Con motivo del Día Mundial de la Danza, desde GODOT hemos querido elaborar un reportaje sobre la situación de la danza que acercase todo lo posible este sector a nuestros lectores. La primera parte, publicada a continuación, trata de exponer una visión macro, analizando e interpretando las cifras oficiales publicadas en distintos informes de INAEM y el Ministerio de Cultura. Con ello intentaremos tomar consciencia de la realidad de la danza este último lustro.
En la segunda parte, Que la crisis nos pille bailando (II), reflexionaremos sobre temas clave en el futuro del sector gracias a los testimonios que nos han concedido distintos profesionales de este arte, que van desde compañías incipientes a figuras ya consagradas.
Así que, después de este calentamiento necesario para poder seguir nuestra coreografía, te invito a bailar conmigo por las siguientes líneas.
Situación de la danza en el último lustro
Por Yaiza Cárdenas
Foto portada In Paradisum de la CND – Rafael Manjavacas
Bailar es, según la RAE, la “acción de ejecutar movimientos acompasados con el cuerpo, brazos y pies”. Supongo que, aunque realista, es una manera bastante fría de explicar el término. Es un concepto sin alma que, personalmente, no me transmite absolutamente nada de lo que siento cuando pongo una canción y mi cuerpo no puede evitar moverse tratando de seguir los ritmos (aunque en mi caso, sin demasiada concordancia con los compases que determina la Real Academia Española que se deben tener para poder decir que estás bailando).
Es lo que tiene el arte, que es imposible de definir tratando de ser conceptuales. Las palabras no pueden hacerle justicia y, desgraciadamente, los números tampoco.
En este artículo observaremos una fotografía general muy preocupante del mundo de la danza: ha perdido un alto porcentaje de su público en diez años, supone solo el 8% del total de espectadores de Artes Escénicas y el gasto anual por persona es menos de lo equivalente a un café. Además, su público está marcado por el sexo, ya que las mujeres duplican a los hombres. Y, aunque todavía estamos calculando los efectos del Coronavirus en el sector (no hay datos de la temporada 20/21 y muy pocos de la 19/20), ¿bastarán la digitalización y las buenas intenciones para mantenerlo a flote?
Un 40% menos de público en diez años
Tal y como explica Robert Muro, fundador y secretario general de la Academia de las Artes Escénicas de España, en el Informe sobre las artes escénicas en España: distribución, programación y públicos (2020), tras la mejora gradual de la situación de las artes escénicas en nuestro país a partir del año 2000, llegó la crisis del 2008 y su consecuente repercusión en los presupuestos culturales por parte de las administraciones y en la oferta y demanda cultural.
En diez años, y sin poder siquiera prever la pesadilla que vendría luego bajo el nombre de COVID-19, habíamos perdido el 35% de las representaciones, el 25% de público, más de mil recintos culturales y casi 28 millones de euros en taquilla.
Por si esto no suena lo suficientemente mal, según lo plasmado en informes oficiales, el teatro goza de una situación privilegiada respecto a la danza. En 2018/2019 esta última había perdido más del 50% de las representaciones y recaudación y más del 40% de su público desde 2008 (Informe sobre las artes escénicas en España: programación, distribución y públicos 2020).
¿Por qué sólo un 8% del público de Artes Escénicas asiste a espectáculos de danza?
Según la Encuesta de Hábitos y Prácticas Culturales 2018-2019, el 46,8% de los encuestados afirmaba haber asistido a espectáculos de artes escénicas y musicales. Solo un 8% de ese porcentaje pertenece a espectáculos de danza, muy por debajo de los conciertos de música (30,1%) y el teatro, (24,5%). Si tenemos en cuenta que entre teatro, danza y lírica en 2019 se hicieron 50.866 representaciones, de las cuales solo 2.160 (4,2% del total) eran de danza, podemos preguntarnos si la oferta realmente responde a la demanda o si se queda escasa. Más, si cabe, en multitud de ciudades a las que esa oferta ni siquiera llega o lo hace muy excepcionalmente. ¿Podría hacer más la administración? La respuesta parece afirmativa si tenemos en cuenta que según el Anuario de Estadísticas Culturales de 2019, un 71,3% del número de espacios teatrales totales, 1.674, eran de titularidad pública.
