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La ‘Traición’ de Israel Elejalde

“Un tema crucial en Pinter es nuestra incapacidad para conocer realmente al que tienes enfrente”

 

Israel Elejalde dirige a Raúl Arévalo, Irene Arcos y Miki Esparbé en la que muchos consideran la obra más clásica de Harold Pinter, Traición, donde se cuenta -al revés- la historia de un triángulo amoroso que retrata crítica y ferozmente a esa clase intelectual que cree estar a salvo de las bajas pasiones.

 

Una relación a tres de nueve años contada en nueve días

 

Por Álvaro Vicente

Fotos: Vanessa Rábade

 

¿Muy intenso dirigir ‘un pinter’?

Intenso es Pinter, siempre, pero está siendo un proceso tranquilo, feliz, bastante más fácil incluso de lo que se podía prever.

 

Entre muchas comillas, ¿podría decirse que es la obra más fácil de Pinter, dada la complejidad que presentan muchos de sus otros textos?

Digamos que es su obra más aristotélica, pero sí, entre muchas comillas. Es la obra donde hay una trama, él no lo esconde, una trama que el espectador más o menos puede seguir bien. Lo que él hace es que la cuenta al revés, y ahí es donde va jugando con la información que da al público, a pesar de que el público cree tener más información que los propios personajes, se juega todo el tiempo al ratón y al gato, tú creyéndote que sabes más, pero a la vez dándote cuenta de que no sabes determinadas cosas. Eso Pinter lo juega muy bien. El teatro de Pinter, por lo menos para mí, es muy atmosférico, se basa mucho en no saber muy bien dónde están y qué les va a pasar a los personajes, hacia dónde se van a dirigir, con lo cual siempre va a la contra de lo que piensas que va a pasar. Y aquí, aunque los puedes seguir mucho más, siguen también sorprendiéndote, porque ellos mismos hacen grandes esfuerzos; tú conoces la peripecia, pero no conoces cuáles son sus pensamientos en cada momento.

 

Irene Arcos
Irene Arcos

 

¿Tenías ganas de hacer a Pinter? ¿Has elegido esta obra por algo en concreto?

Pinter es un autor que leí muy joven, leí varias cosas y excepto Traición, casi no entendí ninguna, no entendía muy bien el éxito de Pinter. Después, sin embargo, con el tiempo, con la edad, con la experiencia, no sé cómo llamarlo, es un autor que me ha ido interesando más y ha sido a raíz de ir viendo puestas en escena de sus obras -algunas que me han apasionado, otras no tanto-, que se ha generado en mí como espectador una curiosidad, y ha sido un autor que he empezado a releer. En general, los autores que lees asiduamente cuando tienes 19 ó 20 años, difícilmente vuelves a ellos, salvo Shakespeare y pocos más. Pero a Pinter he vuelto a partir de los 30-35 años y me ha empezado a apasionar. Y la verdad es que sí, le tenía muchas ganas, y a pesar de que entendí mejor sus obras y muchas soñé con interpretarlas en algún momento, Traición vi que se mantenía muy bien, y además es la obra con la que puedes presentar al público a un Pinter más accesible, que sea también una vía para después introducirte en otros mundos más complejos que él desarrolla en otros textos.

 

¿Tenías clara una dirección o la has ido encontrando también en el trabajo con los actores?

Tenía muy claro lo escénico, la puesta en escena, y lo llevo pergeñando desde que decidí montar esta obra. Pero el estilo, digamos, lo hemos ido encontrando juntos. A mí me gusta mucho trabajar con la personalidad de los actores, mirarlos, que se deje entrever la realidad de cada uno, que se vayan fusionando con lo que propone la obra. Ya no confío tanto en lo que son las composiciones, a mí me alejan un poco; es más descubrir ese texto en boca y cuerpo de esos tres magníficos actores que están conmigo en esto, cómo ese texto se puede adaptar a quienes son ellos, a su fisicidad y su forma de decir y sus propias propuestas. A mí me encanta dar libertad a los actores para que ese tipo de cosas se hagan entre todos.

 

Raúl Arévalo y Miki Esparbé
Raúl Arévalo y Miki Esparbé

 

¿Qué pone en juego la obra a través del triángulo amoroso, un tanto perverso, de estos tres personajes en concreto?

Perversa sería una de las palabras, sí. Hay una cosa que está intacta en esta obra, por más fácil que sea de seguir por parte del espectador: una de las cosas que más le perturbaban a Pinter, uno de sus grandes temas, es nuestra incapacidad para conocer realmente a quien tienes enfrente; conoces lo que dice, conoces sus actos, y de ahí intentas deducir cuáles son sus pensamientos, pero esto no es real en la vida. Se produce una turbación muy poderosa cuando ves Traición: yo sé la historia como espectador, pero a pesar de eso se me escapan los personajes, porque no sabemos cuántas de esas acciones han tenido que ver con decisiones reales de ellos o ha sido la propia vida la que las ha ido colocando en un determinado lugar. Porque ellos hacen brutales esfuerzos para que el otro no conozca realmente lo que piensa, hay una especie de psicosis por no ser descubierto y por intentar descubrir qué es lo que piensa el otro, a veces parece un thriller casi, un thriller psicológico entre ellos mismos, se esconden cosas entre ellos y por momentos creo que se las esconden a sí mismos.

 

El amor, la amistad, ¿son excusas para entrar en este escamoteo o hay una reflexión en torno a cómo amamos?

Sí, sí la hay, hay una reflexión sobre la necesidad que tenemos de vincularnos con los otros, pero a la vez el pánico que nos provoca esa vinculación. Estos personajes necesitan esa vinculación, surge el amor, surge la amistad, pero a la vez está valorada la posibilidad de ser dañado, y se reflexiona sobre esto, sobre cómo necesitamos el amor y cómo a la vez estamos incapacitados para amar realmente, porque nos da miedo ser dañados.

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