna Iberia, trabajo de Antonio Najarro, anterior director. Dice cosas de su manera de hacer.

Al final el Ballet Nacional de España es el mismo colectivo, una gran compañía. Lo que puede darle algo de carácter es la figura de la dirección. Eterna Iberia es un ballet muy bien confeccionado al que no le había dado tiempo a tener más funciones. Tiene una música maravillosa, Eterna Castilla, hecha en su momento para Antonio Ruiz Soler, que se quedó en un cajón y de la que Antonio Najarro ha trabajado una versión.

 

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Ballet Nacional de España. Coreografía ‘Eterna Iberia’ de Antonio Najarro. Palacio de Congresos de Zaragoza.

 

¿Y cuál diría que es el carácter que le imprime usted como director al BNE?

Me gusta trabajar desde la comprensión, con armonía y humanidad. Se llega mucho más lejos que simplemente con disciplina, que también está. Creo que soy cercano, no impongo por el hecho de imponer. Pongo sobre la mesa ideas y conceptos y se consigue entre todos los departamentos del BNE. Viajamos 87 personas, si no hay ese equilibrio, es difícil.

El motor del BNE es el mismo, el director le pone los latidos del corazón.

 

Usted ha formado parte del BNE, donde ingresó como bailarín a los 18 años. También como solista, coreógrafo, espectador… ¿Es muy diferente la visión de la compañía, ahora como director?

Hasta que no llegas a la dirección no entiendes por qué se pueden hacer más o menos cosas. Pero mi relación con la compañía siempre ha sido muy cercana y siento que ha sido un proceso muy natural.

 

¿Siente algún tipo de presión por eso de que el BNE es un poco de todos y por la historia que contiene esta compañía?

Cuando me presenté a la dirección tenía muy claro que contaba con la edad y la madurez para dirigirlo y puedo decir que la presión me la creo yo mismo. Le pongo mi alma, mi corazón, muchas horas de trabajo. Es verdad que al estar aquí, en un punto de mira, ves que las críticas se suelen hacer más rápido. Pero uno está preparado para recibirlas y recoger ideas positivas que me puedan ayudar a seguir creciendo.

 

¿Qué lectura suele darle a esas críticas?

Me gusta leer las críticas de danza en la prensa y reflexionar sobre ellas, a no ser que haya insultos, en ese momento ya no me interesan. Pero me gusta escuchar, entiendo que sois especialistas en danza y cuando dirigía mi propia compañía, en ocasiones he cambiado algo que se apuntaba en la crítica. Por ejemplo, la duración, eso de “una noche larga”.

 

Al público, a la audiencia, ¿los suele tener en cuenta a la hora de crear o montar un programa, antes y ahora como director del BNE?

Sí, debemos tenerlos en cuenta, debemos cuidar al espectador, facilitar el camino de acercamiento a la danza española.

 

¿Presentar este programa en el Teatro de la Zarzuela es como presentarse a un gran examen?

El Teatro de la Zarzuela es importante porque es nuestro teatro, donde se hacen los grandes estrenos del BNE. Y emocionalmente se siente algo especial. Me pasa lo mismo con el Teatro Real, al que también considero mi casa. Pero también es verdad que cuando el Ballet Nacional de España pisa un teatro, sea el escenario que sea, es algo especial, un gran evento, una gran noche.

 

¿Qué será lo próximo?

El Ballet Nacional de España es un motor en continuo movimiento. Miguel Ángel Berna, por ejemplo, está dando ahora unas clases magistrales estupendas. Nunca había pasado por el BNE y está muy contento.

 

Mario Maya, Miguel Ángel Berna… ¿hay alguna otra personalidad destacada que esté pasando ahora por primera vez en la compañía?

Manuel Segovia, director de Ibérica de Danza. Pero tampoco es que yo lo vaya pensando por ahí, tratando de saldar deudas. Son cosas que han pasado o no han pasado, de manera casual, pero estoy contento.

A nivel creativo he encargado unos solos para los primeros bailarines y solistas a coreógrafos como Jesús Carmona, Antonio Ruz o Antonio Canales. Es algo que no se hacía en la compañía desde que la dirigió Aurora Pons, Nana Lorca y Victoria Eugenia (1993-1997). Con la idea de crear programas con solos personalizados y poder participar en galas de estrellas, colaborar con orquestas, que los bailarines puedan viajar y ser conocidos a través del Ballet Nacional de España.

 

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