Por Álvaro Vicente / @AlvaroMajer
LSD made in Voadora
Llamo a Marta Pazos y lo primero que me dice es que la pillo intentando meter un Citroen AX en un teatro de Santiago de Compostela, pero que como es un teatro muy pequeño, lo tienen que cortar en tres partes y soldarlo luego otra vez una vez dentro. Voadora te sorprende cuando menos te lo esperas y parece que es una constante tanto en sus montajes como en la vida misma de sus tres miembros: Hugo Torres, Jose Díaz y la propia Marta. “Nuestro día a día es así, somos tres tipos con hijos que hacen locuras de este tipo en el teatro, pero es que no sabemos hacer otra cosa y nos encanta”, dice ella, entre carcajadas. Esa última locura, la del coche, amenaza con monopolizar la conversación. Pero es que es un proyecto tan bonito. Y la putada es que no lo vamos a poder ver en Madrid. Se llama Garaje, se estrena el 3 de febrero en Santiago y su idea de partida tiene que ver con el cambio de rol de la figura de la mujer en la industria automovilística desde los años 90 hasta ahora. Lo hacen contando con testimonios y participación de trabajadoras de la fábrica de Peugeot/Citroen de Vigo, repitiendo la experiencia original que tuvo lugar en 2017 en la localidad francesa de Montbéliard, donde está la fábrica de Peugeot más antigua del mundo.
Deconstructing Shakespeare
Lo que sí vamos a ver en Madrid es su fantástico montaje del Sueño de una noche de verano, que es la otra línea de trabajo que ha frecuentado Voadora en estos 10 años de actividad que llevan, trabajos sobre obras del repertorio universal frente a esas otras creaciones que se salen de los límites habituales de la teatralidad, sin renunciar a ella. Pero en ambas líneas de trabajo dejan un sello muy genuino y en todos sus proyectos hay un enfrentamiento con lo desconocido que empieza por enriquecerlos a ellos como creadores y que salta al espectador que ve sus obras. Su visión del sueño shakesperiano es una oportunidad para reivindicar la libertad de ser y vivir como a uno le dé la gana y eso se materializa en un montaje visualmente muy potente, lúdico, irreverente, en el que uno de los personajes lo encarna Paris Lakryma, una persona transgénero que no es profesional del teatro (es militar realmente) que se ha sumado a esta fiesta desenfrenada que, con el tuétano del texto original, confecciona un caldo nutritivo con una pizca de ácido lisérgico que te lleva, como espectador, a un viaje sensitivo y emocional que se disfruta mucho. Más que nunca, yo tuve la sensación viéndolo de que me había comido un tripi.
La libertad de escoger
Aquí siempre es verano, hace calor y no conseguimos hacer nada más que beber gin-tonics y bailar hasta caer en la hierba.
Esta historia habla, por encima de todo, de la libertad de escoger. Escoger dónde perderte, escoger a quién amar, escoger qué hacer con tu cuerpo. De la identidad. De la mirada. De otras formas de leer la piel.
Los amantes se transforman constantemente en esta versión feroz del chileno Marco Layera. Con violencia. Corriendo libres por un bosque de límites flexibles, una floresta abierta a la diversidad de género. Vagando perdidos entre el día y la noche, entre lo humano y lo animal, entre la realidad y la ficción, entre lo masculino y lo femenino, entre la vigilia y el sueño. Un sueño lisérgico en el que los bajos instintos gobiernan el mundo y en el que la belleza siempre oculta intenciones peligrosas.
Esta es una comedia sobre el amor, el dolor, la pasión, el sexo, los desencuentros y el poder. Es una comedia sobre ti y sobre mí. Porque ya fuimos cazadores y ya fuimos presas. Así nos pasamos la vida: amando, siendo amados, rechazando, conquistando…
¿Y qué otra cosa podemos hacer en este bosque y con este calor?