«El trabajo de las mujeres en la sociedad está todavía muy poco valorado e invisibilizado»
A finales de los 90, la dramaturga Aina Tur viajaba dos meses a Latinoamérica a realizar un proyecto de cooperación internacional. Durante su estancia, fue víctima de un atraco a mano armada por cinco jóvenes encapuchados en mitad de la carretera y estuvo retenenida, en torno a cinco horas, junto con otros acompañantes europeos. Del suceso salió ilesa, pero la violenta experiencia la llevó a escribir, veintidós años después, este monólogo interpretado por Anna Alarcón, que cuestiona el trato desigual del sistema judicial hacia los oprimidos o personas que viven en los márgenes.
Una galaxia de luciérnagas estará programada a primeros de marzo en el Teatro del Barrio y, a finales de mes, en la Sala Cuarta Pared. Con motivo de su estreno en Madrid, Aina Tur nos relata los principales detalles de esta pieza de autoficción.
Una galaxia de luciérnagas, de Aina Tur
Por Ka Penichet
Foto Portada: Una galaxia de luciérnagas. ©Kenneth Santos
¿Qué te motivó a realizar un proyecto de cooperación internacional en 1998?
Vengo de una familia muy involucrada en movimientos sociales, y con un largo recorrido de colaboración con proyectos de apoyo a la situación que estaba viviendo América Latina en esos momentos, con mucho apoyo a las revoluciones que estaban surgiendo y, también, con mucho desencanto por todo lo que estaba pasando, básicamente orquestado por el poder económico de una gran potencia como es Estados Unidos. Conocía muy de cerca la historia del país que, como he comentado en diversas ocasiones, no voy a poder mencionar por motivos de seguridad y, tenía una vinculación importante con personas de allí. Me surgió la oportunidad porque había dejado los estudios de Farmacia, que estaba ya casi acabando, y empecé Ingeniería Agrónoma. En esa carrera, había un proyecto de destilación de plantas esenciales medicinales y, desde la Escuela de Ingeniería Agrónoma, me propusieron ir a este país a colaborar durante dos meses. Esa fue mi gran motivación. Para mi era una alegría conocer un país del que conocía mucho, a mucha gente, para emprender la aventura de conocer otras realidades, otras maneras de vivir y estar allí.
¿Qué sabías del país que visitabas antes de llegar allí?
Sabía que había vivido una guerra civil porque en ese momento la riqueza del país estaba en manos de ocho familias. Era una estructura absolutamente oligárquica y se emprendió una revolución de los pobres, por decirlo de algún modo, hacia ese sistema injusto y despótico que se estaba viviendo.
En la obra denuncias el diferente trato que reciben las personas por parte del sistema judicial, policial y político en función de su origen social y económico, ¿ha cambiado algo 22 años después?
Veintidós años después, creo que el sistema judicial no siempre es justo. Todavía pasa. La justicia a nivel universal tiene una cosa que ocurre después con el sistema judicial y político que, lamentablemente, es muy diferente a lo que debería ser. Hay muchas personas que quedan fuera de este sistema que no están cubiertos por el concepto de justicia universal.
¿Crees que ahora gozamos de más garantías?
Me es difícil evaluarlo pero, si miras un poco el mundo creo que quizás si que hay más garantías porque hay más rápidez y más fórmulas de comunicación y de visibilización de estas injusticias pero se producen a cada segundo actos en los que el sistema judicial, policial y político no están cumpliendo su función, que es la de salvaguardar la seguridad para que todos los ciudadanos de este mundo puedan tener un sistema básico y justo en muchos sentidos.
Con el bagaje que tienes ahora, ¿qué cosas hubieras cambiado de esta historia?
La verdad es que me he dado cuenta que, a medida de que he ido desarrollando el texto y también durante el proceso de edición que he hecho durante los ensayos, y, en parte de la mano de Lucho Tapia que es el editor de Libros de la Vorágine. A lo largo de los ensayos y, de la edición del texto, me he cuestionado diferentes puntos de cómo ocurrió el relato y, como sabéis parte de que de repente nos asaltan y nos vemos involucrados en tomar una decisión y en ese momento, actuamos como pudimos. No puedo cambiar lo que pasó pero, estuvimos en una reunión en la que se nos hizo notar el privilegio que era que este hecho violento le hubiera pasado a unos ciudadanos europeos. Seguramente, con la experiencia de ya haber pasado por esta historia, me habría levantado y me habría ido de esa reunión.
Y, ¿crees que hubiera cambiado algo el desenlace de la misma?
Seguramente en esa reunión podría haber pasado cualquier cosa y no habría cambiado nada. Lo que pasó habría sucedido igualmente. No creo que estuviese ni en mis manos, ni en mis decisiones ni en mi manera de actuar que hubiese cambiado el desenlace de la historia porque, básicamente, estamos hablando de mecanismos gubernamentales en los que yo no tenía poder para incidir en eso.
Entre los retenidos eras la única mujer, ¿te sentiste más vulnerable que el resto de personas por ser mujer?
