«A los jóvenes nos falta un medio que nos permita expresar cómo somos y qué sentimos»
Pablo Hoyos tiene veinte años, es de Majadahonda y es uno de los protagonistas de Quién lo impide, la nueva película de Jonás Trueba que está nominada a los Premios Forqué y preseleccionada para los Goya. Esta creación con tintes de ficción y documental de casi cuatro horas de duración ahonda en los problemas y las inseguridades de los jóvenes en la actualidad. Candela Recio, Silvio Aguilar, Pablo Gavira, Claudia Navarro, Marta Casado, Rony-Michelle Pinzaru y Javier Sánchez completan el reparto de este film que se estrenó en cines el pasado 22 de octubre y que ha conseguido el Premio Feroz Zinemaldia a la mejor película en competición y el galardón a la Mejor Interpretación de Reparto del Festival Internacional de Cine de San Sebastián, otorgándose por primera vez en la historia de forma colectiva.
Un rodaje intermitente que apostó por la naturalidad
Por Javier López
Foto destacada: Álex Abril. Retratos del Festival Internacional de Cine de San Sebastián.
El rodaje de Quién lo impide se ha alargado cinco años ¿Cómo ha sido encarar un proyecto como éste durante tanto tiempo y compaginarlo con otras cosas?
Nosotros empezamos a grabar en 2016 sin saber muy bien donde iba a terminar el proyecto, si iba a ser una película o qué iba a ser… Durante estos años Jonás nos llamaba y nos decía: “Vamos a rodar algo, no se muy bien el qué, ¿te apetece venir?” Él se llevaba la cámara y empezábamos a tantear a ver qué podíamos grabar. Poco a poco, entre todos, se nos iban ocurriendo cosas.
La gente nos compara con Boyhood por eso de que se rodó en varios años, pero al final esa película tiene un formato más estándar. En nuestro caso ha sido un rodaje intermitente. Por ejemplo, yo alguna vez grababa en enero y hasta julio no volvía. En el caso de Candela, otra de las actrices principales, estuvo un año viviendo en EE. UU. y es algo que no se aprecia en la película porque, en realidad, todo fueron píldoras pequeñas de rodaje y, en parte, creo que la naturalidad de la película viene de ahí.
¿Ves posible continuar con esta película en un futuro o ya está completamente cerrada?
En realidad, parece un proyecto que nunca llega a acabar, y quién sabe si de aquí a diez o quince años puede volver a empezar todo y seguir contando nuevas situaciones desde otro punto de vista y otra edad. Igual que este proyecto surgió de una energía en un momento dado de nuestras vidas, quizá en un futuro tengamos una energía parecida y nos da por volver a retomarlo.
Jonás bromea con que, si graba una segunda parte dentro de quince años, él ya estará mayor y le tendremos que grabar nosotros a él. En cierta forma sería cerrar un círculo.
¿Cuál era la idea original de Jonás para esta película? ¿Cómo os la comunicó?
Realmente no nos llegó a decir qué quería porque él tampoco lo sabía. Coincidía que Candela y yo le conocimos en el rodaje de su película anterior, La Reconquista. A raíz de ahí, él sintió que tenía la necesidad de seguir haciendo algo dentro del cine con nosotros, y nos reunió en una cafetería y dijo: “no sé ni qué, ni cómo, pero quiero hacer algo”. El siguiente encuentro ya fue la primera escena que se ve en la película, donde se plantean unas mediaciones que propuso Candela porque ella las hacía en su instituto y a Jonás le pareció buena idea.
¿Cuánto hay de guion y cuánto de improvisación y cómo se entremezcla la ficción con la realidad?
Es cierto que hay una mezcla de documental y ficción, pero tampoco es una ficción guionizada. Hacemos de nosotros mismos en diferentes situaciones que quizá nunca nos pasaron, pero que podrían habernos pasado perfectamente.
Por ejemplo, en la parte del viaje de fin de curso todo es ficción. La clase estaba formada por gente de varios institutos…. Jonás propuso: “Vamos a hacer una escena en la que estén unos cuantos jugando al Yo nunca o al Prueba o Verdad”. O, de pronto, uno de los chicos decía: “Nosotros iríamos ahora mismo a comprar alcohol, pero tendría que ir alguien que fuera mayor de edad” y el director cogía la cámara y lo grababa. Eran situaciones que iban surgiendo en el proceso y si realmente quedó natural es porque nosotros hemos vivido esas situaciones con nuestros amigos. Si estuviera guionizado o pensado previamente, no tendría esa espontaneidad.
Este proyecto no deja de ser un producto de creación colectiva y una mezcla de géneros que el público no está acostumbrado a consumir ¿Cómo recibió tu entorno la película? ¿Era lo que se esperaban?
Realmente, todo mi círculo participó en la película de una forma u otra. Mi mejor amigo es Pablo Arribas, el chico con el que me peleo en la película, y muchas de las escenas donde salgo por Majadahonda también aparecen mis amigos.
Mi familia también estaba muy presente. Cuando empecé tenía quince años y todavía dependes de tus padres porque tienen que estar ahí para controlarte y que no la líes. Me daban consejos porque era pequeño y, a veces, no sabía cómo gestionar algunas partes. De hecho, mi madre llegó a participar en una escena en la que querían que saliese mi madre real.
