¿Por qué creemos que necesitamos habitar nuestros cuerpos para seguir viviendo?
Una gota de sudor se desliza por la frente hasta caer al borde del perfilador de tus labios. Es el momento exacto en que te das cuenta de que no hay marcha atrás. Ya no lo puedes detener. Ya no hay quien te pare finalmente.
La escena como templo, nuestro templo, un espacio que atraviesa nuestra sensitiva piel. Explorar sin miedo, el territorio de la euforia del cuerpo en movimiento y de la existencia.