Desde el principio de los tiempos, la humanidad, espoleada por el ansia de conocimiento, ha querido abarcar el mundo en su totalidad: conocer sus leyes, su funcionamiento, su historia, la idiosincrasia de los organismos vivientes que lo pueblan.
A la hora de compendiar todo el saber acumulado a lo largo de los siglos surgen las enciclopedias, los diccionarios, los atlas, los museos, las bibliotecas, los tratados de historia natural, las misceláneas, internet… como depósitos o depositarios del conocimiento académico y popular.
El arte, por su parte, sin dejar de ser otra herramienta más de conocimiento, ha operado habitualmente mediante el procedimiento de la parte por el todo, construyendo dispositivos que nos permiten viajar desde lo concreto (a veces desde lo muy concreto) hasta lo universal.
Todas las cosas de mundo utiliza sin embargo un procedimiento acumulativo, un querer abarcarlo todo, toda la totalidad de las cosas.
A lo largo de los meses Armadillo ha realizado expediciones a bosques y dehesas, polígonos industriales, museos y edificios históricos; han observado y descrito rincones de todo el mundo asomándose a través de decenas de cámaras web en directo, han modelado y descrito formas abstractas y orgánicas…
Con el espíritu de los primeros exploradores y cartógrafos, Armadillo ha ido añadiendo artículo tras artículo, entrada tras entrada a su enciclopedia particular; una enciclopedia en la que los errores y las informaciones sesgadas son ahora capas de ficción superpuestas a la realidad que observamos, añadidas de manera consciente.