Por Álvaro Vicente/@AlvaroMajer
La música y el drama de Selma
Fernando Soto se ha encargado de dirigir la primera adaptación española al teatro del célebre filme de Lars Von Trier, con Marta Aledo como protagonista dando vida a Selma, el personaje que inmortalizó en el cine Björk, una mujer migrante que, en su camino hacia la ceguera, sacrifica su vida por el futuro de su hijo. Le acompañan en escena José Luis Torrijo, Luz Valdenebro, Inma Nieto, Fran Calvo y Álvaro de Juana. Podrá verse en el Teatro Fernán Gómez del 28 de febrero al 31 de marzo.
Corría el año 2000. El movimiento Dogma iba perdiendo apego a la ortodoxia y Lars Von Trier se marcó un peliculón que impactó como pocos a los que la vieron entonces y a los que la han ido descubriendo a lo largo de estas dos décadas que ya han pasado. Pero la historia no ha envejecido para nada y su salto al teatro, aunque ha tardado en llegar, es muy pertinente en un presente en el que la pena de muerte sigue ahí, pero sobre todo en el que la sociedad capitalista nos ha enseñado su peor cara y la obsesión por lo material, la precariedad laboral, las migraciones y las fronteras son cuestiones acuciantes contra las que cabe luchar con todas las fuerzas, con todo lo que los seres humanos tenemos al margen del poder, es decir, la fraternidad, el perdón, el amor y la bondad.
Un empeño deliberado
Hace ya un par de años por lo menos que el actor y director Fernando Soto y el también actor Fran Calvo (que han coincidido en varios proyectos) se empeñaron en levantar este proyecto. Compraron los derechos del texto teatral que Patrick Ellsworth había escrito a partir del guión de Von Trier y se pusieron a definir la producción. Aunque la idea pasó por los despachos de los/as directores/as del Teatro Español, el Centro Dramático Nacional, el Festival de Otoño y los Teatros del Canal, finalmente fue el Teatro Fernán Gómez el que se embarcó con ellos y con la productora SEDA y hoy este montaje de Bailar en la oscuridad es una realidad. En 2018 se hizo por vez primera en teatro, en Hamburgo, y ahora se estrenará también en Dinamarca. De cualquier forma, la gran novedad de esta teatralización es la música, pues Björk retiró los permisos a todo dios para usar su música y en esta producción española se han compuesto las canciones de nuevo, firmadas por Tomás Virgós.
Pero no es un musical
“Es teatro dramático-musical en todo caso”, matiza Soto. “La historia que se cuenta es la misma que la de la película, obviamente, pero en la versión teatral se han añadido algunos episodios del pasado de Selma en Checoslovaquia, sobre el padre que su hijo nunca tuvo, que era un soldado. Algunas escenas de la peli, que son más de transición, aquí se caen, y claro, hemos tenido que hacer un arduo trabajo para adaptarlo todo a seis actores, que salvo Marta Aledo que encarna a Selma, el resto dobla personajes. Es un espectáculo muy coral, basado en lo físico que despierta la propia música, porque más que bailar son coreografías de movimientos de 5 personas sobre canciones que duran como mucho 2 minutos, ya que aquí no tenemos las 15 personas de relleno que tienen en la película. Me he inspirado mucho en el trabajo de la compañía británica Complicité, que con apenas 5 o 6 actores son capaces de hacer escenas corales impresionantes”.
El Vía Crucis de Selma
Como el propio Soto nos recuerda, ya en el momento en el que se estrenó la película se habló de las analogías entre el Vía Crucis de Cristo y el viaje de Selma hacia la oscuridad total que es la muerte, una mujer, pobre, inmigrante, madre soltera, que llega al Estados Unidos profundo de los puritanos años 60, donde es explotada, que tiene una enfermedad que la está dejando ciega y que es hereditaria, por lo que todo lo que gana lo guarda para poder operar a su hijo, dinero que le terminan robando y por el que ella será capaz de matar. Porque por un hijo somos capaces de todo, de lo mejor y lo peor. Pura heroína trágica. “Selma es Cristo y es el Quijote, inconscientemente hace una especie de sacrificio por su hijo, pero también por todos. Tener un hijo ya establece un vínculo natural de sacrificio, entendido en el sentido más positivo del término, porque adquieres un compromiso con la bondad: quieres todo lo bueno para tu hijo y para ello haces lo que sea. Asumes la responsabilidad de comunicar unos valores que, en definitiva, y aunque suene naif, son para hacer un mundo más bonito, mejor. Por eso me jode tanto cuando la gente dice: uff, Bailar en la oscuridad, qué dramón. Pues sí, es una tragedia, pero es una tragedia de oscuridad luminosa, que nos abre los ojos cuando se los cierra a la protagonista. Bailar en la oscuridad habla de algo muy duro, pero hermoso. Y el problema es que este sistema va deteriorando lo hermoso cada vez más”.
Teatro panorámico
El teatro y el cine no están tan lejos, aunque a veces nos cuesta verlos como artes hermanos. Fernando Soto ha querido imprimir una narrativa cinematográfica a este montaje de ritmo absolutamente teatral. No es la primera vez que lo prueba, lo hizo hace no mucho adaptando otra mítica película, Trainspotting. “Como en aquella ocasión, me he basado en la creación de sets cinematográficos sobre el escenario, junto a Javier Ruiz de Alegría, el escenógrafo. Está la fábrica, están las dos casas, el parking, la celda… son lugares en los que Selma, como narradora, va moviendo la cámara. Encima podemos aprovechar un espacio como el de la sala grande del Fernán Gómez, tan panorámico. Es como plantearle un viaje a los espectadores a través de esta historia”, una historia que va de la cruda realidad de Selma a la fantasía de las canciones que se encienden en su cabeza, cenicienta de sí misma. Von Trier consiguió, con la inestimable interpretación de Björk, que la acompañáramos hasta el mismísimo cadalso, riendo, llorando y sufriendo con ella. Y a buen seguro que una actriz como Marta Aledo sabrá regalarnos un viaje igual desde el escenario y le acompañaremos en su descenso a los infiernos, en su vía crucis. Y le habremos de dar las gracias.
La teatralidad de Lars Von Trier
Hace unos meses pudimos asistir a la versión teatral de la película El jefe de todo esto (2006) en las Naves de Matadero, a cargo de la compañía vasco-suiza L’Alakran. También Dogville (2003) vivió su salto al teatro el pasado otoño en México, una película, por lo demás, que es casi teatro filmado, como sucedía también con Manderlay (2005). No es un secreto que en estos dos títulos el director danés volcó su amor y su añoranza por el teatro televisado que veía en los años setenta. De hecho, él también ha dirigido teatro, aunque dijo una vez en una entrevista que “el teatro puro no me fascina. A mi madre le gustaba mucho Brecht. Se marchó de casa cuando su padre le rompió los 78 discos de Kurt Weill. Durante mi infancia, Brecht fue una especie de maestro, mientras que para mi generación era un tanto anticuado”. El caso es que una mirada al teatro que se hace hoy da cuenta de que ‘lo brechtiano’ está instalado ya como una convención más.