Angélica Liddell llega a los Teatros del Canal en noviembre como parte de la programación de la 38ª edición del Festival de Otoño; en principio iba a hacerlo con el díptico completo en recuerdo a sus progenitores: Una costilla sobre la mesa: Madre y Una costilla sobre la mesa: Padre, pero «por causas de fuerza mayor» finalmente solo tendremos ocasión de ver el capítulo dedicado a la madre, con el que nos propone una experiencia marcada por el dolor y el amor. Una experiencia única e inolvidable para los amantes del teatro.
El teatro ritual: un descarnado canto a la vida
Por Marta Santiago
Foto portada Susana Pavia
En las obras de Angélica Liddell el dolor emana del amor (el motor del mundo) y el espectador entra en un viaje caracterizado por la agresividad verbal, la violencia y la oscuridad. La dramaturga española fundó en 1993 la Compañía Atra Bilis, con la que ha conseguido convertirse en una de nuestras autoras más internacionales y reconocidas en el panorama contemporáneo. Es una de las representantes principales del teatro de la posmodernidad, caracterizado por la representación de la crueldad, la delectación del tabú y la búsqueda de confrontación de los conflictos reales de la sociedad.
Ceremonias paganas
Ceremonias paganas
Angélica Liddell no es una autora fácil ni sencilla y no hace teatro convencional y esas son las razones fundamentales para ver sus creaciones: lo que ella plantea no es solo un debate abierto a cuestiones censuradas por la sociedad, también crea experiencias y sensaciones que nadie podrá olvidar. Sus obras han sido categorizadas en múltiples ocasiones como ‘ceremonias paganas’ creadas por una mística salvaje que hace un teatro ‘religioso’ en un sentido muy diferente al teatro religioso convencional. Para poder configurar un mosaico completo de su teatro culturalista, es imprescindible comprender todas las referencias que existen en sus obras, que parten de la literatura, de la música, del cine y del arte. La dramaturga hace un teatro muy obsesivo, en donde existe un patrón claro de repetición de temas: un Dios que tiene que ver más con lo divino de las religiones totémicas; el enfrentamiento con la masculinidad; y la búsqueda de la unión mística o reconciliación con un Dios al que reclama constantemente la atención y con el que mantiene una conversación muy dolorosa -“Mi tormento consiste en hablar con Dios”-. En sus creaciones, los espectadores se enfrentan a una violencia a veces tangible, porque la autora (que es protagonista de todas sus obras) en algunos de sus espectáculos llega a convertirse en la propia víctima del dolor y del sufrimiento autolesionándose encima del escenario (el cuerpo adquiere así una dimensión sacrificial en el rito pagano del teatro de Liddell). También se enfrentan a la incomodidad de observar la representación de elementos que son tabú en la sociedad (la sangre, la violencia, la desnudez, la sexualidad…) y la transgresión de todos los límites o, como la propia autora llama, la incomodidad de sentir la “conmoción del espíritu”.
Muerte y expiación
Las dos últimas obras de Liddell, Una costilla sobre la mesa: madre y Una costilla sobre la mesa: padre – Recordemos que esta última finalmente no podrá verse dentro de la programación del Festival de Otoño «por causas de fuerza mayor», según informaron desde la dirección del festival – proponen a los espectadores un nuevo viaje angustioso pero brillante por la muerte y la expiación. Tras la muerte de sus padres, la autora tiene la necesidad de crear una especie de réquiem teatral por cada uno de ellos: “Cada día me esfuerzo por olvidar sus vidas, que son la mía, no quiero tener otro recuerdo que sus muertes, que me devolvieron el gigante perdón y la piedad”. La primera de ellas, Una costilla sobre la mesa: madre, será representada a modo de oración teatral por su madre fallecida en 2008. En ella, Liddell hará un recorrido muy doloroso en donde la muerte transformará el odio en amor mientras imita el rito de los Empalaos de Valverde de la Vera: un rito de penitencia disciplinante donde el penitente, desnudo de torso, está atado por sogas en un timón arado y porta en su cabeza el valor y la corona de espinas. Sin lugar a dudas, una puesta en escena que desprende oscuridad, sacrificio y una alta dosis de diversas sensaciones que hará a los espectadores vivir una experiencia única.
Encontraremos una estética muy diferente en Una costilla sobre la mesa: padre, donde encontramos la representación de uno de los temas más comunes en las obras de la autora: el padre como símbolo de Dios hombre y el enfrentamiento contra la divinidad (masculinidad). Una contemplación de la sexualización ritual de la muerte donde trata de demostrar que el sujeto solo puede alcanzar la libertad total aceptando su propia esclavitud. Algunos han categorizado la obra como “acto masoquista” donde la hija se acaba convirtiendo en una especie de madre cristológica (María) para enfrentar la muerte del padre biológico, persiguiendo un deseo de expiación, sintiendo un fuerte dolor e intentando abandonar la semejanza al padre (o creador) para, finalmente, reafirmarla. La obra fue presentada por primera vez en enero de este mismo año en La Colline de París, con un éxito absoluto, algo que no sorprende, porque cada vez que Angélica Liddell presenta una obra, las salas se abarrotan de gente que quiere y acepta vivir las experiencias que la autora propone. Esperemos en algún momento tener ocasión de verla en nuestros escenarios.