La serie de piezas teatrales bajo la consigna ‘Coronavirus: ¿comedia o tragedia?’ continúa con la publicación de este texto de Lucas Cavallo que propone una progresión perversa de la situación actual.
RATAS
Por Lucas Cavallo
El espacio es un salón con una mesa y cuatro sillas. Equipado con todo lo que suele tener un salón de clase media. En un costado, un sofá y, enfrente, la tele. En un lateral se ve la puerta de entrada de la habitación, en el otro, la puerta de salida al edificio. Las persianas están cerradas, se percibe una luz tenue. ANA, 32 años, en pijama, completamente despeinada, sale tímidamente de la habitación. Se ve que está cansada. Se despereza. Busca el mando de la tele y cuando lo encuentra, lo coge, lo sostiene un rato en la mano y lo tira. Se deja caer en el sofá, mira hacia los costados, está como perdida. Ya no sabe qué más hacer. En ese momento entra JUAN, 36, vestido con ropa cómoda. Trae unas bolsas con comida.
JUAN (dejando las bolsas en el suelo): Ana. ¿Qué haces con tan poca luz? Anda, enciende alguna, por favor.
ANA: ¿Para qué?
JUAN: ¿Para qué va a ser? Para ver un poco.
ANA: Si quieres ver, sube las persianas.
JUAN (respirando profundamente): Ana, (pausa) ya sabes que no se puede. Lo prohibieron hace poco. Tenemos que hacer todo lo que nos dicen. No hay otra forma de pasar esto.
ANA: No lo prohibieron hace poco. Llevamos 6 meses sin ver la luz del día.
JUAN (sentándose junto a ella): Ya, ya lo sé. Pero es que no quiero darle importancia. Si se la doy, me deprimo más.
ANA: ¿Qué nos dejaron en las bolsas?
JUAN: No sé, no me fijé todavía. Cada vez nos dan menos tiempo para coger las bolsas de la entrada.
ANA: ¿Estaban los vecinos?
JUAN: No, llevo meses sin saber nada de ellos.
ANA: ¿Pudiste ver algo ahí afuera?
JUAN: No, la puerta sigue tapiada.
ANA: ¿Y cómo hacen ellos para entrar y dejarnos las bolsas?
JUAN: No lo sé, no lo pensé, no lo pregunté. (Pausa). Creo que hay cosas que es mejor no preguntarlas, ni saberlas, ni pensarlas.
ANA (decepcionada): Ya. (Silencio).
JUAN: Ana, tienes que hacer algo, no puede ser que estés siempre triste. Te necesito bien. Te necesito feliz.
ANA (harta): Juan, de verdad, ¿qué quieres que haga? (Se pone de pie, él la sigue) Yo ya no sé qué hacer. Al principio solamente pasaba en China y nos reíamos de esto. Luego se expandió por los países asiáticos, pero todo estaba muy lejos y nosotros nos seguimos riendo. En un momento dado llegó a Italia, y ahí la risa comenzó a disiparse. Luego nos tocó a nosotros y no quisimos ni pensamos ni preguntamos nada y, de repente, se infectó todo el país. Estado de alarma 15 días, luego otros 15, luego más de un mes. Salir solo a trabajar, salir solo a comprar y desde hace unos meses no salir en absoluto. Quedarte sin trabajo, no hablar con nadie, no ver a nadie. No tenemos contacto, Juan. Esto es una locura.
JUAN: Tal vez no fue una buena idea deshacernos de los móviles.
ANA: No teníamos otra opción. Todo el mundo enviando memes, audios, vídeos. Todos los grupos de trabajo, amigos o lo que sea sabían gestionar perfectamente esta crisis menos los que están en el poder. Llegó un momento en el cual era imposible seguir con ese machaque psicológico. No sé si hicimos bien en seguir las indicaciones del Gobierno, pero la situación ya era inaguantable.
JUAN: Tenemos que hacer algo para estar mejor. No podemos seguir así. No sé, antes nos distraíamos haciendo ejercicios, cocinando, viendo la tele. Piensa en la gente que tuvo que pasar una guerra, el nazismo o tuvo que estar oculto años durante la dictadura franquista.
ANA: Si, lo sé. Yo también recibí esos whatsapp. (Pausa). No sé cómo explicarte. Yo soy yo y mis circunstancias. Y me tocó vivir en la era de la comunicación, en la era en la que todo era más fácil y míranos. (Pausa). Confinados, sin poder contactar con nadie. Más incomunicados que nunca. Yo sé que nuestra situación es muchísimo mejor que la que tiene o tuvo otra gente. (Pausa). Cada vez que pienso en esto recuerdo un capítulo de una serie que me gustaba mucho cuando era más joven. Le preguntaban por qué ella creía que sus problemas eran más importantes que los del resto de las personas y ella contestaba: “porque son míos”. Así me siento yo.
JUAN: Bueno, pero al menos nos tenemos el uno al otro, ¿no?
ANA (exhausta): Supongo.
