El Teatro Español reúne a Helena Pimenta, Alfredo Sanzol, Lluís Homar y César Oliva para hablar de Luces de Bohemia cine años después de su publicación. El encuentro forma parte del congreso Cien años de luces organizado por los profesores universitarios Javier Huerta y Sergio Santiago en colaboración con el Instituto del Teatro de Madrid.
Por Marta Santiago
Celebración del centenario de Luces de bohemia
«La tragedia nuestra no es tragedia», afirmaba Max Estrella caminando por las calles oscuras del Madrid de hace un siglo. Esta semana, el eco de esta afirmación nos arrastra hasta las puertas del Teatro Español, que durante dos días ha sido el espacio de celebración del centenario de Luces de bohemia.
Luces de bohemia de Ramón María del Valle-Inclán (con la que se funda el género del esperpento) fue publicada por primera vez en 1920 en la revista España. Y, en cierta medida, es la primera gran pieza de la renovación teatral de lo que sería el teatro de vanguardia de Lorca o Rivas Cherif. Se podría decir que culmina la reforma que comenzó Jacinto Benavente llevando al teatro hacia formas más expresionistas. Teniendo en cuenta la importante revolución que generó Luces de bohemia y la relevancia que ha adquirido con el paso de los años (convirtiéndose en la obra de Valle-Inclán más veces representada y leída), era impensable no celebrar el centenario de su publicación. Javier Huerta y Sergio Santiago, ambos profesores universitarios, han sido los encargados de organizar el congreso Cien años de luces (con el amparo y patrocinio del Instituto del Teatro de Madrid). Durante dos días el Teatro Español ha albergado conversaciones que giraban en torno a los temas más estudiados e investigados en los últimos años: las apariciones en la obra de autores como Benito Pérez Galdós, Rubén Darío o Alejandro Sawa; el esperpento como género teatral; y las puestas en escena contemporáneas de la obra. Si bien la situación que asola la capital actualmente pudo hacer peligrar su celebración, «a pesar de todos los avatares que la pandemia ha impuesto —impidiendo que muchos de los participantes acudieran personalmente— se decidió no anular el congreso por la importancia que, consideramos, tiene celebrar el centenario de Luces de bohemia. Así, los asistentes que no podían venir, hicieron su ponencia por videoconferencia», nos afirmaba Sergio Santiago.
Si tuviéramos que destacar algo de este interesante encuentro, sería la mesa de directores celebrada el pasado martes, donde se contó con la presencia de algunos de los más importantes directores que se han acercado a Luces de bohemia: Helena Pimenta, Alfredo Sanzol, Lluís Homar y César Oliva. El momento estrella tuvo lugar en una sala con cuatro butacas de terciopelo rojo ocupadas por tres de los ponentes; a un lado, una pantalla a través de la cual podíamos ver a César Oliva desde su despacho. Todos confirmaron la admiración hacia el escritor y la importancia que tenía en el mundo artístico leer y visualizar (sin tener aún claro si el autor la escribió o no para ser representada en un escenario) Luces de bohemia. Alfredo Sanzol se animaba a afirmar que la obra «sugiere un viaje por la oscuridad, una transformación vital. Tal es dicha transformación, que el protagonista de la obra acaba muriendo». Lluís Homar resaltaba que la importancia de escribir una obra como esta se encontraba en el hecho de poner el punto de mira en una parte concreta de la realidad: la realidad deformada. Para poder dirigir una obra de tal magnitud fue imprescindible para los cuatro directores seguir las acotaciones, que tomaron mucha relevancia en el proceso de creación: «las acotaciones contienen aquello que la obra no puede expresar», afirmaba con rotundidad Helena Pimenta. Si algo es esencial en el modo de escritura del autor, es la manera en que convertía las simples acotaciones en verdaderas obras literarias. Esto último también provocaba ciertas dudas en los espacios en los que sucedían las distintas escenas, provocando que cada uno de ellos apostara por una estética diferente: el juego de espejos en el espacio desnudo de Sanzol; las paredes que trataban de asemejarse a un féretro de Pimenta; la pared de libros que se derrumbaba y sobre la que moría el protagonista de Homar; y, por último, las divisiones del escenario por luces y objetos propuesto por Oliva (que presentará su versión próximamente).
Si es posible concebir Luces de bohemia en diferentes escenarios, con diferentes escenografías y sin perder la verdadera esencia del texto, es porque Valle-Inclán no tenía un canon concreto: la lectura escénica puede variar dependiendo de la mirada que se aplique. Pero sea cual sea la mirada, el hecho de que su lectura siga planteando grandes cuestiones en el mundo de la creación, hace innegable su calidad literaria y artística.