El Montacargas baja el telón para siempre. La sala de teatro alternativa situada en el madrileño barrio de Puerta del Ángel, al otro lado del río Manzanares, cerrará sus puertas definitivamente el próximo 31 de marzo de 2020. A su espalda quedan 26 años de programación continua desde que en diciembre de 1993 abriera sus puertas.
Muchas temporadas de trabajo continuo y sin descanso para Aurora Navarro y Manuel Fernández Nieves, fundadores y actuales directores del espacio. Ahora ponen fin a esta aventura para tomarse un respiro y poder continuar con nuevos proyectos, una decisión tomada en parte por una importante subida del alquiler del espacio que complicaría la viabilidad del proyecto.
Un fin con objetivos cumplidos
Tanto Aurora como Manuel, pareja profesional y sentimental, dicen acabar esta etapa satisfechos y con alegría. “Es un ciclo que se abrió y que ahora se cierra”, explica Navarro. “Es gracioso que entonces hubiera gente que nos decía que estábamos locos por abrir una sala de teatro alternativo cuando Madrid era un páramo cultural y ahora haya gente que nos diga que estamos locos por cerrarla, cuando estamos estabilizados y con subvenciones”, añade.
Casi veintisiete temporadas en las que han pasado todo tipo de artistas por el escenarios. Españoles como José Pedro Carrión (Premio Nacional de Teatro), Andrés Lima, Blanca Portillo o Nancho Novo, compañías como Ron La Lá, Ultramarinos de Lucas (Premio Nacional de Artes Escénicas para la Infancia y Juventud), Chévere (Premio Nacional de Teatro) o artistas internacionales como Carlo Colombaioni, Leo Bassi o Jango Edwards.
“El trabajo está hecho, los objetivos cumplidos, toca cambiar de rumbo”, señala Fernández Nieves. “También hemos participado junto a numerosos compañeros en la creación de un tejido de salas de teatro alternativas, a nivel madrileño y nacional”, añade.
La odisea de gestionar un espacio cultural
Ser artista y empresario a la vez no es fácil de gestionar. Pero a ello se vieron obligados Aurora y Manuel cuando decidieron, con ayuda de otros tres socios, poner en pie la idea de tener su propio espacio de creación y exhibición. Eligieron como lugar para establecerse un edificio de tres plantas que anteriormente había sido una fábrica de caramelos. Sin ayudas ni subvenciones, con sus propias manos, sus ahorros y el de familiares y amigos, reconvirtieron el local en sala de teatro. “Sin dinero, sin conocimientos en el área empresarial y con muchas ganas de actuar y que actuaran otros”, resume Navarro.
Durante estos veintiséis años se han turnado para estar en taquilla, en la barra del bar tirando cañas, colocando focos o actuando encima del escenario con su compañía. Y detrás todo el trabajo que no se ve: papeleo, ensayos, organizar la programación, crear ciclos escénicos, hablar con compañías, contratos, programar actividades paralelas… Además Aurora y Manuel han dirigido durante 13 años la Escuela Municipal de Teatro de Galapagar y durante 6 años la Escuela Municipal de Teatro de Colmenarejo. Y no se olvidan de sus vidas personales. “Criábamos 2 hijos y cuidábamos el huerto, perros, gatos, peces y gallinas… ¿Por qué no?”, afirma Navarro.
Isadora Duncan como fin de fiesta
El nombre de El Montacargas no desaparecerá, pues continuarán con su trabajo como compañía. Y quieren despedirse de su espacio, su casa, haciendo lo que mejor saben hacer: subirse a un escenario. Por eso los viernes y sábados a las 20h30, del 10 de enero al 29 de febrero, puede verse Isadora, su última producción propia. Un espectáculo unipersonal creado por Aurora Navarro que, metiéndose en la piel de la bailarina Isadora Duncan, hace un viaje por su vida. En escena se fusionan teatro, danza, música y audiovisuales para recorrer la historia de la creadora de la danza moderna.
Igualmente repondrán una nueva versión del ya clásico infantil ¿A qué sabe la luna? bajo el título El juego de la luna con los animales. Un espectáculo del Teatro de Sombras de Nicolás Mallo que ya permaneció en cartel en la sala durante ocho temporadas consecutivas y que podrá verse los domingos a las 12h.