JUAN: No te entiendo, Ana.
ANA: Que ya no sé si eso es bueno o no, Juan.
JUAN: No sé exactamente qué es lo que me quieres decir.
ANA (agarrándose la cabeza, suspira): Que al principio no pasa nada, trabajas desde casa, vemos series, estamos juntos. Hasta puede parecer romántico. Pero ahora…(pausa) Es siempre lo mismo, Juan, siempre.
JUAN: ¿Vamos a tener esta conversación otra vez?
ANA: Lo siento, Juan, ya sé que llevo varios meses mal, ya te lo expliqué. Yo tendría que estar en otra parte, viviendo mi vida fuera de aquí, sola. Intenté irme, pero ya no se pudo. Y ahora intento que estemos lo mejor que se pueda, pero no sé cómo hacerlo. Esto no me hace bien a mí. Esto no te hace bien a ti. No puedo esforzarme más. Me canso, Juan.
JUAN: ¿Te cansas de mí?
ANA: Me canso de todo. De las discusiones por todo. De estar irascible.
JUAN: Tú estás irascible.
ANA: Ya, ya lo sé. Pero si no estoy bien yo conmigo misma. No puedo estar bien contigo. No podemos estar bien los dos.
JUAN: ¿Acaso te trato mal? ¿No voy todos los días a por las bolsas? ¿No intento levantarte el ánimo? ¿No…
ANA (interrumpiéndolo): Claro que sí, haces todo. Y lo haces bien. No es culpa tuya.
JUAN: ¿Entonces es culpa tuya?
ANA: No es culpa de nadie, Juan. (Suspira) A veces pienso que todo esto es como un experimento y nosotros somos las ratas de laboratorio.
JUAN (abrazándola): Ana, creo que estás muy nerviosa y hoy te ha entrado el bajón.
ANA: Puede ser, no sé. Estoy… (pausa) agotada.
JUAN: Ven, siéntate conmigo.
ANA: ¿Qué hacemos con las bolsas?
JUAN recoge las bolsas y las deja sobre la mesa. Ve el mando tirado y se lo lleva.
JUAN: ¿Ponemos algo en la tele?
ANA: No sé. La verdad es que no tengo muchas ganas.
JUAN: Vamos, seguro que hay algo bueno.
ANA: No quiero ver la tele, quiero ver ahí afuera.
JUAN: No quiero sonar repetitivo, pero ya sabes que no se puede.
ANA: Lo sé. ¿Qué hora es?
JUAN: Las cinco. ¿Por?
ANA: Porque quiero saber qué dan en la tele.
JUAN: Ya vas cediendo, ¿eh?
ANA: Un poco. Pero la verdad es que no sé si me apetece verla.
JUAN: ¿Por qué? Seguro que echan algo bueno.
ANA: ¿Cómo lo sabes? Si lo único que vemos son series. Yo quiero ver las noticias, no sé, algo de actualidad.
JUAN: Las ponemos si quieres. Lo que haga falta. Yo solo quiero verte con otra cara. Que sonrías un poco. Como antes. ¿Te acuerdas?
ANA: Hace tanto que no sonrío que creo que ya olvidé cómo se hace. (Pausa). Pensándolo bien, no sé, lo de las noticias, digo. Son un coñazo ahora. Siempre cuentan lo mismo.
JUAN: Bueno, supongo que, estando la situación como está, no podrán contar muchas cosas, pero irán variando un poco, ¿no?
ANA: No, Juan, literalmente son siempre las mismas noticias. ¿No te habías dado cuenta?
JUAN (riéndose): Serán similares, supongo, y tú te imaginas que son las mismas.
ANA (motivada): ¿Quieres jugar?
JUAN: ¿A qué?
ANA (mirando hacia donde no está la tele): A que adivino lo que va a aparecer en la tele. Mira, tu pon las noticias y yo te digo antes que el presentador lo que va a decir.
JUAN (riéndose): Apostaría algo, pero ahora el concepto del dinero es tan relativo.
ANA: Venga. ¿Empezamos?
JUAN: Vale, dime.
ANA: A ver, son las cinco y diez. En el primer canal están dando el tiempo, mañana llueve y el fin de semana hay borrasca.
JUAN enciende la televisión.
PRESENTADOR (en off): Malas noticias para todos. Mañana llueve en todo el país, pero eso no es lo peor de todo. El fin de semana llega una borrasca.
ANA: ¿Has visto?
JUAN: Increíble.
ANA: En el próximo canal está Cayetana Guillén Cuervo presentando ‘Versión española’.
JUAN cambia de canal.
CAYETANA (en off): Bienvenidos a ‘Versión española’.
ANA: La peli es…(pensando). «Vete de mí».
CAYETANA (en off): Hoy presentamos: «Vete de mí».
ANA (orgullosa): Te lo dije.
JUAN: Anonadado me tienes.
ANA: En el próximo canal hay una señora hablando de las cucarachas que se le metieron en su casa y luego ya no hay conexión a otros canales, se ve todo en gris.