Así que, en realidad, mi entorno más cercano conocía el proyecto y no supuso ninguna novedad.
Como parte del equipo de creación, ¿a ti cuál era el tema que más te interesaba tratar?
Yo no propuse ningún tema en concreto, pero sí que me gustó mucho hablar de esa timidez que se puede tener con un grupo de clase a la hora de relacionarse o con el primer amor, que es lo que se muestra en el viaje. Al final, los jóvenes nos sentimos solos en muchos momentos.
A pesar de su duración, ¿crees que este producto es una buena forma de acercar al público joven a las salas de cine?
Podría ser. Ojalá le dieran una oportunidad porque el contenido les puede servir y entretener, pero es difícil engancharles con una película tan larga, sobre todo por lo que estamos acostumbrados a consumir hoy en día, que son contenidos muy rápidos, Tik Toks, stories de Instagram… todo dura catorce segundos… como para ponerte delante de una pantalla casi cuatro horas, ¿no?
Sí que se pueden explotar otros formatos si alguna vez llega a plataformas digitales, quizá dividirla en los tres capítulos que componen la película… Pero donde realmente se disfruta ahora mismo es yendo al cine con la idea de verla seguida con sus respectivos descansos.
¿Quién lo impide os ha abierto la mente a la hora de encontrar vuestro camino en el mundo profesional?
A mí, desde que era pequeño, me gusta mucho el cine y mi padre, además, trabaja en televisión, pero yo estaba estudiando ciencias con intención de hacer una ingeniería. Cuando estaba en cuarto, llegó Jonás a mi instituto a hacer el casting para La Reconquista. Yo me presenté sin ningún tipo de pretensión, solamente por ver cómo era un rodaje, aunque fuese de extra…. Resulta que después me cogieron para un papel más importante y acabé trabajando como actor. A raíz de ahí, hicimos Quién lo impide y aunque volví a trabajar como actor, aprendí mucho porque estábamos rodando y me enseñaba cosas: me dejaba ayudarle con el foco de la cámara o después, en postproducción, pude ver cómo se hace todo el proceso de corrección del color de una película. Siempre nos ha dado la oportunidad de conocer el mundo del cine desde dentro.
Al final, esta película fue la que me hizo cambiar de opinión respecto a mi futuro, y ya la chispa que me faltaba para decidirme totalmente fue conocer durante el rodaje a Javier Sánchez porque, más tarde, juntos montamos una productora y ahora hacemos cortos y videoclips.
Y para el resto de mis compañeros, Quien lo impide les ha servido para darse cuenta de que les gusta el cine o el arte, en general. Muchos chicos tienen música propia en la película y han compuesto la BSO, o en el caso de Marta y Candela, que quieren ser actrices profesionales, esta película les ha servido para introducirse en este mundo. En definitiva, nos ha abierto puertas y nos motiva para seguir haciendo cosas y nos da energía.
¿Crees que la representación de los problemas de la gente joven que se hace en la ficción española se adapta a la realidad? ¿Les falta voz a los jóvenes a la hora de contar historias?
Esto lo hemos hablado entre nosotros porque lo que queríamos mostrar es una realidad de la juventud más cercana a nuestras experiencias y a la vida en general. Muchas historias de ficción actuales están muy dramatizadas y exageradas porque no tienen esa finalidad, solamente pretenden entretener y enganchar al espectador. Los jóvenes no estamos todos los días en fiestas de lujo en casas privadas… es algo que no relata la realidad y de lo que, al fin y al cabo, queríamos huir, para contar de forma fiel nuestras propias vivencias.
Al final, a los jóvenes nos falta voz porque la mayor parte de la ficción se centra en el entretenimiento y la dramatización. Falta un medio que nos permita expresar cómo somos y qué sentimos.
¿Es esta generación más rompedora que las anteriores? ¿En qué se diferencia de otras?
Muchas veces nos llaman la generación de cristal porque todo nos sorprende o nos molesta, pero yo creo que los tiempos cambian. Yo cuando estudiaba realización de cine en Madrid nos decían todo el rato: “Esta carrera no tiene salidas. O emprendéis por cuenta propia o conocéis a alguien, o no vais a llegar a nada” Pero no solo con esta disciplina en concreto, con todo en general. Antes, con una carrera ya te hacían contrato indefinido. Ahora, por más que estudies, nadie te garantiza que tengas un futuro estable dedicándote a lo que te gusta. El mundo cambia, el trabajo cambia y la forma de ver el futuro también.
Ahora con las redes sociales la gente se cree que los jóvenes estamos perdiendo el tiempo siempre, cuando, en realidad, estamos invirtiendo mucho en estudiar y mejorar, pero eso es algo que no se aprecia.
Somos una generación que lucha por tener un futuro estable y también por visibilizar temas sociales que, por suerte, están cambiando y revolucionando. Antes, no se hacía o no se podía y actualmente, gracias a la comunicación globalizada te enteras de todo lo que ocurre en cualquier parte del mundo, y eso hace que cambie la sociedad y las generaciones y, por tanto, también su forma de entender el mundo.