Por Alba Quintas
Fotos: © marcosGpunto (fotos de ensayo)
«Hoy, 13 de julio de 1943, termino de poner en borrador Celia en la revolución».
Elena Fortún tuvo la necesidad de finalizar su novela dejando constancia del día en el que la había acabado, quizá adivinando que no sería hasta mucho después, 1987, cuando la historia perdida de su famoso personaje sería publicada. La escritora madrileña mueve a Celia por distintos escenarios de la zona republicana: Madrid, Barcelona, Valencia, Albacete… dándonos un retrato de la guerra como nunca se había leído. Nos mete el hambre en el cuerpo, nos transmite el pánico de los bombardeos, nos habla de la pérdida pero también de la esperanza; y sobre todo, del mantenerse en unos ideales que parecen no encajar en ninguno de los dos bandos. Celia no se entiende en esta novela sin la historia de su autora, Encarnación Aragoneses, más conocida como Elena Fortún, pero tampoco sin el silencio al que fue condenada durante muchos años. Y a ese silencio, el de quien no fueron ni los unos ni los otros, nos resistimos desde el escenario.