En la excelente novela La carne, de Rosa Montero, hay escondida una pequeña joya. Se trata de la historia imaginaria de Josefina Aznárez, personaje mayúsculo, apasionante, mágico, de esos que aparecen muy de vez en cuando pero se te quedan clavados para siempre. Josefina es un personaje maldito, una invención desgarrada y dolorosa de la condición de ser mujer. Esa mujer bien podría ser Hildegarda de Bingen, María Lejárraga o George Sand. Su destino se cruza un 3 de noviembre de 1893 con la explosión y posterior tragedia del vapor Cabo Machichaco.
A partir de aquí, es Laila Ripoll quien escribe este monólogo. Josefina entra en las sombras y desaparece para convertirse en fantasma, en mito, en carne de escenario. Para no desaparecer nunca.
Este caballero incierto es un homenaje a esas mujeres valientes, silenciadas y olvidadas. El caballero incierto trata de las mujeres y de su lugar en el mundo.