El poema autobiográfico encontrado tras la muerte del autor italiano se convierte en monólogo teatral en el cuerpo y la voz de Gonzalo Cunill, dirigido por Àlex Rigola [entradilla]
Por Álvaro Vicente / @AlvaroMajer
Al poco de morir asesinado en Ostia, el 2 de noviembre de 1975, entre los papeles que Pasolini guardaba en su estudio se encontró un largo poema, en bruto, inacabado, que contenía el resumen lúcido de una vida tan contradictoria como coherente, por paradójico que resulte. Ese poema, publicado bajo el título ‘Poeta de las cenizas’, se convierte en monólogo teatral en el cuerpo y la voz de Gonzalo Cunill, dirigido por Àlex Rigola.
En coproducción con el Festival Grec de Barcelona y el Festival Temporada Alta de Girona, la compañía de Àlex Rigola, Heartbreak Hotel, mete la esencia de Pasolini en una caja de madera y la sirve solo para 30 espectadores por función.
Un marxista en Nueva York es el título que le dio la célebre periodista Oriana Fallaci al artículo que publicó tras acompañar unos días a Pier Paolo Pasolini en su primera visita a “la capital del mundo”, en octubre de 1966. Quizás fue a ella a quien el intelectual italiano más controvertido del siglo XX, con permiso de Gramsci, quiso responder con lo que contiene Poeta de las cenizas, el texto inacabado que, según uno de sus primeros biógrafos, Enzo Siciliano, se encontró entre sus manuscritos tras la horrenda muerte de Pasolini. Siciliano dice que este texto era una composición con la que el autor pretendía contestar a las preguntas de un periodista de Nueva York. Una sucesión de versos que son una biografía poética y que, un buen día, cayeron en manos de Àlex Rigola, que se encontró con esta obrita en una librería de Venecia y quedó fascinado.
Ahora que tengo inmerecidamente 44 años,
más o menos los que él tenía cuando mis primeros poemas,
lo veo fuera de mi historia,
en un episodio que me resulta totalmente ajeno,
en el cual soy un culpable héroe objetivo.
Pasolini habla de su padre en estos versos, casi al principio del poema. Y habla de su edad. Rigola tenía 46 cuando empezó a pergeñar este montaje. “He pasado de hacer un teatro más directamente político a uno más reflexivo. Sucede porque uno se pregunta, en el momento que vive, dónde estoy y qué quiero hacer con mi tiempo. Y eso coincide con lo que le pasa aquí a Pasolini. Habiendo pasado el ecuador de su vida, piensa en lo que va a hacer el resto de sus días. Para decidir esto, tienes que hacer un repaso a lo que has sido y has hecho, miras con qué te quedas y con qué no, aceptando lo que hay. Ahí Pasolini nos demuestra su valentía. Es un tipo lleno de contradicciones, pero con una ética firme, equivocada o no, pero firme. Acaba diciendo: mi obra serán los hechos de mi vida, y eso tiene que ver con no separar el arte de tu propio pensamiento ético. Esto vale la pena recordárselo hoy al público y a uno mismo”.
He vivido
esa página de novela, la única de mi vida:
por lo demás -qué queréis-
he vivido dentro de una lírica, como todo obseso.
Esa dimensión reflexiva del teatro de Rigola pasa por abandonar los grandes auditorios y centrarse en comunicar íntima y cercanamente sus nuevas creaciones. Ya vimos Vania y, como allí, aquí la acción se sitúa dentro de una caja de las que se usan para transportar obras de arte. “Guardamos y conservamos ahí el espíritu de Pasolini, su esencia. Y además, este formato es el mejor para captar y entender algo que no es una obra de teatro realmente, sino un poema”, concluye Rigola.
Teatros del Canal. Del 6 al 18 de marzo