Por Juana Acosta
¿Que queda frente a la muerte violenta de un padre que le ha enseñado a su hija de 16 años a amar la vida, el arte y la humanidad?
En pleno tránsito a la adultez, mi padre fue asesinado. La violencia impuso su ley robándome las ganas de vivir, de sentir, de bailar. Este es el testimonial punto de partida de este espectáculo donde las preguntas sin respuesta, la búsqueda de sentido ante lo que no tiene nombre y la necesidad de soltar el dolor son un vehículo para reconocer nuestra humanidad compartida en toda su luz y su sombra.
Belleza y ausencia. Muerte y renacimiento. Esa tensión, ese contraste entre extremos impone el ritmo de esta pieza que junto a mi compañero Chevi Muraday exploraremos las profundidades y los recovecos de nuestra alma, reflejando en el cuerpo y la voz, una búsqueda de años; como cortar el circulo de la violencia para no perpetuarla, la oscuridad de ciertas preguntas y la libertad que encuentra quien decide amar en lugar de odiar. Resignificar el dolor y encontrar una perspectiva liberadora. Volver a nacer, volver a vivir, volver a sentir, volver a bailar. Y perdonar.