Menos de un euro por persona al año en danza
Los hogares españoles anualmente en cultura invierten un 2,2% del gasto total que realizan. En 2019, y tras un leve descenso, este porcentaje suponía 12.451.500 euros. El gasto en servicios culturales (que incluye espectáculos de artes escénicas, conciertos, cines, toros y otros) fue de 1.993.200 euros, lo que supone 42,70 euros por persona al año. (Indicadores estadísticos culturales vinculados a las artes escénicas y musicales y desgloses por sexo, 2021)
Actualmente no existe un estudio que nos indique cuántos de esos euros se dedican a la danza, pero podemos hacer una suposición basándonos en otros datos: tendremos en cuenta en cuenta que los espectáculos de danza suponen el 4,2% del total sólo sumando teatro, lírica y circo; que en cine sabemos el gasto por persona fue de 10,80€ en 2019, según FECE (Federación de Entidades de Empresarios de Cine de España); y, por último, que tanto los conciertos como los toros recogen también un trozo de este pastel. Con todo ello, sin miedo a equivocarnos podemos afirmar que el gasto anual por español en danza será de menos de un euro. Menos de lo que cuesta un café.
Las mujeres asisten casi el doble que los hombres
En el estudio Indicadores estadísticos culturales vinculados a las artes escénicas y musicales y desgloses por sexo podemos apreciar que, del público cultural de 2018-2019, el 10,1% corresponde a mujeres asistentes a espectáculos de danza, frente el 5,7% que suponen los hombres. Esta diferencia baja en teatro (26% frente al 22%) y en otras artes, como el circo, cine o zarzuela, desaparece. Llama la atención la asistencia a conciertos, donde las diferencias se invierten y son los hombres los que más acuden.
A todo esto hay que sumarle que aún habría más público femenino si este dispusiese de más tiempo libre. Mientras que, de las personas encuestadas sobre hábitos culturales en 2018-2019, los hombres que afirman no ir más al teatro por falta de interés superan en casi un tercio a las mujeres, son estas las que casi duplican al sexo masculino al hacer referencia a no asistir más frecuentemente por resultarles difícil salir de casa. Esto, sin duda, puede extrapolarse a la danza.
No quiero sembrar el caos más de lo necesario. Con esto no quiero decir que a los hombres no les interesen las artes (prueba de ello esta revista, fundada con ilusión y dirigida por hombres), ni que las mujeres no puedan salir de sus casas porque los hombres se lo impidan. No generalicemos, por favor, solo reflexionemos sobre esta realidad.
Desde el momento en que el público cultural femenino supera al masculino (en danza, como hemos visto, casi lo duplica) y podría nuevamente duplicarse si los hogares no les requiriesen tanto tiempo, todavía queda mucho por hacer en temas de igualdad. Tengamos más en cuenta la repartición de tareas domésticas o el cuidado de los hijos y personas mayores para lograr una igualdad más efectiva que beneficiará no solo a la sociedad, sino también más específicamente a sectores tan maltratados como el arte.
¿Hemos creado una imagen errónea de la danza?
Si analizamos por rangos de edad, los espectadores de entre 15 y 45 años se mantienen en cifras similares, produciéndose un descenso a partir de esa edad que resulta especialmente notorio en personas de 75 años en adelante.
Además, la asistencia a espectáculos de danza es más frecuente en personas con estudios superiores. ¿A qué se debe esto? ¿Estamos difundiendo la idea, errónea, de que para disfrutar de esta disciplina es necesario tener unos conocimientos específicos? ¿Por qué esta diferencia no es tan notable en otras disciplinas como la música?
