El Centro Dramático Nacional acoge el estreno de Siglo mío, bestia mía de Lola Blasco bajo la dirección de Marta Pazos. Una odisea contemporánea, un viaje a la caza y captura de la bestia que nos acecha como sociedad. La propia autora junto a Bruna Cusí, César Louzan, Hugo Torres, José Díaz y Miquel Insua dan vida sobre el escenario a esta propuesta que podremos ver del 11 de noviembre al 20 de diciembre en la sala Francisco Nieva del Teatro Valle-Inclán.

 

¿Realmente es la bestia la que nos persigue?

 

Por Marta Santiago

 

La directora, actriz y dramaturga Lola Blasco llega al Teatro Valle-Inclán con Siglo mío, bestia mía, texto con el que ganó en el año 2016 el Premio Nacional de Literatura Dramática. Esta obra, que se escribió durante un momento de crisis personal de la autora y que se ha gestado durante dos largos años, por fin va a ver la luz, en un momento crucial para la sociedad: aquel en que todos estamos viviendo una situación terrible que tenemos que combatir unidos. «Habla de la crisis del sistema, de la sociedad. Habla del duelo y apela al amor como el único elemento que nos ayudará a salir de la situación que actualmente vivimos», señalaba con rotundidad Lola Blasco que, además de ser dramaturga, es actriz de su propia obra. Este cambio de rol, según afirma, supuso muchas dificultades hasta que finalmente aceptó su posición como actriz y empezó a redescubrir la obra que había escrito desde la mirada del Otro. Su alter ego, Bruna Cusí, se incorporó al elenco hace poco tiempo y dice sentirse muy agradecida por poder enfrentarse a una representación que es magia y dureza a partes iguales.

Siglo mío, bestia mía presenta la historia de tres personajes que viajan desde España a Siria en un barco. Tres culturas diferentes y tres formas de entender el mundo y la religión. Más concretamente, podríamos hablar de un viaje entre lo personal y lo colectivo. Una mirada a un mundo en crisis que está marcado por la renuncia y el hundimiento. Este texto contemporáneo escrito en el 2015 con la crisis de Siria y el impacto de la guerra de Irak como telón de fondo, necesitaba una puesta en escena alejada de lo convencional; y este es el motivo fundamental por el que la dirección recae en manos de Marta Pazos, la cual afirma haber sentido temor de enfrentarse a un reto como este: «Cuando lo leí le dije a Lola una frase que cierra también la obra: voy a hacerlo lo mejor que pueda». La directora finalmente creó una puesta en escena muy plástica, poética y sensorial con una fuerte influencia cinematográfica: un tempo de escena frenético y una construcción del contexto que parece un travelling. También presenta rasgos pictóricos que surgen de un dedicado estudio sobre la simbología del color y la elección del lugar donde se representará la obra tampoco es una coincidencia: la Sala Francisco Nieva, en palabras de la directora, es «un dieciséis novenos, es prácticamente una sala de cine», lo que hacía posible que la puesta en escena cogiera mucha más fuerza y sentido. Por otra parte, es destacable la fuerte influencia de Moby Dick: el ballenero en que viajan los tres personajes y la Bestia que les persigue, con un ambiente creado a base de sonidos de diferentes criaturas marítimas y sonidos de humanos y, por supuesto, la presencia de agua en el propio escenario. Todo ello con una vuelta de tuerca: ¿realmente es la bestia la que nos persigue? ¿No seremos nosotros los que perseguimos a la bestia? En este caso La Bestia es una representación de nuestros defectos personales y los defectos de la propia especie humana y es el antagonista de la obra, aquel a quien hay que combatir.

La directora confiesa que el proceso de creación ha sido sanador y caleidoscópico desde el momento en que Lola se coloca al otro lado de la obra y empieza a analizar un texto escrito cinco años atrás con la mirada de una persona que se ha transformado: «Hace cinco años ella no era la misma persona. Nunca somos la misma persona, pero, en este caso, la transformación es mucho mayor». Para poder afrontar la dirección de este texto era muy importante comprender el momento de crisis en que fue escrito y entregarlo ahora a un público que está sumido conjuntamente en un proceso de cambio. El proceso de transformación y duelo que presenta la obra llega a las vidas de la directora y de la dramaturga cuando comienzan a ensayar: la pandemia mundial paraliza el mundo, lo cambia completamente y resignifica todo el proyecto. Muy pronto, aquella obra que se presentaba como un reto y una aventura durísima, se convertía en el salvavidas de ambas, como señalaba la dramaturga: «ensayar nos devolvía a la realidad, al mundo que hemos perdido». La magia teatral aportada por Marta Pazos y el texto épico de Lola Blasco dan lugar a una obra que hará a los espectadores reflexionar sobre el proceso de sanación, les mostrará cómo salir a flote en tiempos de catástrofe y, ante todo, remarcará el verdadero trasfondo de la narrativa: en medio de la tempestad tenemos que atarnos unos a otros al mástil y dejarnos ir.