El título de este nuevo programa de la Compañía Nacional de Danza es un ‘portmanteau’, una combinación de dos términos, ‘numen’ y ‘eros’, en cierto sentido opuestos pero que conforman dos elementos centrales en la creación en danza: ‘Eros’ como impulso vital encarnado, impulso creativo, fuerza deseante que se manifiesta en y a través del cuerpo; y ‘Numen’ como presencia intangible, inspiración poética o espiritualidad inmanente que trasciende la voluntad del artista. Cuando se encuentran, nace NumEros, que evoca el Número como principio de orden, patrón subyacente, lógica que da forma al movimiento. En este sentido, NumEros propone una articulación entre estas tres dimensiones fundamentales del pensamiento y la experiencia creadora en la danza.

Siguiendo este concepto, este programa reúne el trabajo de tres coreógrafos, Georges Balanchine, William Forsythe y Jacopo Godani, que han desarrollado un pensamiento coreográfico formal y numérico, pero en el que la coreografía se construye como un campo de tensiones entre lo racional y lo corporal, entre lo medible y lo inefable. En estos trabajos los intérpretes trabajan a partir de sistemas numéricos -proporciones, repeticiones, permutaciones, secuencias- no solo como meros esquemas compositivos, sino como territorios vividos desde el cuerpo. El cuerpo, en este contexto, no se limita a ejecutar formas: las encarna, las perturba, las transforma. Así, la danza deviene un proceso en el que la precisión numérica se encuentra con el exceso del deseo, y la abstracción formal con la potencia afectiva del gesto.

 

SERENADE, DE GEORGES BALANCHINE

Estrenada en 1935, cuenta con la música de Serenata para cuerdas en do mayor de Tchaikovsky. No existe argumento, en palabras del propio Balanchine “el ballet cuenta su historia de manera musical y coreográfica, sin recurrir a ninguna narración ajena”. Quizás, en lo que a significado se refiere, podría apuntar a un pensamiento de Balanchine: “cada hombre va con el destino a sus espaldas; se encuentra a una mujer, la ama, pero el destino ya tiene otros planes”. En esta nueva puesta en escena de la pieza, Colleen Neary será la encargada de dirigir los movimientos rítmicos, precisos y sólo aparentemente narrativos de los cinco solistas y veinte bailarinas del cuerpo de baile. Sus encuentros y desencuentros, su interacción, cruzada o simétrica, componen una serie sucesiva e ininterrumpida de escenas en las que se percibe un romanticismo puro, muy sutil y plenamente acorde con el carácter neoclásico del estilo Balanchine.

 

 

ECHOES FROM A RESTLESS SOUL, DE JACOPO GODANI

En 2016 veía la luz esta coreografía (Ecos de un alma inquieta, en su traducción al español) ambientada en Le Gibet y Ondine, dos de las tres piezas para piano del tríptico Gaspard de la Nuit, de Maurice Ravel. Los elementos coreográficos creados por Godani forman un hilo conductor, fundiéndose en una atmósfera que trasciende el tiempo y el espacio. En esta inquietante extrañeza, ofrece una serie de ‘pas de deux’ y cuartetos que describen un panorama de virtuosismo artístico. Godani realza el movimiento con puntas de ballet, a la vez que crea una notable libertad dentro de ciertos parámetros estéticos, propios de un enfoque más clásico. La partitura de Ravel será interpretada en vivo en esta ocasión por Gustavo Díaz Jerez.

 

Foto: Ximena y Sergio.

 

PLAYLIST (TRACK 1, 2), DE WILLIAM FORSYTHE

José Carlos Blanco Martínez será el encargado de la puesta en escena de esta propuesta para doce bailarines estrenada en 2018 como parte del proyecto Voices of America. Forsythe, conocido por su innovador enfoque en la danza contemporánea y su capacidad para desafiar las convenciones del ballet clásico, se basó en la idea de una “lista de reproducción” en la que se utilizan diferentes estilos y movimientos para crear un collage dinámico y diverso. Con música neo-soul y house, Playlist (Track 1, 2) destaca por su fusión de elementos de la danza clásica y la danza contemporánea, mostrando la versatilidad y el rango técnico de los bailarines. La obra presenta una rica interacción entre el movimiento y el entorno, así como una exploración del tiempo y el ritmo. Además, incorpora elementos de improvisación, lo que permite a los bailarines expresar su individualidad dentro de la coreografía. Esto crea una experiencia única en cada representación, manteniendo al público intrigado y comprometido.

 

 

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