“Como Isadora Ducan, que nos dio alas para volar a otras mujeres, El Montacargas dio alas para volar a otros espacios y así sucesivamente. La llama de la ilusión, el teatro y la creación libre no se extinguirá nunca”, concluye Navarro.
Carta de despedida / Aurora Navarro (Fundadora y directora de programación)
Hola:
El 15 de diciembre de 1993 abrimos El Montacargas.
El 31 de marzo 2020 lo cerraremos.
No pasa nada. Es un ciclo que se abrió y ahora se cierra. Es un proceso, como todo en la vida… Es gracioso que entonces hubiera gente que nos decía que estábamos locos por abrir una sala de teatro alternativo cuando Madrid era un páramo cultural y ahora haya gente que nos diga que estamos locos por cerrarla, cuando estamos estabilizados y con subvenciones.
Pero los sueños no tienen dueño… ¡van y vienen! Los objetivos, las necesidades, las ilusiones cambian y evolucionan. ¡Y las circunstancias!
También es verdad que nos proponen, desde la propiedad del local, una subida de alquiler que, sin embargo, no ha sido sino el punto de inflexión para tomar esta decisión.
Entonces fue una necesidad histórica; abrir un espacio que no había para compañías profesionales independientes como nosotros. Emprendedores impulsivos, empresarios obligados, mártires por la causa, locos inconscientes, constructores de sueños. Todo eso y más…
Toda la gama imaginable de momentos y emociones han pasado por nuestros cuerpos, vidas y mentes… Qué vida más intensa, ¿por qué no?
Al mismo tiempo que hacíamos 200 funciones al año (de teatro contemporáneo, infantil y de adultos), creábamos Ciclos como el Creativas Mujeres Creadoras o el Festival Internacional de Clown de Madrid, y otras 50 actividades como presentaciones de libros, conciertos, cabaret, debates, tertulias, exposiciones de pintura…
Dirigíamos la Escuela Municipal de Teatro de Galapagar, producíamos un montaje teatral por año con nuestra compañía propia, criábamos 2 hijos (hoy veinteañeros y brillantes científicos los dos) y cuidábamos el huerto (perros, gatos, peces y gallinas)… Qué vida más intensa, ¿por qué no?
Cuando te sale, ¡te sale! Es así, no tiene remedio. Sarna con gusto no pica, como decía mi madre. Lo que hay que trabajar para no trabajar, decía una tía mía al ver a los artistas de circo.
Hoy, 26 años después de aquello, miro atrás y me digo: ¡qué energía! Qué bueno, qué bien lo hemos pasado, cuánto hemos sufrido, cuánta gente ha pasado, cuántas emociones, historias, amores, amistades… Cuántas risas, cuántas cañas, cuánto público nuevo, emocionado, desconocido, primerizo, interactivo ha nacido con nosotros.
Y me siento muy orgullosa de TODO y doy MUCHAS GRACIAS a tod@s l@s que lo han hecho posible:
Compañer@s, compañías, amig@s, público, periodistas e instituciones.
Un huequito de ilusión y magia donde todo era posible… ¿Por qué no?
No pasa nada. Ahora se cierra y se abrirán otros, animados por nosotros y nuestra posibilidad de ‘ser’, de ‘hacer’. Como Isadora Duncan, que nos dio alas para volar a otras mujeres, El Montacargas dio alas para volar a otros espacios y así sucesivamente. La llama de la ilusión, el teatro y la creación libre no se extinguirá nunca.
Lo auguro y lo deseo. ¡Salud y suerte!
Carta de despedida / Manuel Fernández Nieves (Fundador y director técnico)
“Quiero un teatro mío”.
Esta era la frase de autoafirmación de mi compañera Aurora Navarro cuando buscábamos un local en Madrid para abrir una sala de teatro. Luego decía que tenía que haber pedido también que diera menos trabajo, pero era tarde. La aventura ya había comenzado en cuanto vimos ese local tan cuco, un almacén de caramelos, en el Paseo de Extremadura, mi barrio, después de haber buscado por todo el Foro.
Tras una reforma integral del edificio en tiempo récord, con nuestras propias manitas, más la ayuda de buenos profesionales, claro, El Montacargas empezó su singladura el 15 de diciembre de 1993. Era otro siglo, ha llovido desde entonces.
