Por Eusebio Calonge
Fotos: Víctor Iglesias
Dónde el llamado género frívolo se convierte en trágico.
El costroso cortinaje granate desprende pestes a sudor y desinfectantes. Las notas musicales se esparcen por la penumbra mal ventilada antes de diluirse en el fondo de los vasos. Bajo los focos que desparraman azul noche, el diezmado coro de vicetiples ensaya una rudimentaria coreografía. Pereza de albornoces, chándales y mallas remendadas, aderezado con boas desplumadas, brillantes baratijas y acoples de micrófono.
La tragedia contoneándose desde sus altos tacones. En el espejo del camerino, rodeado por bombillitas fundidas, quedó escrito con pintalabios: El Desguace de las musas.
Metáfora de una a realidad degradada a burdo espectáculo. Tras su rutilante escenografía, trampantojos de pantallas que escupen su misión publicitaria, políticos que vociferan, trapos de portera y amnesia futbolística, propagando una devastación espiritual sin precedentes.