Que el tipo de espectáculo de danza favorito en nuestro país sea, por mayoría aplastante, el ballet clásico (Encuesta de Hábitos y Prácticas Culturales en España 2018-2019) podría ser parte de la respuesta a esas cuestiones. Si nos remontamos a sus orígenes, el ballet surge para distraer a la alta aristocracia. De hecho, Pierre Beauchamp, creador de las posiciones de los pies y brazos en el ballet, era profesor de baile del rey Louis XIV de Francia. Con el tiempo, fue disminuyendo la popularidad de los bailarines masculinos hasta el punto de que los héroes de ballet eran interpretados, en muchas ocasiones, por mujeres.
¿Han marcado estos orígenes la idea que tenemos de la danza en la actualidad? ¿Nos sentimos más realizados al ir a ver ballet que asistiendo a danzas étnicas (estilo con menor afluencia de público)? Y, lo que es más importante, ¿podría ese narcisismo hacer que personas con menos estudios se sientan incómodas asistiendo a estos espectáculos?
Si, además, tenemos en cuenta que la mujer supera al hombre en asistencia a espectáculos de danza, ¿ha podido influir también que sea uno de los pocos ámbitos en la historia en los que se nos da un espacio para ser heroínas? Definitivamente, podría estar relacionado con que permite a la mujer sentirse protagonista de la historia.
No obstante, si promocionásemos más otros estilos de danza como la contemporánea, que ocupa el segundo lugar, o la urbana puede que aumentase la afluencia de público y consiguiésemos que este fuese cada vez más heterogéneo.
¿Cómo afectará el COVID a las nuevas generaciones de profesionales del sector?
En el curso académico 2019-2020, 392.324 alumnos se matricularon en Enseñanzas Artísticas del Régimen Especial, lo que supone 4.170 menos que en el curso académico anterior. La danza ocupa el segundo lugar y asciende de un 8,1 a un 9%, superada de nuevo por las enseñanzas musicales (que prácticamente se mantiene 82,3% de matrículas al 82,2%). Los estudios de Arte Dramático repiten porcentaje con su 0,7% que tal y como mencionamos anteriormente, ofrece una mayor empleabilidad que la danza (aunque ambos datos siguen siendo dramáticos).
Aunque los porcentajes reflejan un aumento de su importancia, falta todavía por conocer el número de alumnos que abandonaron sus estudios durante el curso 2019-2020 y, en especial, el número de matrículas que se realizan en el curso 2020-2021 para descubrir en qué grado afecta la pandemia a la formación del futuro de la danza y si la situación actual frena a posibles profesionales del sector por el riesgo que supone; además de cómo afecta esto a las escuelas artísticas y cuántas se han visto obligadas a echar el cierre por encontrarse en una situación insostenible.
Los efectos del Coronavirus en el sector cultural
El sector aportó al PIB español un 3,2% del total en 2020 y ya sabemos que en el programa España Puede, que se pondrá en marcha gracias a los Fondos Europeos de Recuperación, a Cultura y Deporte asignará un total de 825 millones de euros, un porcentaje del 1,2% de los fondos. Según el informe Impacto del COVID-19 en Empleo cultural. Avance enero-diciembre 2020 disponible para consultar en el portal CULTURABase, el empleo cultural anual medio (entendiendo como tal todas aquellas profesiones que van desde actividades de edición, bibliotecas, archivos, museos, actividades cinematográficas, de vídeo, radio y televisión y, por supuesto, actividades artísticas y de espectáculos) se situó en 668.100 personas en el 2020, un 3,5% del empleo total en España, suponiendo un descenso interanual del 5,9% respecto a 2019, cuando alcanzó su máximo con 710.200 personas tras 8 años de ascenso ininterrumpido. De esas 668.100 personas, el 58,6% son hombres frente al 41,4% de mujeres. Hay que destacar, además, que sólo el 22,2% se dedicaba a actividades de diseño, creación, traducción, artísticas y espectáculos dentro del ámbito cultural.