Y pasó de almacén de caramelos a fábrica de sueños. Sueños que no han parado de desarrollarse en estos 26 años, casi 27 temporadas en las que han pasado por su escenario tantos proyectos, tantas ilusiones… Y no solo teatrales, se han rodado tantos cortos, presentado libros, recitado poemas y sonado conciertos. Cursos de niños y adultos de todo corte, escuela profesional de teatro durante un tiempo, de la que han salido grandes profesionales. Han pasado tantos artistas, tantas compañías, tantos proyectos, tantas personas. Un recuerdo especial esos artistas, a los trabajadores que han formado parte del equipo a lo largo de los años y también a los becarios y alumnos en prácticas que aportaron un breve tiempo, su tiempo, generosamente al esfuerzo común.
El trabajo está hecho, los objetivos cumplidos, toca cambiar de rumbo. También hemos participado junto a numerosos compañeros en la creación de un tejido de salas de teatro alternativas, a nivel madrileño y nacional. Los nuevos proyectos teatrales tienen su espacio natural para presentarse al público. Podríamos seguir al frente de El Montacargas sine díe, pero ha llegado nuestro momento de cambio. Hay más frentes en los que seguir aportando nuestro grano para contribuir a mantener encendida la llama del teatro en tiempos difíciles. Hay que seguir trabajando, vendrán mejores tiempos para el arte y la cultura.
Cerramos esta etapa profesional con alegría, con la misma que empezamos, y la mochila llena de tantas imágenes, tantos momentos, tantos amigos, tanta gente que ha participado. Muchísimas gracias a todos.
Memoria de la sala. El Montacargas: 26 años fabricando sueños
Situada en el madrileño barrio de Puerta del Ángel, al cruzar la orilla del río Manzanares hacia el Paseo de Extremadura, El Montacargas abrió sus puertas a finales del año 1993. Un pequeño grupo de actores y artistas se unió para abrir un espacio cultural privado que resultó ser pionero en el movimiento de salas alternativas de la ciudad y España, junto a la sala Triángulo y Cuarta Pared.
Para ello reconvirtieron una antigua fábrica de caramelos situada en el número 19 de la calle Antillón en un lugar donde poder reunir a artistas de todas las disciplinas y exhibir sus creaciones más vanguardistas y experimentales.
Sin ningún tipo de ayuda ni subvención al principio, se pusieron manos a la obra y fueron los propios actores los que, como improvisados albañiles, reformaron y rehabilitaron el espacio.
Y no solo eso, Aurora Navarro y Manuel Fernández Nieves, actores formados en la RESAD que ampliaron su formación en París y Londres en los años 80 trabajando tanto en salas como haciendo teatro de calle, tuvieron que aprender a ser empresarios, ya que la idiosincrasia del sector de las artes escénicas en nuestro país les obligaba a ser empresarios y gestores, un oficio que han desempeñado cada día y que han compaginado con su propia compañía de teatro y su vida familiar.
Uno de los elementos emblemáticos del edificio que habría sobrevivido a la reforma del local era un montacargas, en honor al cuál decidieron bautizar la sala. Un nombre que, explican, “evoca al transporte de energía del suelo al techo, al ascenso al mundo del arte, de las ideas”. Tampoco es coincidencia que el nombre de la sala sea el título de un texto dramático del dramaturgo Harold Pinter (Premio Nobel de Literatura 2005), cuya producción fue estrenada en 2018 de mano de la compañía residente.
Un espacio para todos
Su apertura en 1993 ayudó a aumentar el tejido social y cultural madrileño, convirtiéndose en un espacio de referencia donde hasta el día de hoy se han programado espectáculos de pequeño y mediano formato y de todos los géneros: teatro, cabaret, conciertos, danza, teatro infantil… Si bien el humor es su sello principal, siendo creadores e impulsores del Festival Internacional de Clown de Madrid, que cuenta con diecinueve ediciones y por cuya programación han pasado artistas como Leo Bassi, Jango Edwards, Pablo Carbonell, Alex O’Dogherty o la compañía Pez en raya.
También destaca su apuesta, desde los primeros años, por crear una programación fija de teatro infantil cuando por entonces escaseaba en la ciudad, así como el impulso de las Campañas Infantiles de Navidad. El resultado siempre ha tenido una buena acogida, como por ejemplo el espectáculo ¿A qué sabe la luna?, de Nicolás Mallo, que cosechó tal éxito que consiguió mantenerse en cartel durante ocho temporadas consecutivas.
