Por Ikue Nakagawa
Dependiendo de las situaciones y entornos en los que evolucionamos, filtramos las manifestaciones de nuestra personalidad. ¿Cuándo este proceso de filtrado se vuelve excesivo y dañino?, ¿cuándo ya no es simplemente un proceso de adaptación temporal? ¿No se acumulan estos filtros, de alguna manera?, lo que no hago como mujer, como madre, como bailarina…, etc. Por costumbre, por seguridad, cristalizamos estos límites y rara vez los cuestionamos.
Tengo la impresión de que esta especie de camisa de fuerza se forma debido a nuestra incapacidad para conciliar lo que tradicionalmente concebimos como opuesto (a nivel íntimo y cultural), madre y puta, mujer y rabia, japonés y ligereza…, etc. Estamos definidos e identificados por estos límites.
Este trabajo busca destruir lo que las representaciones culturales y de género me han ordenado ser, concretamente, haciendo en el escenario lo que mi cuerpo nunca quiso, o más bien, lo que nunca hubiese querido para él; mi cuerpo como una bailarina educada, mi cuerpo como una hija, una mujer, una madre, una mujer japonesa, un emigrante japonés…
En cierto modo, me gustaría caer en una pesadilla, buscar mis raíces.