Fotos: Kenneth Santos
Todas las personas tenemos una historia silenciada, que nos molesta, nos incomoda. Un suceso que tuvo lugar y que, si hubiésemos podido elegir, no habría ocurrido. Pero ocurrió. Y existimos en ese instante. Sin escapatoria. Una galaxia de luciérnagas parte de una experiencia personal; de un hecho violento; de un asalto. Y de sus consecuencias. De la aceptación. Porque el recuerdo permanece. Intacto. Esperando la grieta, la escapatoria. La fabulación.
Desde que ocurrió, se han oído millones de versiones. En casi todas, se han obviado algunos nombres propios y ciertas localizaciones. Por motivos de seguridad. Y es que, a veces, cuanto más amplio es el alcance de tu privilegio, más desearías no haber existido. Que ese momento fuese una pesadilla. Solo eso: una pesadilla. Pero, sobre todo, lo que más detestas, es esa silla de la que no te puedes levantar.
Ya se lo he dicho. No puedo despegar el culo de esta silla. Los mangos van cayendo y, yo, no me los puedo comer.