Un espacio cultural abierto para todos de 216 metros repartidos en tres plantas.
La planta baja es un lugar acogedor, de intercambio. La búsqueda de una experiencia teatral completa y el poder compartir opiniones. Algo que permite ir más allá de una sala convencional, El Montacargas es un lugar en el que el espectador puede hablar con el director y los actores, un lugar en el que se le escucha, un espacio del que forma parte y son aceptadas todas sus manifestaciones.
En la segunda planta es donde se encuentra la sala de teatro, un espacio con capacidad para 60 personas sentadas que adapta sus instalaciones en función de las necesidades de cada espectáculo.
Y, por último, coronando la construcción, en la tercera planta se encuentra el aula, un espacio diáfano que da cabida a ensayos y formaciones de teatro, yoga, danza o artes marciales.
En cierto modo la sala nunca dejó de lado su origen como fábrica de caramelos y ha continuado siendo un lugar dulce, donde la diversidad y la imaginación tienen su refugio.
En buena compañía
Por su sala pasan una media de veinte compañías por temporada de la cual disfrutan una media de 150 funciones anuales.
En su escenario han empezado y se han formado conocidos actores de nuestro país de la talla de Nancho Novo, Nathalie Seseña, Eva Hache, Ruth Nuñez o Toni Acosta, y directores de teatro como Andrés Lima, Jose Pedro Carrión (Premio Nacional de Teatro), Mariano de Paco o Blanca Portillo (Premio Nacional de Teatro).
No es un lugar de puro entretenimiento, aunque se consiga pasar un buen rato a carcajada limpia. Textos de autores prestigiosos se han puesto en pie sobre su escenario, como Woody Allen, Dario Fo, Mario Benedetti, Oscar Wilde, Julio Cortazar, Yolanda Pallín, Boris Vian, Ionesco, Alfonso Zurro, Sanchís Sinisterra, Strindberg, O´Neill, Cocteau, Paloma Pedrero, Sergi Belbel, Marguerite Duras, Jean Genet, J.L. Alonso de Santos o el Marqués de Sade.
Una cultura de resistencia
Han sido años de dificultades, sacrificio y transformación. De cuentas en rojo, de jornadas de trabajo interminables y de una constante inestabilidad. Su trayectoria personal y familiar es como la de los antiguos cómicos, una estructura familiar que vive y respira teatro según cuenta, Aurora, casada con Manuel desde hace más de 30 años y madre de dos hijos.
Como muchos otros emprendedores independientes la pareja ha tenido que aprender a combinar la gestión de la sala de teatro con otros trabajos para poder subsistir aunque sin alejarse del ámbito teatral: dando clases en colegios e institutos y trabajando como actores tanto en teatro como en cine y televisión.
En los orígenes de la sala se constituyeron como asociación cultural pero tuvieron que dejar esta fórmula y convertirse en empresa, teniendo que pagar impuestos casi sin tener ningún beneficio, ya que es un requisito fundamental para acceder a las ayudas públicas de las salas de teatro en España.
Gestores y artistas
Aurora Navarro y Manuel Fernández Nieves iniciaron su unión profesional con la compañía La Torre Infiel, creada en París y que cuenta ya con 30 años de trayectoria. A su vuelta a Madrid pasó a llamarse Cía. El Montacargas en honor a la sala que juntos habían puesto en pie.
A lo largo de los años han producido un total de 20 montajes. Un estilo de teatro comprometido, lúdico, lúcido y con una fuerte tendencia al humor, que consideran “el arma más eficaz para hablar de ‘lo serio’”, poniendo en pie textos de autores como Sanchis Sinisterra, Woody Allen, Dario Fo, Eduardo Fuentes, Harold Pinter, Miguel Morillo o Concha Párraga y textos de creación propia, y contando con actores como José Pedro Carrión o Eduardo Fuentes.
Su última producción es Isadora, un espectáculo unipersonal ideado por Aurora Navarro con la colaboración de Concha Párraga (Premio MAX) en la dramaturgia. Fusionando teatro, danza, música y audiovisuales narra en escena la historia de Isadora Duncan, un mito de la danza considerado creador de la danza moderna.