Sí, evidentemente me sentí más vulnerable por el hecho de ser mujer porque llevaba ya un mes en ese país y había oído historias de muchas violaciones y ataques violentos contra las mujeres. También sucedían con los hombres, la violencia estaba en la orden del día pero en todo momento sabía que yo era la más débil en esa situación y que si había algún rehén seguramente sería yo y que era bastante probable que me violasen. Por suerte, eso no sucedió pero sí, me sentí muchísimo más vulnerable que el resto de mis compañeros. Ellos también lo sentían así porque me iban susurrando que estuviera tranquila que no me iba a pasar nada y yo pensaba que por qué no se lo decían entre ellos mismos.
A lo largo de tu carrera artística ¿con qué cosas has tenido que lidiar para visibilizar tu trabajo como mujer creadora?
La verdad que yo llevo escribiendo teatro desde los 27 años, que no es mucho. Tampoco tengo muchas producciones pero sí debo haber escrito 10 ó 12 textos y los tiempos han cambiado. Ahora, nos guste o no, desde hace unos años se empezó a hablar de cuotas femeninas, de la presencia de las mujeres en las carteleras y yo creo que esto es un hecho muy positivo, pero yo no empecé así y, claro, visibilizar mi trabajo hace años era más difícil y estrené 4 textos propios y algunos encargos, pero costaba mucho porque al final los hombres tenían más oportunidades, que no más capacidades. Era una cuestión de oportunidades ante las mismas capacidades. Esto sucedía porque veníamos de una inercia de que ya solo por el hecho de ser hombre, era mucho más fácil estrenar. Son unos mecanismos que están bastante establecidos y profundos. Son muchos los motivos por los que esto sucedía. En muchos momentos, algunos de mis trabajos se visibilizaron solo por el hecho de ser mujer. He participado en festivales de mujeres creadoras, desde plataformas de apoyo a la mujer creadora dándome espacio. Eso fue muy positivo. Sin eso, quizá todavía habría estrenado menos. También es cierto que estrené fuera de estos contextos pero fue un gran apoyo. Entre estos colectivos está el Projecte Vaca y las Marías Guerrero de Madrid. De hecho, el primer libro que me publicaron en la colección de teatro de papel fue gracias a participar en un festival que realizaron estos dos colectivos.
Visitas el Teatro del Barrio que reivindica el feminismo todos los meses del año, pero la obra está programada justo el mes de la mujer, ¿qué supone para ti eso?
Debería ser cada día el Día de la Mujer trabajadora porque el trabajo de las mujeres en la sociedad está todavía muy poco valorado e invisibilizado. Para mi es un honor y, aunque la obra no aborda esa temática, pero somos muchas mujeres trabajadoras las que hemos levantado este proyecto. También ha habido hombres en el proyecto pero es un día más de trabajo y de visibilización de que las mujeres estamos ahí y tenemos mucho que decir y qué hacer.
He leído que propusiste a Anna Alarcón este papel tras verla en el texto de Sarah Kane, Psicosis de las 4:48, ¿qué viste en ella?
No le propuse el papel tras verla en este texto sino que la vi y me maravilló la capacidad de Anna de transmitir emoción absoluta, pura y desde una verdad corpórea muy especial. Anna tiene una verdad escénica muy potente y tiene una fuerza que a mi cada vez que la veo actuar me alucina. Lo hablaba con un amigo que me decía que ensayar con Anna es como conducir un Mercedes. Tiene una precisión en todo lo que hace, con un compromiso maravilloso. Cuando estuve escribiendo el monólogo, como es un texto de autoficción, en la primera versión no lo hice pensando en ninguna actriz y después me vino Anna. Pensé que ella podría comprometerse con esta historia y explicarla desde la verdad emocional absoluta. Es cierto que no quería que la puesta en escena fuese un estallido de emociones sino que trabajamos mucho desde la contención y de las pequeñas explosiones porque se trabaja desde el presente y desde el recuerdo, hay como dos tiempos. Quería que Anna se conectase emocionalmente y sensorialmente al recuerdo y cuando esto ocurriera explotase la emoción pero que también tuviese la capacidad de poder mirar y transmitir estas emociones desde la distancia y para eso hay que hacer un recorrido emocional intenso y ella es una actriz en la que confío plenamente para hacer esto. También había un compromiso deontológico porque, al fin y al cabo, estamos denunciando unos mecanismos gubernamentales injustos. Necesitaba a alguien que también quisiera contar esta historia y tuviese la valentía de ponerse allí y brindar su cuerpo, su alma, su voz y su corazón a una historia como esta y cogerla con el máximo respeto posible. Necesitaba complicidad, con Anna la tenemos y la hemos encontrado.
A pesar de contar un hecho real vivido en primera persona, el texto está relatado como autoficción…
Es una historia basada en hecho reales. Tanto el texto final como la puesta en escena va más allá. Hay una transformación artística del relato con una propuesta teatral muy concreta y que también me he permitido algunas licencias que no cambian el relato pero sí que acompañan a una percepción sensorial y emocional de la historia que ocurrió. Los espectadores que la han visto y la han leído me decían que tenían la sensación de haberse ido de viaje conmigo a Latinoamérica y de haber estado ahí. Creo que eso es la parte más importante de este proceso de ficción de crear un estado sensorial y sensitivo para poder transmitir este crudo relato.