JUAN vuelve a cambiar de canal.
SEÑORA (en off): Se me han metido unas cucarachas en casa.
JUAN apaga la tele.
ANA: ¿No ves? Siempre la misma historia.
JUAN: Bueno. ¿Vemos una serie?
ANA (pensando): Espera, espera.
JUAN: ¿Qué pasa?
ANA: Es eso. Es siempre lo mismo. Siempre estamos viendo lo mismo, estamos en bucle.
JUAN: No te entiendo.
ANA: Juan, escúchame. Joder, cómo pudimos ser tan tontos. Es todo mentira.
JUAN: ¿Cómo va a ser todo mentira? No te sigo.
ANA: Juan, la tele, casi no hay canales, solo son programas enlatados. Y todo lo que ponen lo repiten sin parar una y otra vez.
JUAN: Ana, en una catástrofe de esta magnitud entiendo que es normal que pongan a veces los mismos programas. No desvaríes.
ANA: No, Juan, a veces no. Es siempre lo mismo. De lunes a viernes.
JUAN: Creo que exageras.
ANA: Juan, las noticias, acerté el tiempo. (Hablando para sí en voz alta) ¿Cómo no nos dimos cuenta?
JUAN: ¿Cuenta de qué?
ANA (hablando muy rápido, nerviosa): De que todo es falso. Nos han engañado por todas partes. Piénsalo. Lo fueron haciendo de a poco, al principio nos limitaron las salidas, luego nos confinaron sin salir a la calle, nos hicieron cerrar todas las ventanas, no podemos salir a comprar. Nos traen todo desde fuera. No tenemos contacto con nadie, ni con los vecinos. Los móviles. Hasta los móviles nos los hicieron tirar. Todo es falso. Todo es una patraña.
JUAN: Ana, creo que te estás volviendo loca.
ANA: Las ratas, Juan.
JUAN (mirando hacia todas partes): ¿Ratas? ¿Dónde?
ANA: Nosotros. Nosotros somos las ratas de laboratorio. (Inquieta) Voy a salir.
ANA se va hacia la habitación, JUAN la sigue. ANA sale poniéndose el abrigo.
JUAN: ¿Cómo que vas a salir?
ANA: Como lo oyes, voy a salir a la calle. Este encierro no me lo creo más.
JUAN: Ana, te van a meter presa. Nos van a meter presos a los dos o Dios sabe qué. Por favor, no salgas.
ANA: No sé qué puede llegar a saber Dios a estas alturas. (Mirándolo fijamente) Si quieres que no salga al menos déjame abrir las persianas.
JUAN: No, Ana, sabes que no se puede.
ANA: ¿No ves? Es el plan perfecto.
JUAN: ¿El plan perfecto para qué?
ANA: No lo sé y es lo quiero averiguar.
JUAN: Ana, ¿te escuchas cuando hablas? No tiene sentido.
ANA: Juan, nada de esto tiene sentido. Ni lo de la comida, ni la tele, ni las persianas, ni el móvil. Nada. ¿No te has dado cuenta que no tenemos ninguna noticia del mundo exterior? ¿Cuántos son los contagiados y los muertos? Hace seis meses que no nos dan una cifra.
JUAN:Es normal, Ana. Recuerda que han evitado dar ese tipo de información para no desmoralizar al resto de la población. Esto lo hemos hablado más veces.
ANA: No, Juan, esto no lo hemos hablado nunca. Lo que hacíamos era discutir.
JUAN: Eso es lo que hacías tú.
ANA: Me da igual. Mira, me voy a armar de valor y voy a salir a la calle y te voy a demostrar que todo esto es una gran mentira.
JUAN: No lo hagas, por favor.
ANA, de repente, examina a JUAN con su mirada. Al principio, se queda quieta y luego se va alejando de él.
ANA: Tú. (Pausa). Todo lo has organizado tú.
JUAN: ¿Cómo?
ANA: La orden de bajar las persianas me la contaste tú. Lo de no poder salir a la calle me lo contaste tú, no lo vi en ninguna parte. Tú te has deshecho de los móviles. La tele en bucle como si fuera la puta película de «Speed». La comida, (pausa) la comida la bajas a buscar tú. Has hecho todo esto para que no me fuera. Y yo simplemente te obedezco.
JUAN: Estás completamente loca. Si sales, te van a matar.
ANA: Si me quedo aquí, me voy a morir igualmente.
JUAN (intentando acercarse a ella): No te lo voy a permitir.
ANA (muy seria, mirándolo fijamente): Juan, quédate donde estás. Me voy. Y pase lo que pase, no voy a volver. Ya no sé quién es la rata en todo esto.
JUAN: Ana.
ANA: Quítate de la puerta, por favor.
JUAN: Ana.
ANA: Juan, quítate.
JUAN, desamparado, se mueve hacia un costado. ANA abre la puerta. Se oscurece la sala. Se escuchan unos pasos y una puerta que se abre y se cierra.