Por Pablo Iglesias Simón / @piglesiassimon
Mark Millar es uno de los guionistas de cómics actuales más conocidos. Además de escribir historias para series populares tanto del universo DC (Batman, Superman, Flash, la Cosa del Pantano o Wonder Woman) como Marvel (X-Men, Lobezno, los Cuatro Fantásticos o los Vengadores), se ha dedicado a crear sus propios personajes.
De entre ellos quizás el más célebre es Kick-Ass que da nombre a la saga, publicada a lo largo de ocho años, en veintiocho números repartidos en cuatro volúmenes, que forman Kick-Ass, Hit-Girl, Kick-Ass 2 y Kick-Ass 3. En ella encontramos uno de los rasgos característicos que motivan muchos de sus universos fabulares: plantearse una alternativa a lo dado por hecho, para cuestionar las convenciones de la ficción. En Kick-Ass Millar se pregunta “¿Y si los frikis de los cómics se atrevieran a enfundarse los trajes y patrullar las calles como auténticos superhéroes?”. Y, para responder a esta cuestión, nos regala una entretenidísima historia donde acompañamos las andanzas de Dave Lizewski en sus vanos intentos por lograr escapar de su vida anodina de adolescente inseguro. Millar, con John Romita JR al dibujo, construye un relato sangriento, crudo, políticamente incorrecto, que se ríe de sí mismo y de todos los tópicos de cómics, series y películas populares. En él sufriremos los aprietos en los que se encontrarán nuestros Ícaros contemporáneos, cuyos sueños se tornarán pesadillas por pretender llevar a la realidad lo que sólo es posible en la ficción.
En este juego de los “y si” de Mark Millar, se alinean otros sugerentes títulos que no quiero dejar de mencionar. En Superman: hijo rojo se plantea: “¿y si la nave que trajo a Superman a la Tierra se hubiera estrellado en una granja colectiva soviética en lugar de en Kansas?”, para, a partir de ahí, reflexionar, sin abandonar nunca su toque irónico, no solo sobre las contradicciones de este archiconocido personaje sino también sobre las sociedades y los mitos nacidos al abrigo de la Guerra Fría. También en Némesis se planteará “¿y si un millonario como Bruce Wayne en lugar de convertirse en un superhéroe como Batman hubiera decidido ser un supervillano?” o en Superior “¿y si a un niño con esclerosis múltiple le dieran la oportunidad de tener superpoderes?”. Para terminar con nuestra panorámica a algunas de las creaciones de Millar, en El viejo Logan parte de una premisa desoladora, “¿y si los supervillanos hubieran ganado?”, para sentarnos en el asiento del copiloto y acompañar a un envejecido Lobezno en una suerte de road movie por unos estados partidos de América.