Por Magda Labarga
Érase una vez el mundo redondo. Tus ojos, redondos. Tu ombligo, redondo. Redondas las naranjas, la ruedas, las monedas, redondos los anillos y los balones. La luna, a ratos redonda. Y yo, contando, redondamente feliz. No encontrarás en varios kilómetros a la redonda, cuentos más redondos que éstos que redondamente cuento. Caí redonda cuando los encontré y me niego en redondo a callarlos. Con poemas y canciones, redondeo. Y punto redondo.
Juego con fragmentos poéticos de El mundo es redondo de Gertrud Stein, también con un tocadiscos y algunos monigotes de papel. A veces canto una canción japonesa, una argelina, una nana que me regaló mi amigo Carlos y una canción que me inventé sobre un gato. A veces, digo un poema que me inventé y a veces, lo rapeo. A veces, no. Algunos cuentos tienen que ver con vacas y niñas sueltas por el mundo, algunos son tradicionales (me sé de todos los continentes) y algunos me los invento. Pueden aparecer historias o pedacitos de historias de Antonio Ventura, Federico Delicado, Antonio Rubio, Mandana Sadat, Marjane Satrapi e incluso alguna inventada por mí.