Comenzamos a apreciar en estos datos los efectos de la pandemia, aunque necesitaremos de las cifras que se publiquen en los próximos años para observar el impacto real del COVID-19.
¿El hashtag #CulturaSegura es suficiente?
Ya decía Murphy que “cuando se necesita tocar madera es cuando nos damos cuenta de que el mundo está compuesto de aluminio y de vinilo”. Así que, como todo lo que va mal siempre puede ir a peor, llegó el COVID-19.
La noche del 31 de enero de 2020 el Centro Nacional de Microbiología confirmó que en La Gomera (Islas Canarias) se daba el primer caso de coronavirus en España. Ya nada volvería a ser lo mismo.
En lo que respecta a la cultura, y tal y como explica (muy amenamente, dicho sea de paso) Robert Muro en el Informe sobre las artes escénicas en España: distribución, programación y públicos (2020), las artes escénicas se enfrentan a un nuevo punto de partida. Y es que la pandemia no solo ha traído pérdidas todavía incalculables a nivel humano, laboral y económico; sino también psicológico y procesal.
Y es que, por mucho que coloquemos dispensadores de gel hidroalcohólico en las entradas de los centros culturales y difundamos fotos de las butacas contiguas a la nuestra vacías bajo el hashtag #CulturaSegura, la gente no se fía. Y, aunque aterrador, es humano. El miedo es humano.
Desde mi punto de mi vista no debemos esperar a reflotar el sector y ocupar las butacas hasta que la sociedad esté vacunada y podamos hacer vida “normal” de nuevo. No podemos esperar a que todo se parezca a lo que conocíamos antes de que nos arrasase el virus, y mucho menos tal y como se está gestionando la vacunación y el miedo (de nuevo presente, el maldito) que algunas personas le están cogiendo. Si algo nos ha enseñado tantos meses sin salir de casa es que el futuro ya está aquí y, aunque de momento no pinte muy bien, la tecnología (nos guste más o menos) es el motor de todo. Para los amantes de lo analógico es duro asimilar esta idea, pero hay que aceptarla y usarla (al menos hasta que todo se estabilice) en nuestro beneficio incorporando nuevos formatos que surgieron durante el confinamiento, como las representaciones virtuales, que quizás no deberíamos desechar.
La pandemia se habrá llevado muchos corazones injustamente, pero no se puede llevar las almas y la ilusión que estas comparten.
Sigamos bailando
Durante el confinamiento, las plataformas nos alejaban con su contenido de una realidad mucho menos apetecible que la ficción, los artistas se unían y sacaban contenido gratuito y en streaming. Fueron muchos los bailarines y coreógrafos que compartían (gratuitamente) en las redes sus creaciones, colaborando los unos con los otros y reinventando la forma de hacer las cosas, haciendo partícipes a su público y utilizando estrategias de creación colectiva que servían para unirnos y hacernos sentir en comunidad. Una comunidad que se apoya y consuela en los momentos difíciles, que sale a aplaudir a los balcones con lágrimas en los ojos mientras baila el ‘Resistiré’ junto a sus vecinos, una comunidad que pinta arco iris para dar fuerzas a los otros aunque en su realidad solo haya nubes grises. Una comunidad que, aunque no pueda tocarse, verse, abrazarse o besarse, debería aprender de esto y salir más fortalecida de lo que lo estaba antes. Lejos, pero más cerca que nunca los unos de los otros.
El arte nos salva, nos da luz donde solo hay oscuridad. Las cifras de la cultura, y en especial las de la Artes Escénicas incluyendo las de la danza, son y serán durante un tiempo devastadoras y yo el único rojo que quiero es el de ese arco iris con el que mis vecinos me daban esperanza.
Sigamos bailando, aunque sea con mascarillas, y apoyemos a los que bailan, a los que crean en cualquier disciplina, desde este nuevo punto de partida.
Gracias a todos los artistas que, día a día, os dejáis el alma en el escenario.
Feliz Día Mundial de la Danza.
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