Así empieza todo, con un simple gesto. Un gesto que dice aquí estamos, que nace de los extremos desde el movimiento más pequeño, a la movilidad más expansiva.
Un gesto que nos rejuvenezca como especie. Que nos implique, que nos comprometa. Que nos salve. Que nos permita mirarnos a la cara sin sentir menosprecio ni vergüenza.
Un gesto sensible que nos arranque de la crueldad.